Estoy seguro de que en algún momento de nuestra vida hemos escuchado por los medios de comunicación, aunque sea de manera no atenta, una frase que no sabemos asociarla a qué tema o producto se estaba refiriendo la voz femenina que la pronunciaba. Aunque tengo que hacer un inciso en lo que acabo de decir: si quien sigue estas líneas es una lectora, posiblemente sepa apuntar correctamente hacia la diana de tan extendida frase.
Pues bien, se trata de un eslogan que la joven creativa Ilon Sprecht, perteneciente a la agencia publicitaria internacional de origen estadounidense McCann Erikson, imaginó, en 1972, para la compañía de cosméticos L´Oréal París para sus tintes de la gama Préfèrence y justificar de algún modo su mayor precio con los que tenía que competir.
La marca francesa acogió con entusiasmo este eslogan, puesto que podía justificarlo como una especie de apoyo a la autoestima y de defensa de los derechos de la mujer en una época en la que todavía se encontraba bastante relegada socialmente. Tanto interés despertó en la empresa que inmediatamente le dio el visto bueno a la joven publicista de 23 años que vio cómo su campaña la empezaba a encumbrar dentro del mundo publicitario.
Han transcurrido nada más y nada menos que cincuenta años desde que comenzó a difundirse “Porque yo lo valgo” y todavía se mantiene, aunque con ciertas diferencias. Para celebrar ese aniversario, recientemente la compañía ha publicitado “Porque nosotras lo valemos”. De este modo, no es una imagen femenina aislada la que aparece en los anuncios, sino que incorpora las de varias chicas (incluye una de raza negra, ya que es habitual en la publicidad actual de cosmética) para dar mayor amplitud al sector del consumo femenino al que puede llegar.
Así, al aparecer el eslogan en plural, abre el significado al conjunto del género femenino; aunque habría que matizar que todas las protagonistas son jóvenes modelos, lo que distancia el mensaje de las mujeres ‘de carne y hueso’, es decir, reales y que no tienen esos cánones de belleza.
Pero todo mensaje publicitario, especialmente el eslogan que lo acompaña, suele ser polisémico, es decir, puede tener diferentes significados, según la intención de quién lo haya creado y de quién lo esté interpretando. Y es a ello a lo que ahora quiero referirme, pues se puede también interpretar como una expresión de abierto narcisismo.
Escribo esto el día 6 de enero, fecha en las que muchos niños y niñas están disfrutando de los juguetes que han recibido de sus padres y/o abuelos, vía imaginaria de los Reyes Magos. Pero también es una fecha en la que se cruzan dos noticias internacionales: por un lado, se cumple el aniversario del asalto al Capitolio estadounidense por una turba de variopintos fanáticos que fueron alentados por otro no menos fanático, como era ese personaje llamado Donald Trump.
No voy a extenderme sobre la tremenda crisis que se ha abierto en este país a partir del apoyo que semejante individuo recibe del Partido Republicano por el hecho de ser un ricachón televisivo, cuyos pensamientos, posiblemente, giran alrededor de la idea que tiene interiorizada de “Porque yo lo valgo”. Puro narcisismo. Pura sandez.
Otra noticia que también nos ha llegado procede de las antípodas a nuestro país, es decir, desde Australia (aunque exactamente el antípoda de nuestro país es Nueva Zelanda). Se trata, como todos sabemos, de que el jugador de tenis serbio Novak Djokovic, que se había inscrito en el Open de Australia, se encuentra retenido en un hotel de Melbourne a la espera de que se resuelva la situación que ha generado, puesto que se niega a vacunarse contra la covid-19.
En un polo opuesto a este arrogante jugador aparece Rafa Nadal, que ha dado un claro ejemplo de responsabilidad social, dado que es consciente de que nos encontramos en una pandemia mundial y uno no puede excluirse de un comportamiento que está llevando a cabo gran parte de la población.
Por otro lado, parece que Djokovic tiene una gran dependencia, ya que su padre, como si fuera el protector de un niño mimado al que hay que cuidarlo en todo momento, ha arremetido contra las autoridades de ese país. Esto ha llegado a encender al Gobierno serbio, como si fuera un problema de Estado al que se enfrenta, porque al ‘pequeño’ ídolo del tenis no le dejan jugar como él quiere, es decir, saltándose las normas del Open, las mismas que el resto de participantes ha asumido, porque es una decisión libre participar o no en ese torneo. Ninguno está obligado a hacerlo.
Vemos, pues, a otro gran narcisista que padece el síndrome de “Porque yo lo valgo”, al que conviene frenarlo ya que rompe las raquetas cuando no le salen las cosas como él espera o monta una fiesta en su país sin mascarillas y sin ninguna de las protecciones recomendadas por las autoridades sanitarias.
A estos personajes que, lamentablemente, están más extendidos de lo que suponemos, hay que pararles los pies lo más pronto posible, porque acaban siendo un peligro público en cualquiera de los sitios en los que se encuentran.
Pues bien, se trata de un eslogan que la joven creativa Ilon Sprecht, perteneciente a la agencia publicitaria internacional de origen estadounidense McCann Erikson, imaginó, en 1972, para la compañía de cosméticos L´Oréal París para sus tintes de la gama Préfèrence y justificar de algún modo su mayor precio con los que tenía que competir.
La marca francesa acogió con entusiasmo este eslogan, puesto que podía justificarlo como una especie de apoyo a la autoestima y de defensa de los derechos de la mujer en una época en la que todavía se encontraba bastante relegada socialmente. Tanto interés despertó en la empresa que inmediatamente le dio el visto bueno a la joven publicista de 23 años que vio cómo su campaña la empezaba a encumbrar dentro del mundo publicitario.
Han transcurrido nada más y nada menos que cincuenta años desde que comenzó a difundirse “Porque yo lo valgo” y todavía se mantiene, aunque con ciertas diferencias. Para celebrar ese aniversario, recientemente la compañía ha publicitado “Porque nosotras lo valemos”. De este modo, no es una imagen femenina aislada la que aparece en los anuncios, sino que incorpora las de varias chicas (incluye una de raza negra, ya que es habitual en la publicidad actual de cosmética) para dar mayor amplitud al sector del consumo femenino al que puede llegar.
Así, al aparecer el eslogan en plural, abre el significado al conjunto del género femenino; aunque habría que matizar que todas las protagonistas son jóvenes modelos, lo que distancia el mensaje de las mujeres ‘de carne y hueso’, es decir, reales y que no tienen esos cánones de belleza.
Pero todo mensaje publicitario, especialmente el eslogan que lo acompaña, suele ser polisémico, es decir, puede tener diferentes significados, según la intención de quién lo haya creado y de quién lo esté interpretando. Y es a ello a lo que ahora quiero referirme, pues se puede también interpretar como una expresión de abierto narcisismo.
Escribo esto el día 6 de enero, fecha en las que muchos niños y niñas están disfrutando de los juguetes que han recibido de sus padres y/o abuelos, vía imaginaria de los Reyes Magos. Pero también es una fecha en la que se cruzan dos noticias internacionales: por un lado, se cumple el aniversario del asalto al Capitolio estadounidense por una turba de variopintos fanáticos que fueron alentados por otro no menos fanático, como era ese personaje llamado Donald Trump.
No voy a extenderme sobre la tremenda crisis que se ha abierto en este país a partir del apoyo que semejante individuo recibe del Partido Republicano por el hecho de ser un ricachón televisivo, cuyos pensamientos, posiblemente, giran alrededor de la idea que tiene interiorizada de “Porque yo lo valgo”. Puro narcisismo. Pura sandez.
Otra noticia que también nos ha llegado procede de las antípodas a nuestro país, es decir, desde Australia (aunque exactamente el antípoda de nuestro país es Nueva Zelanda). Se trata, como todos sabemos, de que el jugador de tenis serbio Novak Djokovic, que se había inscrito en el Open de Australia, se encuentra retenido en un hotel de Melbourne a la espera de que se resuelva la situación que ha generado, puesto que se niega a vacunarse contra la covid-19.
En un polo opuesto a este arrogante jugador aparece Rafa Nadal, que ha dado un claro ejemplo de responsabilidad social, dado que es consciente de que nos encontramos en una pandemia mundial y uno no puede excluirse de un comportamiento que está llevando a cabo gran parte de la población.
Por otro lado, parece que Djokovic tiene una gran dependencia, ya que su padre, como si fuera el protector de un niño mimado al que hay que cuidarlo en todo momento, ha arremetido contra las autoridades de ese país. Esto ha llegado a encender al Gobierno serbio, como si fuera un problema de Estado al que se enfrenta, porque al ‘pequeño’ ídolo del tenis no le dejan jugar como él quiere, es decir, saltándose las normas del Open, las mismas que el resto de participantes ha asumido, porque es una decisión libre participar o no en ese torneo. Ninguno está obligado a hacerlo.
Vemos, pues, a otro gran narcisista que padece el síndrome de “Porque yo lo valgo”, al que conviene frenarlo ya que rompe las raquetas cuando no le salen las cosas como él espera o monta una fiesta en su país sin mascarillas y sin ninguna de las protecciones recomendadas por las autoridades sanitarias.
A estos personajes que, lamentablemente, están más extendidos de lo que suponemos, hay que pararles los pies lo más pronto posible, porque acaban siendo un peligro público en cualquiera de los sitios en los que se encuentran.
AURELIANO SÁINZ