Entiendo a esos indecisos o, incluso, votantes de izquierdas de toda la vida que se plantean votar a Vox en las próximas elecciones en Andalucía. Es más, el mayor defecto de los ‘progres’ es su incapacidad para empatizar con ellos. Sin embargo, quisiera decir a esas personas que Vox está lejos de ser la solución a los males de la sociedad andaluza.
Vox, al igual que el sanchismo y la sopa de letras podemita, es un movimiento populista que pretende acabar lo que el Gobierno más ‘progre’ de la Historia de España agravó “a velocidad de crucero”: el desgaste de las instituciones democráticas, incluyendo a la prensa.
Que Macarena Olona sea andaluza de Alicante es el más pueril de los argumentos. Vox toma los mismos planteamientos que los ‘progresistas’ y los revierte a su gusto. Solo hay que leer el siguiente párrafo, extraído de su Agenda España:
Las sociedades occidentales están amenazadas por un totalitarismo global promocionado por grandes fortunas, el consenso progre de las élites; y apoyado por las fuerzas de choque de la extrema izquierda. El resultado es la indefensión de los españoles y sus familias ante el rodillo de una agenda totalitaria que amenaza gravemente las libertades.
Si le cambiáramos las palabras ‘progre’ por ‘facha’ y ‘extrema izquierda’ por ‘extrema derecha’, este párrafo podría ser firmado por el Kennedy español o por la ‘ministre’ de Igualdad. Porque son lo mismo desde el extremo opuesto.
Hay quien cree que la solución se encuentra en votar a personas “que hablan claro” frente a la lenta y decidida descomposición del Estado, la ausencia de políticas económicas serias, y una corrupción que no entiende de colores.
Sin embargo, no nos perdamos. Estamos hablando de un partido político que tiene entre sus propuestas acabar con la Radio y Televisión de Andalucía (RTVA). Es más, Vox no ha dedicado a Andalucía ni un mísero programa electoral. Se trata de una posición política que está en contra de la autonomía de Andalucía, en vez de defender nuestro modelo frente a los excesos de vascos y catalanes. Estamos hablando del nacionalismo español más cerril.
Cerril y cobarde, puesto que se exponen lo justo ante la Opinión Pública. Son escasas las entrevistas a miembros de este partido tanto en Andalucía como en España. Porque a los que “hablan claro” no les gustan las entrevistas ante profesionales de la información.
Al igual que ha ocurrido en otros países, el populismo busca desgastar las instituciones para, al final, ponerlas a su servicio o extinguirlas con causa justificada. Esta cuestión ya ha sido estudiada por numerosos sociólogos y politólogos, y no vamos a insistir en ello.
Son elecciones autonómicas y, sin embargo, los andaluces votarán en su mayoría en clave nacional. El sanchismo muestra signos de agotamiento y, en pleno cambio de tendencia, Vox y PP se han crecido. Mientras, Ciudadanos mendiga unos escaños al amparo del Partido Popular y las izquierdas populistas aspiran a sobrevivir a sí mismas.
La mayoría de los votantes andaluces son defensores de lo público –desde la exigencia de una gestión responsable, que no la habido durante años–, autonomistas convencidos y españoles sin complejos ni conflictos de identidad. Sí, es cierto, muchos estamos desencantados y renegamos de los partidos tradicionales. Sin embargo, los movimientos populistas están lejos de ser una solución.
Si queremos combatir estos extremos, la solución es defender las instituciones. Debemos exigir una prensa libre, con calidad y con observancia de los mínimos deontológicos. La corrupción debe combatirse con ahínco y el poder judicial debe ser, al fin, independiente. Necesidades incompatibles con la esencia del régimen partitocrático del 78.
Esa defensa de las instituciones debe empezar en Andalucía, si es que pretendemos ‘reconquistar’ España, como fomenta Vox en su propaganda. Tanto Vox como el sanchismo y los movimientos populistas de pseudoizquierda no son más que la degeneración del sistema. Pongámosles un alto.
Haereticus dixit.
Vox, al igual que el sanchismo y la sopa de letras podemita, es un movimiento populista que pretende acabar lo que el Gobierno más ‘progre’ de la Historia de España agravó “a velocidad de crucero”: el desgaste de las instituciones democráticas, incluyendo a la prensa.
Que Macarena Olona sea andaluza de Alicante es el más pueril de los argumentos. Vox toma los mismos planteamientos que los ‘progresistas’ y los revierte a su gusto. Solo hay que leer el siguiente párrafo, extraído de su Agenda España:
Las sociedades occidentales están amenazadas por un totalitarismo global promocionado por grandes fortunas, el consenso progre de las élites; y apoyado por las fuerzas de choque de la extrema izquierda. El resultado es la indefensión de los españoles y sus familias ante el rodillo de una agenda totalitaria que amenaza gravemente las libertades.
Si le cambiáramos las palabras ‘progre’ por ‘facha’ y ‘extrema izquierda’ por ‘extrema derecha’, este párrafo podría ser firmado por el Kennedy español o por la ‘ministre’ de Igualdad. Porque son lo mismo desde el extremo opuesto.
Hay quien cree que la solución se encuentra en votar a personas “que hablan claro” frente a la lenta y decidida descomposición del Estado, la ausencia de políticas económicas serias, y una corrupción que no entiende de colores.
Sin embargo, no nos perdamos. Estamos hablando de un partido político que tiene entre sus propuestas acabar con la Radio y Televisión de Andalucía (RTVA). Es más, Vox no ha dedicado a Andalucía ni un mísero programa electoral. Se trata de una posición política que está en contra de la autonomía de Andalucía, en vez de defender nuestro modelo frente a los excesos de vascos y catalanes. Estamos hablando del nacionalismo español más cerril.
Cerril y cobarde, puesto que se exponen lo justo ante la Opinión Pública. Son escasas las entrevistas a miembros de este partido tanto en Andalucía como en España. Porque a los que “hablan claro” no les gustan las entrevistas ante profesionales de la información.
Al igual que ha ocurrido en otros países, el populismo busca desgastar las instituciones para, al final, ponerlas a su servicio o extinguirlas con causa justificada. Esta cuestión ya ha sido estudiada por numerosos sociólogos y politólogos, y no vamos a insistir en ello.
Son elecciones autonómicas y, sin embargo, los andaluces votarán en su mayoría en clave nacional. El sanchismo muestra signos de agotamiento y, en pleno cambio de tendencia, Vox y PP se han crecido. Mientras, Ciudadanos mendiga unos escaños al amparo del Partido Popular y las izquierdas populistas aspiran a sobrevivir a sí mismas.
La mayoría de los votantes andaluces son defensores de lo público –desde la exigencia de una gestión responsable, que no la habido durante años–, autonomistas convencidos y españoles sin complejos ni conflictos de identidad. Sí, es cierto, muchos estamos desencantados y renegamos de los partidos tradicionales. Sin embargo, los movimientos populistas están lejos de ser una solución.
Si queremos combatir estos extremos, la solución es defender las instituciones. Debemos exigir una prensa libre, con calidad y con observancia de los mínimos deontológicos. La corrupción debe combatirse con ahínco y el poder judicial debe ser, al fin, independiente. Necesidades incompatibles con la esencia del régimen partitocrático del 78.
Esa defensa de las instituciones debe empezar en Andalucía, si es que pretendemos ‘reconquistar’ España, como fomenta Vox en su propaganda. Tanto Vox como el sanchismo y los movimientos populistas de pseudoizquierda no son más que la degeneración del sistema. Pongámosles un alto.
Haereticus dixit.
RAFAEL SOTO