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José Antonio Hernández | El cero a la izquierda

El "cero a la izquierda", esa expresión con la que frecuentemente calificamos el escaso protagonismo familiar, social o político de algunas personas, pone de manifiesto, sobre todo, nuestras maneras superficiales e injustas de valorar la calidad humana y el menosprecio a los lugares que ocupan en las tareas familiares y sociales.


Esta forma coloquial de hablar muestra que no solemos tener en cuenta el hecho importante de que cada persona posee perfiles diferentes y, a veces, imprescindibles para la convivencia y para la colaboración. En mi opinión, deberíamos ser más conscientes de que, aunque a primera vista nos parezca insignificante, un silencio o una abstención, por ejemplo, pueden ejercer funciones determinantes que deberían ser interpretadas y valoradas de una manera más justa y más acertada.

A veces la sociedad tiende a etiquetar como "irrelevantes" a individuos que son o pueden ser piezas claves para sostener la vida familiar o el equilibrio social. El fundamento del papel y de la dignidad personal radica –no lo olvidemos– en el reconocimiento de que cada persona posee un valor inalienable, simplemente, por su condición de ser humano.

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Por eso es imprescindible que tengamos en cuenta la importancia de cada uno en la vida cotidiana y su impacto real en nuestro bienestar. La sociedad y la familia son sistemas que se fortalecen cuando respetamos los papeles diferentes de cada uno de sus miembros.

La irrelevancia del cero a la izquierda en matemáticas no es aplicable, por ejemplo, en la valoración filosófica, religiosa y jurídica, esos ámbitos en los que se aplican principios, criterios y pautas apoyados en la convicción fundamental de que todo individuo merece respeto, posee derechos y debe ser tratado justamente con independencia de su condición, origen o capacidades.

El juicio ético, jurídico y político de los comportamientos humanos se apoya en el reconocimiento de la dignidad de las personas, aunque no estemos de acuerdo con sus ideas, con sus palabras o con sus actitudes. Éste es, a mi juicio, el punto de partida para la construcción de una convivencia razonable y grata. El respeto y el apoyo mutuos son las condiciones indispensables para la convivencia y para la supervivencia individual y colectiva.

JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO
FOTOGRAFÍA: DEPOSITPHOTOS.COM

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