En 1899, el ‘hereje’ Eduard Bernstein publica Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia. Se trata de una colección de textos políticos, muchos publicados con anterioridad en la prensa, donde critica el marxismo ortodoxo y establece las bases de la socialdemocracia.
A pesar de lo que pueda parecer, Bernstein no es el creador de la socialdemocracia como tal. Si bien, fue un revisionista imprescindible para la comprensión del movimiento. Fue calificado como ‘renegado’ por Lenin y atacado con dureza por el marxismo más ortodoxo y, en especial, por Rosa Luxemburgo.
Bernstein no creía en la vía revolucionaria para conseguir la sociedad socialista y, de hecho, fue de los primeros en poner en duda la supuesta inevitable crisis definitiva del sistema capitalista. Por ello, abogó por buscar el lado más amable del capitalismo y cambiarlo desde dentro.
Desde el punto de vista teórico, el herético Bernstein llegó a afirmar que la dialéctica hegeliana era el elemento “infiel” del marxismo. Una afirmación muy debatible, pero que justifica desde un profundo conocimiento de la teoría. Así, afirma la necesidad de volver a Kant y pone en cuestión la rigidez del concepto de lucha de clases, ya que entendía que existían términos intermedios.
Otra crítica interesante y casi herética en su día la dirigió hacia el colectivismo de producción. Con datos, argumentó que las fábricas colectivizadas eran menos productivas y que la división del trabajo hacía imposible la igualdad en la empresa.
Sin duda, el análisis de Bernstein fue correcto. En efecto, nunca llegó la gran crisis del capitalismo, y las soluciones del marxismo, cuando se han aplicado, han sido desastrosas para la población. Tampoco ha triunfado el colectivismo como modelo de negocio. Mucho más debatible es su crítica al materialismo dialéctico como manera de analizar la realidad social, aunque no es el fondo de nuestro asunto en este momento.
Como bien apuntaron en su día, aunque con los años encontró en el Keynesianismo una base ideológica clara en materia económica, el problema del movimiento socialdemócrata es su indefinición. ¿Qué es la socialdemocracia? ¿Existen socialdemocracias? Los puntos cardinales de la defensa del colectivismo y la igualdad son insuficientes.
En aquel entonces, los políticos tenían que conocer la doctrina y justificar sus programas en la ideología. Hoy, con suerte, saben leer algo más que eslóganes y programas electorales enlatados. Y esa es una de las razones por la que la socialdemocracia, hoy en día, está decayendo en Europa.
Los movimientos conservadores y de extrema derecha están ofreciendo ideas claras y, en mayor o menor medida, están cumpliendo con su electorado: Meloni, Trump, Milei, Orbán... En cambio, los políticos socialdemócratas siguen debatiendo sobre el sexo de los ángeles y, en medio de sus bandazos ‘tácticos’, son incapaces de crear una hoja de ruta para la ciudadanía.
El Estado del Bienestar ya casi ha desaparecido, y no deja de ser una aspiración abstracta en constante ataque directo por los movimientos conservadores e indirectos por los ‘progres’. El caso de España es paradigmático, con el desmantelamiento de los servicios públicos en la vorágine autonómica.
Como bien denunció Juan Carlos Rodríguez en su epílogo a De qué hablamos cuando hablamos de marxismo, la hiperpolitización que trajo consigo el Mayo del 68 y lo que denomina como “Efecto Foucault” han provocado la desorientación de la izquierda en beneficio del gran capital.
Un exceso que ha llevado a autores como Thomas Piketty a defender barbaridades como que la desigualdad no es económica o tecnológica, sino que empieza siendo ideológica y política. Una afirmación incompatible con La ideología alemana o el prólogo a la Contribución a la crítica de la Economía Política de Karl Marx.
Si la izquierda europea quiere recuperar su identidad, debe volver al análisis materialista, a los conceptos de explotación y ciudadanía, y a la defensa decidida del Estado del Bienestar. Y eso solo es posible desde la reflexión y el retorno a sus raíces ideológicas: Marx, Bernstein, Keynes y otros autores fundamentales.
Una acción necesaria que resulta incompatible con la cultura ‘woke’, los ‘progres’ posmarxistas, la defensa de los identitarismos —terreno en el que la derecha es mucho más experimentada—, o corrientes autoritarias sin escrúpulos como el sanchismo.
Por curiosidad, quisiera señalar que el libro de Bernstein está descatalogado en España. Hay que ir a una biblioteca o a una librería de viejo para conseguirlo. Una muestra más de lo lejos que estamos de una reflexión ideológica en la izquierda española.
Haereticus dixit
A pesar de lo que pueda parecer, Bernstein no es el creador de la socialdemocracia como tal. Si bien, fue un revisionista imprescindible para la comprensión del movimiento. Fue calificado como ‘renegado’ por Lenin y atacado con dureza por el marxismo más ortodoxo y, en especial, por Rosa Luxemburgo.
Bernstein no creía en la vía revolucionaria para conseguir la sociedad socialista y, de hecho, fue de los primeros en poner en duda la supuesta inevitable crisis definitiva del sistema capitalista. Por ello, abogó por buscar el lado más amable del capitalismo y cambiarlo desde dentro.
Desde el punto de vista teórico, el herético Bernstein llegó a afirmar que la dialéctica hegeliana era el elemento “infiel” del marxismo. Una afirmación muy debatible, pero que justifica desde un profundo conocimiento de la teoría. Así, afirma la necesidad de volver a Kant y pone en cuestión la rigidez del concepto de lucha de clases, ya que entendía que existían términos intermedios.
Otra crítica interesante y casi herética en su día la dirigió hacia el colectivismo de producción. Con datos, argumentó que las fábricas colectivizadas eran menos productivas y que la división del trabajo hacía imposible la igualdad en la empresa.
Sin duda, el análisis de Bernstein fue correcto. En efecto, nunca llegó la gran crisis del capitalismo, y las soluciones del marxismo, cuando se han aplicado, han sido desastrosas para la población. Tampoco ha triunfado el colectivismo como modelo de negocio. Mucho más debatible es su crítica al materialismo dialéctico como manera de analizar la realidad social, aunque no es el fondo de nuestro asunto en este momento.
Como bien apuntaron en su día, aunque con los años encontró en el Keynesianismo una base ideológica clara en materia económica, el problema del movimiento socialdemócrata es su indefinición. ¿Qué es la socialdemocracia? ¿Existen socialdemocracias? Los puntos cardinales de la defensa del colectivismo y la igualdad son insuficientes.
En aquel entonces, los políticos tenían que conocer la doctrina y justificar sus programas en la ideología. Hoy, con suerte, saben leer algo más que eslóganes y programas electorales enlatados. Y esa es una de las razones por la que la socialdemocracia, hoy en día, está decayendo en Europa.
Los movimientos conservadores y de extrema derecha están ofreciendo ideas claras y, en mayor o menor medida, están cumpliendo con su electorado: Meloni, Trump, Milei, Orbán... En cambio, los políticos socialdemócratas siguen debatiendo sobre el sexo de los ángeles y, en medio de sus bandazos ‘tácticos’, son incapaces de crear una hoja de ruta para la ciudadanía.
El Estado del Bienestar ya casi ha desaparecido, y no deja de ser una aspiración abstracta en constante ataque directo por los movimientos conservadores e indirectos por los ‘progres’. El caso de España es paradigmático, con el desmantelamiento de los servicios públicos en la vorágine autonómica.
Como bien denunció Juan Carlos Rodríguez en su epílogo a De qué hablamos cuando hablamos de marxismo, la hiperpolitización que trajo consigo el Mayo del 68 y lo que denomina como “Efecto Foucault” han provocado la desorientación de la izquierda en beneficio del gran capital.
Un exceso que ha llevado a autores como Thomas Piketty a defender barbaridades como que la desigualdad no es económica o tecnológica, sino que empieza siendo ideológica y política. Una afirmación incompatible con La ideología alemana o el prólogo a la Contribución a la crítica de la Economía Política de Karl Marx.
Si la izquierda europea quiere recuperar su identidad, debe volver al análisis materialista, a los conceptos de explotación y ciudadanía, y a la defensa decidida del Estado del Bienestar. Y eso solo es posible desde la reflexión y el retorno a sus raíces ideológicas: Marx, Bernstein, Keynes y otros autores fundamentales.
Una acción necesaria que resulta incompatible con la cultura ‘woke’, los ‘progres’ posmarxistas, la defensa de los identitarismos —terreno en el que la derecha es mucho más experimentada—, o corrientes autoritarias sin escrúpulos como el sanchismo.
Por curiosidad, quisiera señalar que el libro de Bernstein está descatalogado en España. Hay que ir a una biblioteca o a una librería de viejo para conseguirlo. Una muestra más de lo lejos que estamos de una reflexión ideológica en la izquierda española.
Haereticus dixit
RAFAEL SOTO
FOTOGRAFÍA: DEPOSITPHOTOS.COM
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