Con relativa frecuencia, suelo ir por razones familiares a Madrid. En estas idas me resulta casi imposible pasear por el centro y no atravesar la calle del Carmen, que partiendo de la Puerta del Sol acaba en la plaza de Callao. La razón es que en ella hay una tienda de diseño de pendientes que a mi mujer le encanta, por lo que con la paciencia que puedo desplegar la espero fuera, mirando lo que acontece en esta calle peatonal.
Para los amantes de los juegos de azar no tengo que apuntarles que en esta calle se encuentra la central de Doña Manolita, el despacho de loterías más famoso de nuestro país. Allí se vende un incalculable número de décimos, por lo que la gente hace una inmensa cola esperando a que le llegue su turno y pueda comprar aquellos décimos que, para sí mismo o por encargo, tanto anhelan.
Pero estas colas no se forman solo cuando se acerca la Navidad, de modo que los aspirantes a que la suerte les alcance se colocan ordenadamente tras pedir la vez y esperar que llegue el momento en el que se encuentren frente a la ventanilla para recibir esos décimos de Doña Manolita. Es lo que podemos ver en las dos fotografías que muestro y que fueron realizadas en el mes de septiembre del año pasado.
Yo no salgo de mi asombro pensando que cualquiera de los miles de números que entran en juego tienen más probabilidad de estar premiado si se ha comprado en el afamado despacho. ¿Superstición? ¿Creencia en la suerte? ¿Fe inquebrantable en Manuela de Pablo, alias Doña Manolita, fundadora de este negocio en 1904 y que falleció en 1951? ¿Convicción de que el destino nos tiene reservado a cada cual un puesto en esta vida?
Por otro lado, además del azar y la casualidad, factores con los cuales tenemos que convivir en nuestra existencia, se encuentran otras ideas relacionadas con las anteriores como suerte, destino, predestinación, ventura, fatalidad, etc., que nos hacen creer que nuestras vidas están marcadas por unas extrañas fuerzas que desde el exterior nos controlan.
Lo cierto es que los humanos, ante las incertidumbres que nos depara el futuro, buscamos distintas soluciones para tranquilizar nuestra mente ante las dudas que nos asaltan antes de tomar decisiones, especialmente, si son relevantes. No solemos utilizar la razón para ser capaces de soportar la duda, algo muy necesario, tal como apuntaba Sigmund Freud para no caer en fanatismos y planteamientos irracionales, tan extendidos en el mundo de hoy.
Lógicamente, las opiniones que se han vertido sobre estas cuestiones, como no puede ser de otro modo, son diversas. Acudo, pues, a cinco voces para saber qué nos dicen de ellas.
1. “No ha de maravillarnos que el azar pueda tanto sobre nosotros si tenemos en cuenta que vivimos por azar” [Michel de Montaigne (1533-1592)].
El francés Michel de Montaigne nos legó un voluminoso trabajo escrito que lo denominó Ensayos. Era la primera vez que se utilizaba esta palabra para definir un conjunto de pensamientos y reflexiones sobre la propia vida, anticipando la idea de que el filósofo o pensador no puede desprenderse de sus experiencias, incluso cuando no habla de sí mismo. En el caso concreto del azar, nos apunta que nuestra propia existencia es un hecho azaroso, por lo que no es de extrañar que tenga tanta relevancia en nuestras vidas.
2. “Verdaderamente, el azar tiene mucho peso en nosotros, puesto que si vivimos es por azar” [Lucio Anneo Séneca (4 a.C.- 65 d.C.)].
Cronológicamente, podría haber situado la frase del gran filósofo cordobés antes de la de Montaigne, dada la similitud de lo que ambos dicen. Pero si la he puesto después es para que se entienda que ya en la cultura greco-romana estaba presente, especialmente dentro de los estoicos, la idea de contingencia de todos los seres humanos.
3. “No creo en la casualidad ni en la necesidad: mi voluntad es el destino” [John Milton (1608-1674)].
El poeta inglés, autor de la obra en verso El paraíso perdido, se centra en la voluntad personal como meta o destino de cada individuo, olvidándose que, tal como apuntaba Ortega y Gasset, también las circunstancias condicionan las decisiones de cada uno, ya que no es posible vivir fuera del tiempo histórico. De todos modos, siguiendo a Castilla del Pino, en la vida cada cual debemos tener un proyecto que dé sentido a nuestra existencia en este mundo.
4. “Cuando la vida es un proyecto, eso que llamamos destino o azar quedan englobados en él” [Carlos Castilla del Pino (1922-2009)].
He aludido a este pensamiento Castilla del Pino, ya que él también se centra en la voluntad como factor básico nuestras vidas, pero relacionándolo con la idea de proyecto vital. De este modo, nuestras existencias no quedan marcadas por los vaivenes de las circunstancias o por el azar. Así, el destino, en gran medida, es algo que uno mismo se construye.
5. “El mejor destino que hay es el de ‘supervisor de nubes’, acostado en una hamaca mirando el cielo” [Ramón Gómez de la Serna (1888-1963)].
Puesto que el destino puede entenderse de dos modos: como una finalidad sellada desde el exterior, como si fuera una fuerza que ya nos tiene presos, o como la voluntad que cada uno se marca en su vida, hay autores que buscan salida en una tercera vía: el humor. Es el caso el periodista y escritor madrileño Ramón Gómez de la Serna, quien solía acudir a lo que él denominó greguerías, es decir, aforismos en los que los chistes y los juegos de palabras les servían para expresar sus pensamientos, que, en ocasiones, tenían también un trasfondo filosófico.
Para los amantes de los juegos de azar no tengo que apuntarles que en esta calle se encuentra la central de Doña Manolita, el despacho de loterías más famoso de nuestro país. Allí se vende un incalculable número de décimos, por lo que la gente hace una inmensa cola esperando a que le llegue su turno y pueda comprar aquellos décimos que, para sí mismo o por encargo, tanto anhelan.
Pero estas colas no se forman solo cuando se acerca la Navidad, de modo que los aspirantes a que la suerte les alcance se colocan ordenadamente tras pedir la vez y esperar que llegue el momento en el que se encuentren frente a la ventanilla para recibir esos décimos de Doña Manolita. Es lo que podemos ver en las dos fotografías que muestro y que fueron realizadas en el mes de septiembre del año pasado.
Yo no salgo de mi asombro pensando que cualquiera de los miles de números que entran en juego tienen más probabilidad de estar premiado si se ha comprado en el afamado despacho. ¿Superstición? ¿Creencia en la suerte? ¿Fe inquebrantable en Manuela de Pablo, alias Doña Manolita, fundadora de este negocio en 1904 y que falleció en 1951? ¿Convicción de que el destino nos tiene reservado a cada cual un puesto en esta vida?
Por otro lado, además del azar y la casualidad, factores con los cuales tenemos que convivir en nuestra existencia, se encuentran otras ideas relacionadas con las anteriores como suerte, destino, predestinación, ventura, fatalidad, etc., que nos hacen creer que nuestras vidas están marcadas por unas extrañas fuerzas que desde el exterior nos controlan.
Lo cierto es que los humanos, ante las incertidumbres que nos depara el futuro, buscamos distintas soluciones para tranquilizar nuestra mente ante las dudas que nos asaltan antes de tomar decisiones, especialmente, si son relevantes. No solemos utilizar la razón para ser capaces de soportar la duda, algo muy necesario, tal como apuntaba Sigmund Freud para no caer en fanatismos y planteamientos irracionales, tan extendidos en el mundo de hoy.
Lógicamente, las opiniones que se han vertido sobre estas cuestiones, como no puede ser de otro modo, son diversas. Acudo, pues, a cinco voces para saber qué nos dicen de ellas.
1. “No ha de maravillarnos que el azar pueda tanto sobre nosotros si tenemos en cuenta que vivimos por azar” [Michel de Montaigne (1533-1592)].
El francés Michel de Montaigne nos legó un voluminoso trabajo escrito que lo denominó Ensayos. Era la primera vez que se utilizaba esta palabra para definir un conjunto de pensamientos y reflexiones sobre la propia vida, anticipando la idea de que el filósofo o pensador no puede desprenderse de sus experiencias, incluso cuando no habla de sí mismo. En el caso concreto del azar, nos apunta que nuestra propia existencia es un hecho azaroso, por lo que no es de extrañar que tenga tanta relevancia en nuestras vidas.
2. “Verdaderamente, el azar tiene mucho peso en nosotros, puesto que si vivimos es por azar” [Lucio Anneo Séneca (4 a.C.- 65 d.C.)].
Cronológicamente, podría haber situado la frase del gran filósofo cordobés antes de la de Montaigne, dada la similitud de lo que ambos dicen. Pero si la he puesto después es para que se entienda que ya en la cultura greco-romana estaba presente, especialmente dentro de los estoicos, la idea de contingencia de todos los seres humanos.
3. “No creo en la casualidad ni en la necesidad: mi voluntad es el destino” [John Milton (1608-1674)].
El poeta inglés, autor de la obra en verso El paraíso perdido, se centra en la voluntad personal como meta o destino de cada individuo, olvidándose que, tal como apuntaba Ortega y Gasset, también las circunstancias condicionan las decisiones de cada uno, ya que no es posible vivir fuera del tiempo histórico. De todos modos, siguiendo a Castilla del Pino, en la vida cada cual debemos tener un proyecto que dé sentido a nuestra existencia en este mundo.
4. “Cuando la vida es un proyecto, eso que llamamos destino o azar quedan englobados en él” [Carlos Castilla del Pino (1922-2009)].
He aludido a este pensamiento Castilla del Pino, ya que él también se centra en la voluntad como factor básico nuestras vidas, pero relacionándolo con la idea de proyecto vital. De este modo, nuestras existencias no quedan marcadas por los vaivenes de las circunstancias o por el azar. Así, el destino, en gran medida, es algo que uno mismo se construye.
5. “El mejor destino que hay es el de ‘supervisor de nubes’, acostado en una hamaca mirando el cielo” [Ramón Gómez de la Serna (1888-1963)].
Puesto que el destino puede entenderse de dos modos: como una finalidad sellada desde el exterior, como si fuera una fuerza que ya nos tiene presos, o como la voluntad que cada uno se marca en su vida, hay autores que buscan salida en una tercera vía: el humor. Es el caso el periodista y escritor madrileño Ramón Gómez de la Serna, quien solía acudir a lo que él denominó greguerías, es decir, aforismos en los que los chistes y los juegos de palabras les servían para expresar sus pensamientos, que, en ocasiones, tenían también un trasfondo filosófico.
AURELIANO SÁINZ
FOTOGRAFÍAS: AURELIANO SÁINZ
FOTOGRAFÍAS: AURELIANO SÁINZ