No me lo podía creer cuando dieron la noticia: "Ha muerto Almudena Grandes". No sabía ni que estaba enferma. Ando tan desconectada de las noticias y de las redes...Y se me quedó el corazón helado, como el título de mi libro favorito. Un libro que es una gran telaraña perfectamente entretejida, en el que no queda ningún cabo suelto; en el que todas las piezas encajan con una redacción que te atrapa y no te suelta. Y con el que aprendí más de la guerra fratricida española y descubrí que la izquierda pierde porque se divide y se enfrenta entre ella.
Ha muerto una mujer inteligente y con conciencia social, que ha dejado huérfanos, por segunda vez, a los que perdieron la guerra, a los que esperan en sus tumbas a sus seres queridos para que los lleven a casa de nuevo. Aquellos que cometieron el pecado de pensar diferente y creyeron en una sociedad más justa, o que ni creyeron nada, pero que los mataron únicamente por ser familiares de un republicano, como la abuela de mi amiga Maribel. "Dime dónde está tu hijo o te mato". Y la mataron. Y, desde entonces, anda en una cuneta perdida.
Digo que se quedan huérfanos por segunda vez porque también se fue Dulce Chacón, que tuvo la valentía de despertar la voz dormida de aquellos que callaron por miedo, aun siendo ella una hija del régimen golpista.
¿Por qué muere la gente buena que quiere ayudar y consolar? ¿Por qué hay tantas malas personas que permanecen entre nosotros haciendo el mal? Es el misterio que no logro comprender desde niña. Una sociedad que no conoce su historia, está condenada a repetirla. Los españoles nos matamos entre nosotros, no necesitamos enemigos externos: con la envidia nos basta.
Un amigo austriaco me contó cómo con 12 años lo llevaron a un campo de concentración nazi para que supiera lo que pasó, para que no se repitiera la barbarie. Y aquí, en España, todo lo quieren ocultar tras velos de mentiras. La gente joven tiene derecho a saber cómo fue la dictadura, cómo se sacaba a la gente de noche de sus casas y se las mataba sin juicio ninguno.
Las mujeres jóvenes tienen que saber que, por el simple hecho de nacer mujer, no teníamos derechos ningunos: pasabas de estar a las órdenes de tu padre, a las de tu marido. No podías tener una cuenta en el banco, ni trabajar, ni salir sola. Eras una sierva del hombre y las leyes están ahí para quien las quiera ver. No es una mentira: era una dura realidad. Lean el Código Civil de la época, el mismo que el de los romanos dos mil años antes.
Almudena y Dulce nos hacen mucha falta. Muchísima. ¿Quién contará ahora la historia negra reciente de este país, con hechos y datos? ¿Quiénes darán voz a los que sufren y quieren acallar? ¿Quién usará una bella narrativa para contarnos un cuento horrible que fue verdad?
Huérfanos nos quedamos todos aquellos que somos demócratas, da igual el color. Porque aquellos que defienden el odio y el terror y manipulan a la pobre gente para conseguir poder y dinero no creen en la Democracia y en el respeto que conlleva. De hecho, son seres malos que algún día tendrán que rendir cuentas ante su Dios.
Ha muerto una mujer inteligente y con conciencia social, que ha dejado huérfanos, por segunda vez, a los que perdieron la guerra, a los que esperan en sus tumbas a sus seres queridos para que los lleven a casa de nuevo. Aquellos que cometieron el pecado de pensar diferente y creyeron en una sociedad más justa, o que ni creyeron nada, pero que los mataron únicamente por ser familiares de un republicano, como la abuela de mi amiga Maribel. "Dime dónde está tu hijo o te mato". Y la mataron. Y, desde entonces, anda en una cuneta perdida.
Digo que se quedan huérfanos por segunda vez porque también se fue Dulce Chacón, que tuvo la valentía de despertar la voz dormida de aquellos que callaron por miedo, aun siendo ella una hija del régimen golpista.
¿Por qué muere la gente buena que quiere ayudar y consolar? ¿Por qué hay tantas malas personas que permanecen entre nosotros haciendo el mal? Es el misterio que no logro comprender desde niña. Una sociedad que no conoce su historia, está condenada a repetirla. Los españoles nos matamos entre nosotros, no necesitamos enemigos externos: con la envidia nos basta.
Un amigo austriaco me contó cómo con 12 años lo llevaron a un campo de concentración nazi para que supiera lo que pasó, para que no se repitiera la barbarie. Y aquí, en España, todo lo quieren ocultar tras velos de mentiras. La gente joven tiene derecho a saber cómo fue la dictadura, cómo se sacaba a la gente de noche de sus casas y se las mataba sin juicio ninguno.
Las mujeres jóvenes tienen que saber que, por el simple hecho de nacer mujer, no teníamos derechos ningunos: pasabas de estar a las órdenes de tu padre, a las de tu marido. No podías tener una cuenta en el banco, ni trabajar, ni salir sola. Eras una sierva del hombre y las leyes están ahí para quien las quiera ver. No es una mentira: era una dura realidad. Lean el Código Civil de la época, el mismo que el de los romanos dos mil años antes.
Almudena y Dulce nos hacen mucha falta. Muchísima. ¿Quién contará ahora la historia negra reciente de este país, con hechos y datos? ¿Quiénes darán voz a los que sufren y quieren acallar? ¿Quién usará una bella narrativa para contarnos un cuento horrible que fue verdad?
Huérfanos nos quedamos todos aquellos que somos demócratas, da igual el color. Porque aquellos que defienden el odio y el terror y manipulan a la pobre gente para conseguir poder y dinero no creen en la Democracia y en el respeto que conlleva. De hecho, son seres malos que algún día tendrán que rendir cuentas ante su Dios.
MARÍA JESÚS SÁNCHEZ
FOTOGRAFÍA: ELISA ARROYO
FOTOGRAFÍA: ELISA ARROYO