Uno de los debates que dominan el panorama nacional por estas fechas es la denominada Ley Trans, que, de fondo, supone un encontronazo entre el Ministerio de Igualdad y un sector feminista del PSOE, que no está de acuerdo con algunos de sus puntos. El clima de tensión ha llegado a tal nivel que una histórica militante socialista, la exdiputada ‘trans’ Carla Antonelli, se ha dado de baja en señal de protesta a lo que entiende como un alargamiento innecesario de un debate que ya debería estar zanjado y sometida la ley a la aprobación.
No me extiendo en este tema, ya que, sorprendentemente, algo que afecta directamente a una parte muy pequeña de la población –aunque no por ello deja de ser importante– se convierta en un hecho que suponga, para algunas, que la identidad de la mujer queda en entredicho si se aprueba esta ley tal como está planteada.
Curiosamente, parece ser que aquellas que la cuestionan solo piensan en femenino, cuando la ley es para las personas, es decir, para hombres o mujeres que no se identifican con el sexo con el que han nacido, por lo que también hay hombres ‘trans’ o transexuales.
No obstante, si nos fijamos en el fondo de la polémica, podemos imaginar que todo ello supone un importante avance, no solo con respecto a lo que se pensaba acerca de este tema décadas atrás sino también a lo que estaba legislado como negación de derechos que ahora se pretenden aprobar, tanto para hombres como mujeres transexuales. Por otro lado, no debemos nunca olvidar que los avances sociales son el resultado de una lucha reivindicativa permanente que, a pesar de su lento avance, acaba abriéndose paso.
Lo que acabo de apuntar, y aunque no coincida exactamente con la controversia actual, me hace recordar una corriente musical que se gestó hace cincuenta años en el mundo del rock. Corría el año 1972, cuando aparecieron dos magníficos discos, uno de David Bowie y el otro de Lou Reed, en los que se reivindicaba cierta ambigüedad en lo masculino y lo femenino a partir de las letras de sus canciones y de la estética con la que ambos se mostraban, especialmente, en las portadas de sus elepés.
Los títulos de aquellos elepés eran The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars, de David Bowie, y Transformer, de Lou Reed. Antes de que viera la luz Ziggy Stardust (forma abreviada de referirnos al disco), el propio David Bowie había hecho pública su bisexualidad en la revista Melody Maker, por lo que crea un alter ego musical con la figura de Ziggy Stardust, una especie de astronauta bisexual y guitarrista zurdo del grupo Spiders from Mars. De este modo, y de manera no consciente, el cantante londinense inauguraba el que habría de llamarse glam rock.
Para el diseño de la portada acudió al fotógrafo Brian Ward, quien tenía su estudio en la calle Heddon de la cosmopolita ciudad. Allí, en un día lluvioso, Ward toma diecisiete fotografías en blanco y negro. Dos de ellas serán las elegidas para la portada y contraportada, tras haber sido previamente coloreadas a mano.
Así, en la portada, aparece David Bowie en la puerta del número 23 de la citada calle, embutido en una especie de mono azul, portando en su mano derecha una guitarra eléctrica, al tiempo que su pie izquierdo se apoya en un cubo de basura. Al ser coloreada la fotografía, se opta por un tono amarillo intenso, tanto para la farola que ilumina la calle como para el rótulo de una peletería en el que se lee K. West.
Puesto que se trata de un disco conceptual, yo aconsejaría oírlo de manera completa. De todos modos, hay un tema inolvidable, Starman, que conviene que lo recordemos ahora.
Pasamos de Londres a Nueva York, que es el lugar en el que podemos situar a Lou Reed en aquel 1972, fecha en la que él también saca su segundo elepé, tras su paso por la Velvet Underground. Recordemos que, tiempo atrás, se cuidaba mucho el diseño de las portadas de los elepés de vinilo, por lo que resulta curioso que el desenfoque causado por un error de revelado llamara la atención del fotógrafo Mick Rock, dando lugar a que finalmente esa fotografía le sirviera para una de las cubiertas más emblemáticas de la historia del rock. Así, Transformer, disco coproducido por David Bowie y Mick Ronson, guitarrista de Spiders from Mars, llegó a ser uno de los discos más importantes de Lou Reed.
Y es que, no por casualidad, dentro del mismo se encontraba Walk on the Wild Side, un tema casi susurrado, en el que el cantante se acompañaba de los sonidos de un persistente bajo y del potente sonido de un saxo, junto con coros femeninos que lo acompañaban. De este modo, Lou Reed logró plasmar una canción que ha traspasado las fronteras del tiempo.
Lejos han quedado los años del glam rock. Ambos artistas ya no están con nosotros. David Bowie nos dejó el 10 de enero de 2016, con un enorme legado musical tras de sí. Algo más de dos años antes, el 27 de octubre de 2013, había fallecido Lou Reed, otra leyenda del rock urbano.
Y si volvemos al punto de partida, puedo imaginarme que ambos verían con buenos ojos la Ley Trans que aún se encuentra debatiéndose en nuestro país. A fin de cuentas, con anterioridad, y con total descaro, ellos se atrevieron a ir rompiendo los rígidos moldes culturales que separaban lo masculino de lo femenino, sin que consideraran que con ello se derrumbarían los pilares de las sociedades británica y estadounidense que, por cierto, sí comenzaron a tambalearse a partir de personajes tan grotescos como Boris Johnson o Donald Trump.
No me extiendo en este tema, ya que, sorprendentemente, algo que afecta directamente a una parte muy pequeña de la población –aunque no por ello deja de ser importante– se convierta en un hecho que suponga, para algunas, que la identidad de la mujer queda en entredicho si se aprueba esta ley tal como está planteada.
Curiosamente, parece ser que aquellas que la cuestionan solo piensan en femenino, cuando la ley es para las personas, es decir, para hombres o mujeres que no se identifican con el sexo con el que han nacido, por lo que también hay hombres ‘trans’ o transexuales.
No obstante, si nos fijamos en el fondo de la polémica, podemos imaginar que todo ello supone un importante avance, no solo con respecto a lo que se pensaba acerca de este tema décadas atrás sino también a lo que estaba legislado como negación de derechos que ahora se pretenden aprobar, tanto para hombres como mujeres transexuales. Por otro lado, no debemos nunca olvidar que los avances sociales son el resultado de una lucha reivindicativa permanente que, a pesar de su lento avance, acaba abriéndose paso.
Lo que acabo de apuntar, y aunque no coincida exactamente con la controversia actual, me hace recordar una corriente musical que se gestó hace cincuenta años en el mundo del rock. Corría el año 1972, cuando aparecieron dos magníficos discos, uno de David Bowie y el otro de Lou Reed, en los que se reivindicaba cierta ambigüedad en lo masculino y lo femenino a partir de las letras de sus canciones y de la estética con la que ambos se mostraban, especialmente, en las portadas de sus elepés.
Los títulos de aquellos elepés eran The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars, de David Bowie, y Transformer, de Lou Reed. Antes de que viera la luz Ziggy Stardust (forma abreviada de referirnos al disco), el propio David Bowie había hecho pública su bisexualidad en la revista Melody Maker, por lo que crea un alter ego musical con la figura de Ziggy Stardust, una especie de astronauta bisexual y guitarrista zurdo del grupo Spiders from Mars. De este modo, y de manera no consciente, el cantante londinense inauguraba el que habría de llamarse glam rock.
Para el diseño de la portada acudió al fotógrafo Brian Ward, quien tenía su estudio en la calle Heddon de la cosmopolita ciudad. Allí, en un día lluvioso, Ward toma diecisiete fotografías en blanco y negro. Dos de ellas serán las elegidas para la portada y contraportada, tras haber sido previamente coloreadas a mano.
Así, en la portada, aparece David Bowie en la puerta del número 23 de la citada calle, embutido en una especie de mono azul, portando en su mano derecha una guitarra eléctrica, al tiempo que su pie izquierdo se apoya en un cubo de basura. Al ser coloreada la fotografía, se opta por un tono amarillo intenso, tanto para la farola que ilumina la calle como para el rótulo de una peletería en el que se lee K. West.
Puesto que se trata de un disco conceptual, yo aconsejaría oírlo de manera completa. De todos modos, hay un tema inolvidable, Starman, que conviene que lo recordemos ahora.
Pasamos de Londres a Nueva York, que es el lugar en el que podemos situar a Lou Reed en aquel 1972, fecha en la que él también saca su segundo elepé, tras su paso por la Velvet Underground. Recordemos que, tiempo atrás, se cuidaba mucho el diseño de las portadas de los elepés de vinilo, por lo que resulta curioso que el desenfoque causado por un error de revelado llamara la atención del fotógrafo Mick Rock, dando lugar a que finalmente esa fotografía le sirviera para una de las cubiertas más emblemáticas de la historia del rock. Así, Transformer, disco coproducido por David Bowie y Mick Ronson, guitarrista de Spiders from Mars, llegó a ser uno de los discos más importantes de Lou Reed.
Y es que, no por casualidad, dentro del mismo se encontraba Walk on the Wild Side, un tema casi susurrado, en el que el cantante se acompañaba de los sonidos de un persistente bajo y del potente sonido de un saxo, junto con coros femeninos que lo acompañaban. De este modo, Lou Reed logró plasmar una canción que ha traspasado las fronteras del tiempo.
Lejos han quedado los años del glam rock. Ambos artistas ya no están con nosotros. David Bowie nos dejó el 10 de enero de 2016, con un enorme legado musical tras de sí. Algo más de dos años antes, el 27 de octubre de 2013, había fallecido Lou Reed, otra leyenda del rock urbano.
Y si volvemos al punto de partida, puedo imaginarme que ambos verían con buenos ojos la Ley Trans que aún se encuentra debatiéndose en nuestro país. A fin de cuentas, con anterioridad, y con total descaro, ellos se atrevieron a ir rompiendo los rígidos moldes culturales que separaban lo masculino de lo femenino, sin que consideraran que con ello se derrumbarían los pilares de las sociedades británica y estadounidense que, por cierto, sí comenzaron a tambalearse a partir de personajes tan grotescos como Boris Johnson o Donald Trump.
AURELIANO SÁINZ