El pueblo, ya sabéis es un breve libro de memorias de infancia publicado por Pedro Sevilla. La recuperación del pasado, de su propio pasado, es un elemento recurrente en la obra del autor arcense: libro de memorias es también La fuente y la muerte (2011), pero si rastreamos toda su producción –tanto en verso como en prosa– podemos hallar –de forma tácita o explícita– frecuentes referencias autobiográficas que, a menudo, nos remiten a su niñez.
Pero no confundamos autobiografía con narcisismo. En este libro –que toma su título de los versos de su paisano y maestro, el poeta Julio Mariscal–, Pedro Sevilla, a través de la evocación de su propia experiencia, configura la realidad y se configura a sí mismo como ser humano, desde el niño que fue al hombre que ha llegado a ser… sin perder nunca de vista esa sensación única e irrepetible con la que el niño –él se declara “un niño viejo”– va descubriendo el mundo que lo circunda y, sobre todo, se va descubriendo a sí mismo.
Porque, a diferencia de los adultos (que pasan la vida midiendo el tiempo, en lucha perenne e inútil con él), afirma Pedro Sevilla que “… los niños no viven en el tiempo, sino en la eternidad.”, lo que explica esa capacidad de sorpresa que desarrollan ante cualquier acontecimiento.
Así, los recuerdos de infancia que el poeta trasvasa a este libro, aunque nos sitúan en un lugar concreto (Arcos, su ciudad natal) y en una época (los años sesenta del pasado siglo XX), se circunscriben a una serie de festividades o periodos que constituyen las verdaderas marcas infantiles en ese discurrir cíclico de la naturaleza, de la vida.
Así, Pedro Sevilla divide este libro en cuatro apartados: “El pueblo en Navidad”, “El pueblo en Semana Santa”, “El pueblo en verano” y “El pueblo en Feria”. Completa este recorrido con una última sección, “El pueblo en imágenes”, interesante repertorio gráfico que nos permite visualizar tanto a esos protagonistas de sus recuerdos como al paisaje, las costumbres y formas de vida de aquella época. Todo ello recogido en una atractiva edición de Libros Canto y Cuento.
El autor está convencido de que “La niñez es la única etapa de la vida eminentemente carnal”, por lo que “Contar una infancia es contar el imperio de los sentidos”. Algo que él logra plenamente a lo largo de estas páginas al evocarnos sensaciones inefables cuando escribe “de la luz de ese mundo, de la piel rugosa de los olivos, del dulzor de las brevas. Y del olor de los cochinos”.
Páginas cargadas de esos momentos eternos, de episodios que marcan ya para siempre una vida, de preguntas sin respuesta, de esa inquietante lógica infantil que –afortunadamente– sigue viva en sus recuerdos, en estas memorias de infancia sobre los que él ya desde el presente, cuando han transcurrido –ahora sí hablamos del paso del tiempo– más de cincuenta años, arroja la luz de una mirada transparente, serena y lúcida, entreverada de reflexiones y de nostalgia pero también de gotas de humor, de ironía.
Imposible e inútil circunscribirnos a una sola de las numerosas y sabrosas anécdotas que narra Pedro Sevilla en este libro. Pero sí queremos resaltar sus propias palabras cuando apunta la posibilidad de que en su infancia se halla el germen de su posterior oficio de escritor, en esos cuadernos escolares, “… tan blancos, tan virginales, ya vislumbraba yo la posibilidad de escribir para ordenar mi mundo, para ordenarme por dentro”.
En efecto, ese niño que fue –que aún es– ya llevaba sembrada la semilla de la creación, más tarde germinada en este “fabricante de recuerdos”. No; el suyo no es un ejercicio narcisista porque en sus recuerdos todos tenemos cabida; me refiero a todos los que nos sentimos identificados con el poeta en la recuperación de ese tiempo ¿perdido? de nuestra propia infancia.
Ficha técnica
Pero no confundamos autobiografía con narcisismo. En este libro –que toma su título de los versos de su paisano y maestro, el poeta Julio Mariscal–, Pedro Sevilla, a través de la evocación de su propia experiencia, configura la realidad y se configura a sí mismo como ser humano, desde el niño que fue al hombre que ha llegado a ser… sin perder nunca de vista esa sensación única e irrepetible con la que el niño –él se declara “un niño viejo”– va descubriendo el mundo que lo circunda y, sobre todo, se va descubriendo a sí mismo.
Porque, a diferencia de los adultos (que pasan la vida midiendo el tiempo, en lucha perenne e inútil con él), afirma Pedro Sevilla que “… los niños no viven en el tiempo, sino en la eternidad.”, lo que explica esa capacidad de sorpresa que desarrollan ante cualquier acontecimiento.
Así, los recuerdos de infancia que el poeta trasvasa a este libro, aunque nos sitúan en un lugar concreto (Arcos, su ciudad natal) y en una época (los años sesenta del pasado siglo XX), se circunscriben a una serie de festividades o periodos que constituyen las verdaderas marcas infantiles en ese discurrir cíclico de la naturaleza, de la vida.
Así, Pedro Sevilla divide este libro en cuatro apartados: “El pueblo en Navidad”, “El pueblo en Semana Santa”, “El pueblo en verano” y “El pueblo en Feria”. Completa este recorrido con una última sección, “El pueblo en imágenes”, interesante repertorio gráfico que nos permite visualizar tanto a esos protagonistas de sus recuerdos como al paisaje, las costumbres y formas de vida de aquella época. Todo ello recogido en una atractiva edición de Libros Canto y Cuento.
El autor está convencido de que “La niñez es la única etapa de la vida eminentemente carnal”, por lo que “Contar una infancia es contar el imperio de los sentidos”. Algo que él logra plenamente a lo largo de estas páginas al evocarnos sensaciones inefables cuando escribe “de la luz de ese mundo, de la piel rugosa de los olivos, del dulzor de las brevas. Y del olor de los cochinos”.
Páginas cargadas de esos momentos eternos, de episodios que marcan ya para siempre una vida, de preguntas sin respuesta, de esa inquietante lógica infantil que –afortunadamente– sigue viva en sus recuerdos, en estas memorias de infancia sobre los que él ya desde el presente, cuando han transcurrido –ahora sí hablamos del paso del tiempo– más de cincuenta años, arroja la luz de una mirada transparente, serena y lúcida, entreverada de reflexiones y de nostalgia pero también de gotas de humor, de ironía.
Imposible e inútil circunscribirnos a una sola de las numerosas y sabrosas anécdotas que narra Pedro Sevilla en este libro. Pero sí queremos resaltar sus propias palabras cuando apunta la posibilidad de que en su infancia se halla el germen de su posterior oficio de escritor, en esos cuadernos escolares, “… tan blancos, tan virginales, ya vislumbraba yo la posibilidad de escribir para ordenar mi mundo, para ordenarme por dentro”.
En efecto, ese niño que fue –que aún es– ya llevaba sembrada la semilla de la creación, más tarde germinada en este “fabricante de recuerdos”. No; el suyo no es un ejercicio narcisista porque en sus recuerdos todos tenemos cabida; me refiero a todos los que nos sentimos identificados con el poeta en la recuperación de ese tiempo ¿perdido? de nuestra propia infancia.
Ficha técnica
- Título: El pueblo, ya sabéis.
- Autor: Pedro Sevilla.
- Edita: Libros Canto y Cuento.
- Ciudad: Jerez de la Frontera.
- Año: 2017.
- ISBN: 978-84-946791-2-4
MARÍA DEL CARMEN GARCÍA TEJERA