Después de haber estudiado detenidamente la vida de don Álvaro de Luna (dado que está a punto de ver la luz el libro que he titulado Vida y muerte de don Álvaro de Luna. Historia del castillo de Alburquerque y la lucha por conservarlo), me ha llamado la atención que su itinerario vital no haya sido llevada al cine. Esto lo digo porque es verdaderamente apasionante conocer la trayectoria de una de las personas que llegó a ser la más poderosa del reino de Castilla durante la primera mitad del siglo XV bajo el reinado de Juan II, quien fuera padre de Isabel la Católica.
Quisiera indicar que sobre la vida del que fuera condestable de Castilla ya publiqué un artículo en este medio que llevaba por título La muerte de don Álvaro de Luna. Y puesto que la Asociación para la Defensa del Patrimonio de Alburquerque logramos parar el proyecto en el que se pretendía hacer una horrenda hospedería en la que es la mejor fortaleza medieval de Extremadura, también publiqué Habla el Castillo de Luna, en el que se incluía el vídeo con el que los amigos de la infancia me homenajeaban por mi jubilación.
Todo esto que ahora comento salió a relucir en la charla que mantuvimos con unos amigos que nos invitaron a cenar en su casa en el mes de agosto, ya que hacía tras años que no volvíamos a Madrid por el impasse que nos había generado la pandemia. En medio de esa tertulia colectiva, me preguntaron qué era de mí, qué había hecho durante todo este tiempo, una vez que hay una cierta normalidad en nuestras vidas cotidianas.
“Bueno, ya sabéis que, a pesar de estar jubilado, continúo como profesor honorario en la Universidad de Córdoba. Como ahora tengo bastante tiempo para escribir, suelo publicar habitualmente artículos semanales en los diarios de Andalucía Digital y también en Azagala, que es una revista de mi tierra”, les indico como inicio de mi intervención, una vez que hemos cumplimentado los saludos habituales.
“Ahora”, continúo, “estoy esperando que salga el libro que he escrito sobre la vida de don Álvaro de Luna, un personaje muy ligado a mi pueblo, pues recibió el título de conde de Alburquerque por parte del rey Juan II de Castilla. Por otro lado, hablo también del Castillo de Luna, que es como lo denominamos, y de la lucha que llevamos adelante para que no se creara en él una espantosa hospedería…”
“¿Sobre don Álvaro de Luna?”, me pregunta Juan, uno de los anfitriones, que se sorprende que haya tomado como tema la vida del valido de Juan II de Castilla. “Resérvanos un libro, pues para nosotros tiene mucho interés, ya que fue quien mandó construir el castillo de San Martín de Valdeiglesias, localidad madrileña que conocemos muy bien”. Le confirmo a él y a Pilar, su mujer, que, sin lugar a duda, tendrán uno de los ejemplares, pues es una edición limitada la que he encargado a la editorial Punto Rojo.
Al regreso a Córdoba, y recordando lo que habíamos hablado en aquella cena, acudo al tercer volumen de la Historia de los castillos de España, conjunto de tres extensos libros prologados por mi amigo el historiador británico Edward Cooper (con el que aparezco en la foto de portada en el paseo de Alburquerque denominado La Alameda), para informarme con detenimiento sobre el castillo de La Coracera, que es el nombre que recibe el de San Martín de Valdeiglesias, al tiempo que entro en internet para saber de los datos más recientes de esta fortaleza. Así pues, extraigo unos párrafos de este volumen:
“La historia del castillo de La Coracera va unida a la de la villa de San Martín de Valdeiglesias. La zona se repobló en el siglo XIII, al amparo del monasterio de Bernardos, cuyas enormes ruinas se encuentran junto a Pelayos de la Presa. Fue primero benedictino y posteriormente cisterciense. San Martín fue creciendo y los vasallos se sublevaron contra las posesiones de los monjes, pidiendo éstos ayuda a don Álvaro de Luna, que sofocó la rebelión e inició las obras en torno a 1434”.
Puesto que considero que siempre conviene que nos informemos de la organización arquitectónica de las fortalezas medievales, especialmente de aquellas que tuvieron relación con quien fuera el primer conde de Alburquerque, aporto aquí algunos datos, así como un sencillo dibujo de la planta para que comprendamos su estructura.
El castillo de La Coracera se encuentra emplazado fuera de la población, en un cerro de laderas muy suaves. Consta de una cerca, construida posteriormente al propio castillo, con forma irregular y tramos curvados. La planta del castillo, como puede apreciarse, es cuadrada, de modo que en tres esquinas aparecen torres de tipo cilíndrico, y la cuarta, que corresponde a la torre del homenaje, es de tipo pentagonal, con tres garitones en la parte exterior, siendo el central más grande y alto que los otros dos.
Como datos recientes a tener en cuenta, conviene indicar que, en el año 1940, así como hace un par de décadas, se emprendieron obras de restauración y rehabilitación, por lo que la fortaleza se encuentra en buen estado de conservación. En el año 2003 se creó la Fundación Castillo de la Coracera en la que participa el Ayuntamiento de San Martín de Valdeiglesias y que, con el fin de potenciar el valor del castillo, se ha aprobado un proyecto para la instalación en sus dependencias del Museo de los Vinos de Madrid.
Regresando a don Álvaro de Luna, quisiera indicar que a lo largo de su existencia tuvo numerosos y poderosos enemigos en la alta nobleza, ya que lo consideraban un advenedizo y un personaje que manejaba a su antojo al rey. Es por ello que, frente a los Infantes de Aragón y la gran nobleza terrateniente, el condestable se apoyó en la pequeña nobleza, las ciudades, el bajo clero y en algunos personajes con poder en la corte de Castilla.
A todos sus enemigos externos los conocía muy bien. Sin embargo, el apoyo incondicional que prestó al nuevo matrimonio de Juan II con Isabel de Portugal sería, con el paso del tiempo, el mayor error que pagó con su vida, al ser condenado y ejecutado el 2 de junio de 1453 en la Plaza Mayor de Valladolid.
Parar cerrar, quisiera apuntar que los autores que lo defienden manifiestan que el juicio al que fue sometido acabó siendo un simulacro, pues previamente ya estaba sentenciado. Por otro lado, Álvaro de Luna siempre fue leal al rey, al tiempo que defendió la integridad del reino de Castilla, frente a las ambiciones secesionistas de la nobleza.
Quienes se posicionan en su contra, lo han presentado como a un ser ambicioso y sin escrúpulos, que manejaba al rey a su antojo y que se deshizo de sus enemigos sin parar en los medios a utilizar. Lo cierto es que su vida, tal como indico al principio, se nos muestra como una historia verdaderamente apasionante, cargadas de intrigas, con luces y sombras, por lo que queda abierta a distintas interpretaciones.
Quisiera indicar que sobre la vida del que fuera condestable de Castilla ya publiqué un artículo en este medio que llevaba por título La muerte de don Álvaro de Luna. Y puesto que la Asociación para la Defensa del Patrimonio de Alburquerque logramos parar el proyecto en el que se pretendía hacer una horrenda hospedería en la que es la mejor fortaleza medieval de Extremadura, también publiqué Habla el Castillo de Luna, en el que se incluía el vídeo con el que los amigos de la infancia me homenajeaban por mi jubilación.
Todo esto que ahora comento salió a relucir en la charla que mantuvimos con unos amigos que nos invitaron a cenar en su casa en el mes de agosto, ya que hacía tras años que no volvíamos a Madrid por el impasse que nos había generado la pandemia. En medio de esa tertulia colectiva, me preguntaron qué era de mí, qué había hecho durante todo este tiempo, una vez que hay una cierta normalidad en nuestras vidas cotidianas.
“Bueno, ya sabéis que, a pesar de estar jubilado, continúo como profesor honorario en la Universidad de Córdoba. Como ahora tengo bastante tiempo para escribir, suelo publicar habitualmente artículos semanales en los diarios de Andalucía Digital y también en Azagala, que es una revista de mi tierra”, les indico como inicio de mi intervención, una vez que hemos cumplimentado los saludos habituales.
“Ahora”, continúo, “estoy esperando que salga el libro que he escrito sobre la vida de don Álvaro de Luna, un personaje muy ligado a mi pueblo, pues recibió el título de conde de Alburquerque por parte del rey Juan II de Castilla. Por otro lado, hablo también del Castillo de Luna, que es como lo denominamos, y de la lucha que llevamos adelante para que no se creara en él una espantosa hospedería…”
“¿Sobre don Álvaro de Luna?”, me pregunta Juan, uno de los anfitriones, que se sorprende que haya tomado como tema la vida del valido de Juan II de Castilla. “Resérvanos un libro, pues para nosotros tiene mucho interés, ya que fue quien mandó construir el castillo de San Martín de Valdeiglesias, localidad madrileña que conocemos muy bien”. Le confirmo a él y a Pilar, su mujer, que, sin lugar a duda, tendrán uno de los ejemplares, pues es una edición limitada la que he encargado a la editorial Punto Rojo.
Al regreso a Córdoba, y recordando lo que habíamos hablado en aquella cena, acudo al tercer volumen de la Historia de los castillos de España, conjunto de tres extensos libros prologados por mi amigo el historiador británico Edward Cooper (con el que aparezco en la foto de portada en el paseo de Alburquerque denominado La Alameda), para informarme con detenimiento sobre el castillo de La Coracera, que es el nombre que recibe el de San Martín de Valdeiglesias, al tiempo que entro en internet para saber de los datos más recientes de esta fortaleza. Así pues, extraigo unos párrafos de este volumen:
“La historia del castillo de La Coracera va unida a la de la villa de San Martín de Valdeiglesias. La zona se repobló en el siglo XIII, al amparo del monasterio de Bernardos, cuyas enormes ruinas se encuentran junto a Pelayos de la Presa. Fue primero benedictino y posteriormente cisterciense. San Martín fue creciendo y los vasallos se sublevaron contra las posesiones de los monjes, pidiendo éstos ayuda a don Álvaro de Luna, que sofocó la rebelión e inició las obras en torno a 1434”.
Puesto que considero que siempre conviene que nos informemos de la organización arquitectónica de las fortalezas medievales, especialmente de aquellas que tuvieron relación con quien fuera el primer conde de Alburquerque, aporto aquí algunos datos, así como un sencillo dibujo de la planta para que comprendamos su estructura.
El castillo de La Coracera se encuentra emplazado fuera de la población, en un cerro de laderas muy suaves. Consta de una cerca, construida posteriormente al propio castillo, con forma irregular y tramos curvados. La planta del castillo, como puede apreciarse, es cuadrada, de modo que en tres esquinas aparecen torres de tipo cilíndrico, y la cuarta, que corresponde a la torre del homenaje, es de tipo pentagonal, con tres garitones en la parte exterior, siendo el central más grande y alto que los otros dos.
Como datos recientes a tener en cuenta, conviene indicar que, en el año 1940, así como hace un par de décadas, se emprendieron obras de restauración y rehabilitación, por lo que la fortaleza se encuentra en buen estado de conservación. En el año 2003 se creó la Fundación Castillo de la Coracera en la que participa el Ayuntamiento de San Martín de Valdeiglesias y que, con el fin de potenciar el valor del castillo, se ha aprobado un proyecto para la instalación en sus dependencias del Museo de los Vinos de Madrid.
Regresando a don Álvaro de Luna, quisiera indicar que a lo largo de su existencia tuvo numerosos y poderosos enemigos en la alta nobleza, ya que lo consideraban un advenedizo y un personaje que manejaba a su antojo al rey. Es por ello que, frente a los Infantes de Aragón y la gran nobleza terrateniente, el condestable se apoyó en la pequeña nobleza, las ciudades, el bajo clero y en algunos personajes con poder en la corte de Castilla.
A todos sus enemigos externos los conocía muy bien. Sin embargo, el apoyo incondicional que prestó al nuevo matrimonio de Juan II con Isabel de Portugal sería, con el paso del tiempo, el mayor error que pagó con su vida, al ser condenado y ejecutado el 2 de junio de 1453 en la Plaza Mayor de Valladolid.
Parar cerrar, quisiera apuntar que los autores que lo defienden manifiestan que el juicio al que fue sometido acabó siendo un simulacro, pues previamente ya estaba sentenciado. Por otro lado, Álvaro de Luna siempre fue leal al rey, al tiempo que defendió la integridad del reino de Castilla, frente a las ambiciones secesionistas de la nobleza.
Quienes se posicionan en su contra, lo han presentado como a un ser ambicioso y sin escrúpulos, que manejaba al rey a su antojo y que se deshizo de sus enemigos sin parar en los medios a utilizar. Lo cierto es que su vida, tal como indico al principio, se nos muestra como una historia verdaderamente apasionante, cargadas de intrigas, con luces y sombras, por lo que queda abierta a distintas interpretaciones.
AURELIANO SÁINZ