El día 11 de marzo de 2004 nos despertamos con una terrible noticia que conmovió a toda España, dado que, pasados unos minutos de las siete y media de la mañana, se produjeron diez explosiones casi simultáneas en cuatro trenes de la red de Cercanías de Madrid.
La noticia muy pronto se extendió por todos los medios de comunicación que aparcaron los programas que estaban emitiendo para informar de esta noticia. De modo especial, los canales de televisión comenzaron a emitir imágenes de los vagones de trenes destrozados como si fueran de juguete, al tiempo que también podían verse en las pantallas escenas terribles de los numerosos heridos, repartidos por todos los sitios, junto con las ambulancias que comenzaban a desplazarse a los escenarios en los que se habían producido las explosiones.
Por mi parte, dado que una profesora amiga, antigua alumna de la Facultad, impartía docencia en uno de los colegios de la barriada El Pozo del Tío Raimundo, muy cercano al lugar en el que uno de los trenes había sufrido un atentado, me puse en contacto con ella para ver cómo se encontraba, al tiempo que le preguntaba por la situación de los niños de su clase.
Me explicó que los pequeños estaban muy nerviosos y alterados, dado que algunos de ellos iban caminando hacia el colegio cuando se produjeron las detonaciones. También me indicó que el colegio estaba cerrado y vigilado por la Policía para que nadie pudiese entrar ni salir del mismo. A las familias se les informaban puntualmente, tranquilizándolas, al tiempo que se les aconsejaba que no fueran al colegio a recogerlos, pues corrían peligro al no saber qué acontecía en el exterior.
Las dudas de si había sido un atentado terrorista de ETA o de grupos radicales islamistas pronto empezaron a aclararse, a pesar de que algunos medios insistían en la autoría de ETA. Finalmente, la Audiencia Nacional sentenció que fueron miembros de Al Qaeda y del Grupo Islámico Combatiente Marroquí; sentencia que, posteriormente, fue reiterada por el Tribunal Supremo.
Para seguir la línea de investigación que a lo largo del tiempo he llevado a cabo sobre la violencia y cómo es percibida por los escolares, pasados unos días, le pedí a esta profesora amiga que me hiciera el favor de indicarles a los niños y niñas de su centro que dibujaran en una hoja en blanco la escena que ellos quisieran de lo que sabían de estos atentados.
De igual modo, y puesto que las informaciones fueron muy abundantes, también hice esta petición a profesores que no eran de centros de Madrid, con el fin de comparar las interpretaciones que realizaban los escolares de colegios próximos a los lugares de los atentados con las de quienes, al vivir lejos de la gran ciudad, los habían visto por la televisión.
De entre los primeros, he seleccionado para la portada el dibujo de un niño de 7 años que tuvo conocimiento de los atentados por la proximidad de su colegio a los hechos acontecidos. La escena es verdaderamente dantesca, pues parece realizada por un pintor expresionista. En ella vemos uno de los vagones hecho un verdadero amasijo de hierros devorado por las llamas, al tiempo que los cuerpos de heridos y mutilados, tanto de hombres como mujeres o niños, se encuentran esparcidos por el suelo.
La escena del dibujo de la portada contrasta con la del que acabamos de ver, realizada por otro niño de un colegio de un pueblo de Badajoz, quien contempló las imágenes por la televisión, a pesar de que sus padres estuvieron al tanto de que no recibiera por la pantalla las escenas más dramáticas. Esto dio lugar a que trazara con bastante precisión una visión aérea de un tren de Renfe, con uno de los vagones roto por la explosión que tuvo. No traza personajes en el entorno y en las vías del ferrocarril, por lo que es un dibujo desdramatizado, dado que únicamente añade una ambulancia con el número 112.
Tal como indico, los escolares de los colegios de Madrid sí que plasmaron escenas cargadas de un enorme dramatismo. Así, en el dibujo precedente, volvemos a ver un vagón partido en dos que arde en llamas, rodeado de personas heridas o mutiladas por el suelo que intentan caminar aunque les falte una pierna ya que ha sido sesgada por la metralla que les ha alcanzado.
Un dato a tener en cuenta fue el alto número de heridos y fallecidos en estos atentados. Los datos finales confirmaron 192 muertes, de las cuales 142 correspondían a ciudadanos españoles y 50 a personas de otras nacionalidades. El hecho de que hubiera este número tan elevado de extranjeros se debe a que, a esa hora de la mañana, los trenes se encontraban llenos de viajeros que iban a sus lugares de trabajo. Quizás esta gran cantidad de heridos y fallecidos fuera motivo por el que la niña autora del dibujo anterior, tras haber trazado el vagón en la parte superior de la lámina, dejara un amplio espacio para plasmar las numerosas ambulancias que venían en auxilio de los afectados.
Al igual que en el artículo dedicado a los atentados del 11-S de las Torres Gemelas de Nueva York hubo escolares que en sus dibujos se centraron en los auxilios a las personas afectadas, también en este trabajo que llevé a cabo hubo niños y niñas que se fijaron en los auxilios de los enfermeros que acudían en ayuda de los heridos. Es lo que hace este niño de 8 años que muestra a dos enfermeros transportando en una camilla a un afectado. En este caso, sin el dramatismo que apreciamos en el dibujo siguiente.
Aunque las imágenes recibidas por televisión pudieran ser impactantes, lo cierto es que la proximidad a los lugares de conflictos bélicos o de atentados terroristas proporciona, lógicamente, una mayor tensión emocional en los escolares. Es lo que acontece con el dibujo de la niña de 7 años de la barriada del Pozo del Tío Raimundo de Madrid que acude a describir sus sentimientos añadiendo frases de dolor a los protagonistas de la escena que ha elaborado, al tiempo que comentarios personales a favor de la paz y en contra de la violencia.
Pasados los días de mayor dramatismo, la población se movilizó en apoyo a las víctimas y sus familias. Esto dio lugar a que en el Parque del Retiro se creara el Bosque de los Ausentes, pasando, posteriormente, a llamarse Bosque de los Recuerdos, como homenaje a los 192 fallecidos. De igual modo, al lado de la estación de Atocha se levantó un monumento de cristal cilíndrico con los nombres de todos los que habían perdido sus vidas. Otro de los modos que tiene la gente de expresar su dolor es llevando al lugar de los hechos ramos de flores, pequeños peluches o mensajes escritos de recuerdos, tal como lo muestra la autora del dibujo precedente.
Quisiera cerrar este breve recorrido acerca del mayor atentado terrorista que ha sufrido nuestro país con un dibujo altamente expresivo y que, alejándose de la descripción gráfica de los hechos, el pequeño autor acude al simbolismo al dibujar con ceras un cielo que descarga una gran cantidad de rayos rojos sobre los vagones del tren, o, quizás, sean llamaradas que desde el tren se alzan al cielo como expresión del horror de esta gran tragedia. Una tragedia que debe hacernos claramente solidarios con la población de Ucrania que sufre el terror de los atentados planificados desde el Kremlin.
La noticia muy pronto se extendió por todos los medios de comunicación que aparcaron los programas que estaban emitiendo para informar de esta noticia. De modo especial, los canales de televisión comenzaron a emitir imágenes de los vagones de trenes destrozados como si fueran de juguete, al tiempo que también podían verse en las pantallas escenas terribles de los numerosos heridos, repartidos por todos los sitios, junto con las ambulancias que comenzaban a desplazarse a los escenarios en los que se habían producido las explosiones.
Por mi parte, dado que una profesora amiga, antigua alumna de la Facultad, impartía docencia en uno de los colegios de la barriada El Pozo del Tío Raimundo, muy cercano al lugar en el que uno de los trenes había sufrido un atentado, me puse en contacto con ella para ver cómo se encontraba, al tiempo que le preguntaba por la situación de los niños de su clase.
Me explicó que los pequeños estaban muy nerviosos y alterados, dado que algunos de ellos iban caminando hacia el colegio cuando se produjeron las detonaciones. También me indicó que el colegio estaba cerrado y vigilado por la Policía para que nadie pudiese entrar ni salir del mismo. A las familias se les informaban puntualmente, tranquilizándolas, al tiempo que se les aconsejaba que no fueran al colegio a recogerlos, pues corrían peligro al no saber qué acontecía en el exterior.
Las dudas de si había sido un atentado terrorista de ETA o de grupos radicales islamistas pronto empezaron a aclararse, a pesar de que algunos medios insistían en la autoría de ETA. Finalmente, la Audiencia Nacional sentenció que fueron miembros de Al Qaeda y del Grupo Islámico Combatiente Marroquí; sentencia que, posteriormente, fue reiterada por el Tribunal Supremo.
Para seguir la línea de investigación que a lo largo del tiempo he llevado a cabo sobre la violencia y cómo es percibida por los escolares, pasados unos días, le pedí a esta profesora amiga que me hiciera el favor de indicarles a los niños y niñas de su centro que dibujaran en una hoja en blanco la escena que ellos quisieran de lo que sabían de estos atentados.
De igual modo, y puesto que las informaciones fueron muy abundantes, también hice esta petición a profesores que no eran de centros de Madrid, con el fin de comparar las interpretaciones que realizaban los escolares de colegios próximos a los lugares de los atentados con las de quienes, al vivir lejos de la gran ciudad, los habían visto por la televisión.
De entre los primeros, he seleccionado para la portada el dibujo de un niño de 7 años que tuvo conocimiento de los atentados por la proximidad de su colegio a los hechos acontecidos. La escena es verdaderamente dantesca, pues parece realizada por un pintor expresionista. En ella vemos uno de los vagones hecho un verdadero amasijo de hierros devorado por las llamas, al tiempo que los cuerpos de heridos y mutilados, tanto de hombres como mujeres o niños, se encuentran esparcidos por el suelo.
La escena del dibujo de la portada contrasta con la del que acabamos de ver, realizada por otro niño de un colegio de un pueblo de Badajoz, quien contempló las imágenes por la televisión, a pesar de que sus padres estuvieron al tanto de que no recibiera por la pantalla las escenas más dramáticas. Esto dio lugar a que trazara con bastante precisión una visión aérea de un tren de Renfe, con uno de los vagones roto por la explosión que tuvo. No traza personajes en el entorno y en las vías del ferrocarril, por lo que es un dibujo desdramatizado, dado que únicamente añade una ambulancia con el número 112.
Tal como indico, los escolares de los colegios de Madrid sí que plasmaron escenas cargadas de un enorme dramatismo. Así, en el dibujo precedente, volvemos a ver un vagón partido en dos que arde en llamas, rodeado de personas heridas o mutiladas por el suelo que intentan caminar aunque les falte una pierna ya que ha sido sesgada por la metralla que les ha alcanzado.
Un dato a tener en cuenta fue el alto número de heridos y fallecidos en estos atentados. Los datos finales confirmaron 192 muertes, de las cuales 142 correspondían a ciudadanos españoles y 50 a personas de otras nacionalidades. El hecho de que hubiera este número tan elevado de extranjeros se debe a que, a esa hora de la mañana, los trenes se encontraban llenos de viajeros que iban a sus lugares de trabajo. Quizás esta gran cantidad de heridos y fallecidos fuera motivo por el que la niña autora del dibujo anterior, tras haber trazado el vagón en la parte superior de la lámina, dejara un amplio espacio para plasmar las numerosas ambulancias que venían en auxilio de los afectados.
Al igual que en el artículo dedicado a los atentados del 11-S de las Torres Gemelas de Nueva York hubo escolares que en sus dibujos se centraron en los auxilios a las personas afectadas, también en este trabajo que llevé a cabo hubo niños y niñas que se fijaron en los auxilios de los enfermeros que acudían en ayuda de los heridos. Es lo que hace este niño de 8 años que muestra a dos enfermeros transportando en una camilla a un afectado. En este caso, sin el dramatismo que apreciamos en el dibujo siguiente.
Aunque las imágenes recibidas por televisión pudieran ser impactantes, lo cierto es que la proximidad a los lugares de conflictos bélicos o de atentados terroristas proporciona, lógicamente, una mayor tensión emocional en los escolares. Es lo que acontece con el dibujo de la niña de 7 años de la barriada del Pozo del Tío Raimundo de Madrid que acude a describir sus sentimientos añadiendo frases de dolor a los protagonistas de la escena que ha elaborado, al tiempo que comentarios personales a favor de la paz y en contra de la violencia.
Pasados los días de mayor dramatismo, la población se movilizó en apoyo a las víctimas y sus familias. Esto dio lugar a que en el Parque del Retiro se creara el Bosque de los Ausentes, pasando, posteriormente, a llamarse Bosque de los Recuerdos, como homenaje a los 192 fallecidos. De igual modo, al lado de la estación de Atocha se levantó un monumento de cristal cilíndrico con los nombres de todos los que habían perdido sus vidas. Otro de los modos que tiene la gente de expresar su dolor es llevando al lugar de los hechos ramos de flores, pequeños peluches o mensajes escritos de recuerdos, tal como lo muestra la autora del dibujo precedente.
Quisiera cerrar este breve recorrido acerca del mayor atentado terrorista que ha sufrido nuestro país con un dibujo altamente expresivo y que, alejándose de la descripción gráfica de los hechos, el pequeño autor acude al simbolismo al dibujar con ceras un cielo que descarga una gran cantidad de rayos rojos sobre los vagones del tren, o, quizás, sean llamaradas que desde el tren se alzan al cielo como expresión del horror de esta gran tragedia. Una tragedia que debe hacernos claramente solidarios con la población de Ucrania que sufre el terror de los atentados planificados desde el Kremlin.
AURELIANO SÁINZ