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Daniel Guerrero | Creer en Dios

El Universo tiene una edad estimada en 13.720 millones de años, semana arriba, semana abajo. La Tierra tiene apenas 4.500 millones de años. Los reyes de la creación, losl homo sapiens, aparecieron hace unos 300.000 años. No se explica por qué dios utilizó tanta fanfarria, tanto fuego artificial, tanto derroche de tiempo, tanta desmesura completamente inútil para la vida en la Tierra.


Antes de que Adán y Eva hubiesen sido esculpidos, dominaban el paisaje los dinosaurios, animales hermosos, poderosos y fieros, pero inútiles para el proyecto de alabanza desmedida que dios había proyectado para engordar su inmenso ego. ¿Para qué tanta criatura improductiva, intrascendente, estéril para la tarea primordial de adorarle, sin alma, de inteligencia insignificante, a la que no le tenía reservado ningún puesto en el más allá?

Para que un disparate se convierta en tradición, solo necesita tiempo. Las religiones, fundadas por cabreros o pescadores ignorantes, y expandidas por apóstoles igual de incultos, ¿son respetables porque han conformado una civilización a lo largo de los siglos o por su mensaje intrínseco?

Las religiones, que antaño, cuando la Tierra era plana y centro del Universo, suplantaban a la ciencia. Además, compendian lo más refinado de la historia criminal del ser humano. Se pueden contar con los dedos de una oreja los conflictos bélicos que no hayan sido cocinados en los fogones de las iglesias, mezquitas, sinagogas, en sus altares y púlpitos, o cuyos dioses no hayan constituido la levadura fundamental que hace fermentar las guerras.

El poder de las religiones es el verdadero poder. El que gobierna sobre las conciencias de sus fieles, espíritus atados por un hilo impalpable, secuestrados desde la infancia por el terror al castigo eterno, con el poder de convertir a los creyentes en autómatas a los que se impide la utilización de la razón cuando ésta es incompatible con la fe.

CATA DE MORILES — EXPO WINE MORILES

La pertenencia a un grupo ayuda a no pensar, que es la base de la felicidad del idiota. Así como la verdad revelada tiene la capacidad de anular toda crítica que provenga de la razón, así las patrias disculpan a los psicópatas, a los asesinos, a los ineptos, a los ladrones y a los necios, porque la condición excelsa de patriota lava cualquier pecado original.

Las dos profesiones más antiguas del mundo, la de prostituta y la de sacerdote. En el mantenimiento de su soltería (de los curas) radica la inmensa acumulación de riquezas de la Iglesia en los últimos diecisiete siglos, sin esposas ni hijos que puedan exigir inoportunamente su derecho a la herencia.

La industria de la mentira, de la también llamada "posverdad", cuenta a su favor con la capacidad ilimitada del ser humano para abandonarse en brazos del líder, pues la fe no requiere esfuerzo ni análisis. Esa humanidad doliente y siempre predispuesta a creer.

La Iglesia española justificó su prevalencia en nuestra sociedad con unas estadísticas que tan solo desde la fe devota se pueden aceptar. Aseguran que el 90 por ciento de los españoles se declara católico. Con ser la mayor potencia inmobiliaria de España entre colegios, universidades, iglesias, conventos, pisos recibidos en donación y empresas varias (además de los miles de inmatriculaciones de sospechosa legalidad), tiene que ser sufragada por el Estado a través del 0,7 por ciento de IRPF.

EVA LARA ASESORA PERSONAL INMOBILIARIA EN MONTILLA

Entre todos contribuimos a la Iglesia con cerca de 11.000 millones de euros al año, entre asignación por IRPF, exención de impuestos, profesorado de Religión, conciertos educativos... El actual Concordato con la Santa Sede es aberrante, anacrónico, inconstitucional e injusto, pues consagra privilegios de una empresa, de una sociedad anónima, por encima de los derechos de las demás empresas que compiten en el mercado, sean de otras religiones o se dediquen a la fabricación de componentes electrónicos.

Ya se sabe que una religión es una secta que ha prosperado socialmente, por ello las religiones, como la católica, reniegan de su pasado de secta judaica que medró gracias al espaldarazo oficial con el Edicto de Milán, en el año 313 de nuestra era, por el que el emperador Constantino prohibía la persecución de los cristianos.

Años más tarde, el emperador Teodosio I El Grande, con el Edicto de Tesalónica (año 380), convertiría legalmente el cristianismo en la única religión del imperio, prohibiendo la adoración de los dioses paganos. Los historiadores conocen como el "Milenio Ominoso" lo que vino después, como una maldición, los siglos que van desde la implantación por ley del cristianismo como religión de estado hasta los albores del Renacimiento.

Aproximadamente mil años en los que la humanidad se estancó o retrocedió en el progreso científico, sustituida la investigación y la fe en los libros de ciencia por la fe en el libro sagrado. Séneca el Joven, contemporáneo de Cristo, ya lo avisó: “La religión es considerada cierta por la gente normal, falsa por el sabio, y útil por los gobernantes”.

AGUAS DE MONTILLA

Las neuroimágenes con resonancia magnética del cerebro, en el estudio dirigido por el psicólogp Drew Westen en Emory University, vienen a mostrar que “la confirmación de prejuicios o de ideas preconcebidas yace en las zonas más primitivas y emocionales del cerebro, y no en las del razonamiento”. Viene a poner en primer plano la importancia de la creación de prejuicios y la implantación de la fe en los dioses en la infancia, en la fase de educación y de formación del criterio en la persona.

Los buenos alumnos estudiarán en clase esa religión. Estudiarán que dios es uno, pero tres. Padre, hijo y espíritu santo. Tres, pero uno. Aunque tres. Y que el segundo nació de un cruce entre el tercero y una mujer virgen de la Tierra hace unos 2.000 años. Descubrirán que la madre de dios, aunque madre, sigue siendo virgen.

Los buenos alumnos estudiarán que dios, haciendo una pausa en un momento determinado de su eterna existencia, decidió crear el universo en seis días, sin que se sepa bien el motivo que le impulsó a ello, y que el séptimo descansó. Y que, al filo de su fin de semana creador, hizo al hombre “a su imagen y semejanza”. Sabrán que dios se dijo: “No es bueno que el hombre (el varón) esté solo”, y de una sus costillas creó a la mujer.

Los buenos alumnos estudiarán que el hombre pecó mediante el intolerable delito de comer un fruto prohibido, que le capacitaría para el análisis científico y razonado, y por ello fue expulsado del Paraíso. Y recibirán la desagradable noticia de que, por ello, pende la amenaza de una condena al fuego eterno por parte de un dios.

LA ABUELA CARMEN - LÍDER EN EL SECTOR DEL AJO, AJO NEGRO Y CEBOLLA NEGRA

Los buenos alumnos sabrán que el día del fin del mundo (como no sabemos por qué dios creó la Tierra, tampoco tenemos ni idea de cuáles serán sus razones para acabar con ella) se abrirán los cielos y habrá un Juicio Final que será multitudinario, un fin de fiesta donde se escenificará el reparto definitivo de premios y castigos eternos.

Es sabido que resucitaremos con nuestros cuerpos tal y como fueron en vida: los fetos abortados, los embriones, los malformados genéticamente, todos los proyectos de vidas nonatas con las que dios se entretuvo en ponerles un almita estéril, todas las víctimas de todos terrorismos junto a sus asesinos, todos pendientes del humor del padre eterno y de la nota final con la que va a calificar nuestras andaduras por la vida.

A la mayoría nos es más fácil entender las historias delirantes contadas en el Génesis que la utilidad del bosón de Higgs. Es un axioma histórico que cuanta más dosis de dios se inocula a las sociedades humanas, cuantos más clérigos se infiltran en sus estamentos, más se empobrecen y más intransigentes, injustas y retrasadas se vuelven.

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Los párrafos anteriores no son míos, ¡qué más quisiera yo!, pero me identifico con ellos. Pertenecen al libro del periodista Manuel Saco No hay dios (probablemente), de la editorial Mong (Barcelona, 2024), en el que cuestiona la creencia en dios y en esas patrias creadas por la imaginación de los hombres que viven y se aprovechan de su exclusiva administración, pasando la fe por el filtro de la razón.

Y el resultado no puede ser más espeluznante, pues desvela que el mundo imaginario de los dioses parece una colección de disparates incompatibles con la dignidad y salud mental del creyente. Muy recomendable, pues, para esos creyentes que desconfían de la razón. Y con el que disfrutarán aquellos que ponen en cuestión las verdades reveladas por dioses y las iglesias que las administran como si fueran verdades absolutas.

DANIEL GUERRERO
FOTOGRAFÍA: DEPOSITPHOTOS.COM

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