El tiempo (los destrozos que provoca su paso, la nostalgia por lo perdido, la angustia por la ignorancia del porvenir…) lleva mucho tiempo asentado en la ya larga trayectoria poética de Cecilia Álvarez, como nos indican algunos títulos de sus poemarios: Palabras al alba (2012); El lento suspirar de la aurora (2016); El tacto invisible de los días (2023)… Un paso del tiempo que, en su obra, a veces se revela desolador, amenazante, lleno de tempestades nocturnas que ansían la luz tenue del amanecer.
Todo pasa, sí. Pero –paradójicamente– también todo queda, como apuntó en uno de sus más conocidos poemas nuestro Antonio Machado. En efecto, pasa el tiempo, pero se adhiere a nuestras vidas en formas y maneras muy diversas, aunque no siempre resulte fácil percibir su huella.
Porque el tiempo pasa, pero no se despega de nuestra existencia: irremediablemente deja en nosotros un poso de sensaciones –dulces y amargas–, a menudo inapreciables, pero que nos llevan a la conclusión de que, en definitiva, sentir es cuanto queda.
Y sin apenas darme cuenta he desembocado en el título de este nuevo libro de Cecilia Álvarez. Un poemario que integra veintisiete poemas –algunos breves; todos de trazo firme y seguro– en los que se deslizan abundantes elementos sensoriales que nos hablan de esa huella que, sin que a menudo seamos conscientes, va dejando en nuestra piel, en nuestros ojos, en nuestros oídos… Ese transcurso inexorable del tiempo.
Un transcurso que va marcando la vida, que va dejando cicatrices a su paso: incertidumbres y miedos, noches que esperan ansiosamente la llegada del alba, silencios que impiden el paso a las palabras, recuerdos que han quedado huérfanos de abrazos, presencia de soledad como única guía y compañera…
Nos hallamos ante una nueva aventura poética –densa y compleja– de Cecilia Álvarez cuya extraordinaria capacidad creativa nos presenta uno de sus temas característicos, aunque a partir de un nuevo planteamiento: como afirma en su esclarecedor prefacio Abdul Hadi Sadoun: “Sentir es cuanto queda es sentir el tiempo en su ida y vuelta, aquel giro que esperamos y estamos seguros de que nunca regresa”.
Nacidos de una reflexión profunda, de una hondura intensa, de una sensibilidad a flor de piel, estos versos se nos deslizan entre susurros, a media voz, en penumbra. El dolor que intuimos en ellos de principio a fin en ningún momento se traduce en un grito ensordecedor que nos impediría captar la intensidad de las sensaciones que nos va revelando pausadamente la poeta a lo largo de sus poemas: su voz, serena y contenida, nos transmite la búsqueda (y el recuerdo) de sonidos anhelados, de caricias perdidas, de combates entre luces y sombras…
Sabemos que el tiempo tiene un innegable poder destructor, pero los despojos, las huellas que deja su paso esconden también la certeza de una vida, la verdad del poema: solo hay que “arañar la tierra” para descubrir “las hojas en blanco / de mi vida / y las escritas / a contracorriente / al mismo borde / de mi insalvable / mundanal ruido”.
Título: Sentir es cuanto queda.
Autor: Cecilia Álvarez (prefacio de Abdul Hadi Sadoun).
Edita: Ediciones Aguere – Ediciones Idea.
Año: 2024.
Ciudad: Santa Cruz de Tenerife.
Todo pasa, sí. Pero –paradójicamente– también todo queda, como apuntó en uno de sus más conocidos poemas nuestro Antonio Machado. En efecto, pasa el tiempo, pero se adhiere a nuestras vidas en formas y maneras muy diversas, aunque no siempre resulte fácil percibir su huella.
Porque el tiempo pasa, pero no se despega de nuestra existencia: irremediablemente deja en nosotros un poso de sensaciones –dulces y amargas–, a menudo inapreciables, pero que nos llevan a la conclusión de que, en definitiva, sentir es cuanto queda.

Y sin apenas darme cuenta he desembocado en el título de este nuevo libro de Cecilia Álvarez. Un poemario que integra veintisiete poemas –algunos breves; todos de trazo firme y seguro– en los que se deslizan abundantes elementos sensoriales que nos hablan de esa huella que, sin que a menudo seamos conscientes, va dejando en nuestra piel, en nuestros ojos, en nuestros oídos… Ese transcurso inexorable del tiempo.
Un transcurso que va marcando la vida, que va dejando cicatrices a su paso: incertidumbres y miedos, noches que esperan ansiosamente la llegada del alba, silencios que impiden el paso a las palabras, recuerdos que han quedado huérfanos de abrazos, presencia de soledad como única guía y compañera…
Nos hallamos ante una nueva aventura poética –densa y compleja– de Cecilia Álvarez cuya extraordinaria capacidad creativa nos presenta uno de sus temas característicos, aunque a partir de un nuevo planteamiento: como afirma en su esclarecedor prefacio Abdul Hadi Sadoun: “Sentir es cuanto queda es sentir el tiempo en su ida y vuelta, aquel giro que esperamos y estamos seguros de que nunca regresa”.

Nacidos de una reflexión profunda, de una hondura intensa, de una sensibilidad a flor de piel, estos versos se nos deslizan entre susurros, a media voz, en penumbra. El dolor que intuimos en ellos de principio a fin en ningún momento se traduce en un grito ensordecedor que nos impediría captar la intensidad de las sensaciones que nos va revelando pausadamente la poeta a lo largo de sus poemas: su voz, serena y contenida, nos transmite la búsqueda (y el recuerdo) de sonidos anhelados, de caricias perdidas, de combates entre luces y sombras…
Sabemos que el tiempo tiene un innegable poder destructor, pero los despojos, las huellas que deja su paso esconden también la certeza de una vida, la verdad del poema: solo hay que “arañar la tierra” para descubrir “las hojas en blanco / de mi vida / y las escritas / a contracorriente / al mismo borde / de mi insalvable / mundanal ruido”.
Ficha técnica
Título: Sentir es cuanto queda.
Autor: Cecilia Álvarez (prefacio de Abdul Hadi Sadoun).
Edita: Ediciones Aguere – Ediciones Idea.
Año: 2024.
Ciudad: Santa Cruz de Tenerife.
MARÍA DEL CARMEN GARCÍA TEJERA
ILUSTRACIÓN: ISABEL AGUILAR
ILUSTRACIÓN: ISABEL AGUILAR

