En el anterior artículo habíamos hecho un recorrido por algunos de los murales que pueden verse en Romangordo, un extraordinario pueblecito de Extremadura. También comentábamos que la iniciativa partió de la alcaldesa fallecida, Charo Cordero, quien tuvo la genial idea de invitar a tres estudiantes de Bellas Artes en Madrid para comenzar lo que conocemos como "trampantojos" en distintas paredes de la localidad.
Pero no solamente fueron las paredes lo que el grupo Muro Crítico llevó adelante con gran habilidad, sino también las puertas de casas y de cocheras que hay en el pueblo. Sobre este aspecto quisiera apuntar que los cierres metálicos presentan especial dificultad a la hora de plasmar escenas o rostros de personajes, dado que están formados por lamas metálicas ensartadas, lo que presenta un cierto problema, ya que en ellas resulta ser distinto a pintar sobre una pared lisa, tal como habíamos visto en los murales precedentes.
También se pintaron algunas puertas de madera que sirven de entrada a casas modestas, como es el caso de la que aparece en la portada de este artículo, en la que vemos que, ficticiamente, una vaca se asoma por encima del postigo que se supone abierto, provocando la sorpresa en el espectador; sorpresa que solo se deshace cuando ya se encuentra cerca de la entrada y se es consciente del engaño que provoca a la vista.
En las cuatro fotografías precedentes comprobamos que uno de los temas que más aparece en las puertas pintadas es el de objetos que forman, o han formado, parte de la vida cotidiana de las gentes de Romangordo. Así, podemos ver la perspectiva de la antigua barra de bar en la que se muestran una botella de gaseosa y otra de sifón; también, el tradicional asiento de las barberías; o los utensilios que los médicos rurales portaban cuando visitaban las casas de los pacientes; e, incluso, la imagen de un antiguo Renault de color verde oliva y con la matrícula incluida, lo que nos hace pensar que es del propietario de esa cochera.
Uno de los trampantojos pintados en la pared que vimos en el anterior trabajo fue el de Charo Cordero, antigua alcaldesa, a la que se quería recordar con esa imagen, por ser la promotora de esta magnífica experiencia. También podemos contemplar algunos rostros concretos de personas del propio pueblo que sirven como motivo para decorar las puertas.
Es lo que sucede con los dos excelentes retratos que acabamos de ver y que corresponden a una mujer y un hombre mayores, que, a buen seguro, son los propietarios de los lugares en los que han sido plasmados y sin que tengan ningún reparo en mostrarse públicamente.
En los murales pintados en las puertas no podían faltar los viejos oficios que en la actualidad sobreviven con dificultades ante el avance de las nuevas tecnologías que parecen destinadas a barrer las tradiciones que se mantuvieron durante mucho tiempo en las zonas rurales.
Dado que son numerosos, me ha parecido oportuno presentar seis de ellos, agrupados de tres en tres. En este primer grupo aparecen el zapatero que remendaba toda clase de zapatos; una mujer que se encuentra elaborando un queso casero y un hombre, portando una gorra verde, que utiliza una de las antiguas máquinas de coser.
En estos trabajos artesanos las manos juegan un papel crucial. Ahí están las que elaboran los embutidos tras las matanzas; las que se afanan para acabar con unos dulces que no son el resultado de procesos industriales; las que aprietan con maña las ubres en el ordeño de las vacas: son manos duras, ásperas, moldeadas por el tiempo y la severidad de una labor que exige una entrega cotidiana a la que no pueden faltar cada día, pues se muestran vitales para la subsistencia de sus dueños. Lejos, pues, de las manos ligeras y frágiles que teclean en los portátiles o los móviles, tal como exige un mundo cada vez más distanciado de los oficios muy ligados al mundo rural y a la naturaleza.
Cierro este homenaje a ese pequeño pueblo que, sin embargo, se ha hecho grande por la creatividad y la imaginación que han aportado a través de estos murales, con la figura del campesino labrando la tierra con dos mulos, tal como se realizaba desde tiempos ancestrales.
Es una imagen que pictóricamente se asemeja a la técnica de la acuarela por la imprecisión de las figuras, aunque lo más probable es que esté realizada con pintura acrílica o con aerosoles. No deja de ser, a fin de cuentas, una especie de síntesis de todas las escenas que el grupo Muro Crítico ha plasmado en un rincón extremeño, idea que podría ser tomada como ejemplo o referente en otros lugares.
Pero no solamente fueron las paredes lo que el grupo Muro Crítico llevó adelante con gran habilidad, sino también las puertas de casas y de cocheras que hay en el pueblo. Sobre este aspecto quisiera apuntar que los cierres metálicos presentan especial dificultad a la hora de plasmar escenas o rostros de personajes, dado que están formados por lamas metálicas ensartadas, lo que presenta un cierto problema, ya que en ellas resulta ser distinto a pintar sobre una pared lisa, tal como habíamos visto en los murales precedentes.
También se pintaron algunas puertas de madera que sirven de entrada a casas modestas, como es el caso de la que aparece en la portada de este artículo, en la que vemos que, ficticiamente, una vaca se asoma por encima del postigo que se supone abierto, provocando la sorpresa en el espectador; sorpresa que solo se deshace cuando ya se encuentra cerca de la entrada y se es consciente del engaño que provoca a la vista.
En las cuatro fotografías precedentes comprobamos que uno de los temas que más aparece en las puertas pintadas es el de objetos que forman, o han formado, parte de la vida cotidiana de las gentes de Romangordo. Así, podemos ver la perspectiva de la antigua barra de bar en la que se muestran una botella de gaseosa y otra de sifón; también, el tradicional asiento de las barberías; o los utensilios que los médicos rurales portaban cuando visitaban las casas de los pacientes; e, incluso, la imagen de un antiguo Renault de color verde oliva y con la matrícula incluida, lo que nos hace pensar que es del propietario de esa cochera.
Uno de los trampantojos pintados en la pared que vimos en el anterior trabajo fue el de Charo Cordero, antigua alcaldesa, a la que se quería recordar con esa imagen, por ser la promotora de esta magnífica experiencia. También podemos contemplar algunos rostros concretos de personas del propio pueblo que sirven como motivo para decorar las puertas.
Es lo que sucede con los dos excelentes retratos que acabamos de ver y que corresponden a una mujer y un hombre mayores, que, a buen seguro, son los propietarios de los lugares en los que han sido plasmados y sin que tengan ningún reparo en mostrarse públicamente.
En los murales pintados en las puertas no podían faltar los viejos oficios que en la actualidad sobreviven con dificultades ante el avance de las nuevas tecnologías que parecen destinadas a barrer las tradiciones que se mantuvieron durante mucho tiempo en las zonas rurales.
Dado que son numerosos, me ha parecido oportuno presentar seis de ellos, agrupados de tres en tres. En este primer grupo aparecen el zapatero que remendaba toda clase de zapatos; una mujer que se encuentra elaborando un queso casero y un hombre, portando una gorra verde, que utiliza una de las antiguas máquinas de coser.
En estos trabajos artesanos las manos juegan un papel crucial. Ahí están las que elaboran los embutidos tras las matanzas; las que se afanan para acabar con unos dulces que no son el resultado de procesos industriales; las que aprietan con maña las ubres en el ordeño de las vacas: son manos duras, ásperas, moldeadas por el tiempo y la severidad de una labor que exige una entrega cotidiana a la que no pueden faltar cada día, pues se muestran vitales para la subsistencia de sus dueños. Lejos, pues, de las manos ligeras y frágiles que teclean en los portátiles o los móviles, tal como exige un mundo cada vez más distanciado de los oficios muy ligados al mundo rural y a la naturaleza.
Cierro este homenaje a ese pequeño pueblo que, sin embargo, se ha hecho grande por la creatividad y la imaginación que han aportado a través de estos murales, con la figura del campesino labrando la tierra con dos mulos, tal como se realizaba desde tiempos ancestrales.
Es una imagen que pictóricamente se asemeja a la técnica de la acuarela por la imprecisión de las figuras, aunque lo más probable es que esté realizada con pintura acrílica o con aerosoles. No deja de ser, a fin de cuentas, una especie de síntesis de todas las escenas que el grupo Muro Crítico ha plasmado en un rincón extremeño, idea que podría ser tomada como ejemplo o referente en otros lugares.
AURELIANO SÁINZ
FOTOGRAFÍAS: AYUNTAMIENTO DE ROMANGORDO
FOTOGRAFÍAS: AYUNTAMIENTO DE ROMANGORDO