Aunque distinguimos diferentes artes fijándonos en sus maneras de expresarlos y en los tiempos en las que se crean, un análisis detenido nos descubre que las obras artísticas siempre son los afortunados resultados de múltiples factores y de diferentes épocas.
Todas son productos mestizos e híbridos o, en términos más actuales, todas son “fusiones”. Esta afirmación es especialmente aplicable a los cantes flamencos que, como es sabido, tienen orígenes hindúes, precristianos, árabes, hebreos, africanos y latinoamericanos, aunque fuera en la década de los ochenta cuando empezamos a hablar del “flamenco fusión”.
Con estas explicaciones teóricas pretendo mostrar mi intensa sorpresa y mi valoración positiva de Los latidos de tu voz. Nueve sueños flamencos en la taberna del tiempo, una obra colectiva sugerente, actual y alentadora que, a mi juicio, señala un camino esperanzador para la creación y para la recreación del arte grande flamenco.
Este pequeño, sugerente y bello libro, elaborado y publicado por cuatro profesores, escritores y artistas de diferentes disciplinas, y amantes y amados del “cante jondo”, nos proporciona unas pruebas palpables de la riqueza que se alcanza mediante la simbiosis de las artes “cultas” y las “populares”.
Juan Silva es el autor de letras flamencas de los diferentes palos y de la maquetación y el diseño; Gabriel Urbina ha redactado el texto dramático; Macu Anelo ha elaborado las inspiradoras ilustraciones y Carmen Mateos es la autora del luminoso, imprescindible y estimulante prólogo.
La aparente sencillez de estos poemas destinados para un espectáculo de baile flamenco sobre la obra de Lorca La casa de Bernarda Alba nos descubre el misterio y el milagro que suponen nuestras propias maneras de sentir sensorial y sentimentalmente, y facilita un acercamiento físico y emocional a las protagonistas –de ayer y de hoy– de esta obra magistral.
La forma espontánea –y, al mismo tiempo, honda– de relatar esos episodios y el tino para acertar con el tono humano y popular adecuados nos muestran los armoniosos trazos rítmicos que conjugan la literatura, la pintura y el cante.
Me atrevo a afirmar que la clave del atractivo de esta obra bella, original y oportuna reside en el flujo y en el reflujo de la convergencia entre la literatura culta y el arte popular, dos canales para expresar nuestras sensaciones y sentimientos más vitales.
Son, efectivamente, las venas y las arterias por las que suben la savia y la sangre que proporcionan sentido y energías a nuestras vidas. Ahí reside, a mi juicio, la reacción de sorpresa, de ingenuidad y de contagiosa complacencia que esta obra genera en los lectores.
Todas son productos mestizos e híbridos o, en términos más actuales, todas son “fusiones”. Esta afirmación es especialmente aplicable a los cantes flamencos que, como es sabido, tienen orígenes hindúes, precristianos, árabes, hebreos, africanos y latinoamericanos, aunque fuera en la década de los ochenta cuando empezamos a hablar del “flamenco fusión”.
Con estas explicaciones teóricas pretendo mostrar mi intensa sorpresa y mi valoración positiva de Los latidos de tu voz. Nueve sueños flamencos en la taberna del tiempo, una obra colectiva sugerente, actual y alentadora que, a mi juicio, señala un camino esperanzador para la creación y para la recreación del arte grande flamenco.
Este pequeño, sugerente y bello libro, elaborado y publicado por cuatro profesores, escritores y artistas de diferentes disciplinas, y amantes y amados del “cante jondo”, nos proporciona unas pruebas palpables de la riqueza que se alcanza mediante la simbiosis de las artes “cultas” y las “populares”.
Juan Silva es el autor de letras flamencas de los diferentes palos y de la maquetación y el diseño; Gabriel Urbina ha redactado el texto dramático; Macu Anelo ha elaborado las inspiradoras ilustraciones y Carmen Mateos es la autora del luminoso, imprescindible y estimulante prólogo.
La aparente sencillez de estos poemas destinados para un espectáculo de baile flamenco sobre la obra de Lorca La casa de Bernarda Alba nos descubre el misterio y el milagro que suponen nuestras propias maneras de sentir sensorial y sentimentalmente, y facilita un acercamiento físico y emocional a las protagonistas –de ayer y de hoy– de esta obra magistral.
La forma espontánea –y, al mismo tiempo, honda– de relatar esos episodios y el tino para acertar con el tono humano y popular adecuados nos muestran los armoniosos trazos rítmicos que conjugan la literatura, la pintura y el cante.
Me atrevo a afirmar que la clave del atractivo de esta obra bella, original y oportuna reside en el flujo y en el reflujo de la convergencia entre la literatura culta y el arte popular, dos canales para expresar nuestras sensaciones y sentimientos más vitales.
Son, efectivamente, las venas y las arterias por las que suben la savia y la sangre que proporcionan sentido y energías a nuestras vidas. Ahí reside, a mi juicio, la reacción de sorpresa, de ingenuidad y de contagiosa complacencia que esta obra genera en los lectores.
JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO