Llevo una semana odiando. Odiando a la gente que no se informa, a la gente que opina sin saber, a la gente que no conoce la Historia y quiere que se repita. Odiando la frivolidad, la injusticia, la falta de conciencia social, el egoísmo supino y la mentira que somete.
Vuelvo al periodo de entreguerras del siglo XX. Veo cómo se manipula a la gente sin esperanza para que apoyen a parásitos que no aportan nada y, además, minan la paz y el equilibrio tan necesarios en la convivencia de cualquier pueblo.
Me he dado cuenta de que odiar no me hace bien: mi corazón no está preparado para ese sentimiento negro y oscuro que absorbe mi energía y encoge mi alma, produciendo un latido sordo entre mis costillas que retumba hasta en mi cabeza. Otra vez soy una campana.
Y es que he caído en las redes de los voceros odiadores. Sí, he sucumbido a sus malas artes. He terminando odiando, odiándolos a ellos y a sus simpatizantes. Y no, yo no quiero ser como ellos. Yo soy una buena persona que siempre mira al prójimo y lo trata de ayudar.
Si me radicalizo, me vuelvo como ellos y ellos ganan en su batalla por amargar la vida a todos. Hoy me sacudo ese odio y esa intolerancia y acepto que cada uno lleva un camino y es hijo de sus circunstancias. Yo quiero seguir siendo yo. Quiero seguir sintiendo que es el amor el que mueve el mundo. Fuera los demonios.
Vuelvo al periodo de entreguerras del siglo XX. Veo cómo se manipula a la gente sin esperanza para que apoyen a parásitos que no aportan nada y, además, minan la paz y el equilibrio tan necesarios en la convivencia de cualquier pueblo.
Me he dado cuenta de que odiar no me hace bien: mi corazón no está preparado para ese sentimiento negro y oscuro que absorbe mi energía y encoge mi alma, produciendo un latido sordo entre mis costillas que retumba hasta en mi cabeza. Otra vez soy una campana.
Y es que he caído en las redes de los voceros odiadores. Sí, he sucumbido a sus malas artes. He terminando odiando, odiándolos a ellos y a sus simpatizantes. Y no, yo no quiero ser como ellos. Yo soy una buena persona que siempre mira al prójimo y lo trata de ayudar.
Si me radicalizo, me vuelvo como ellos y ellos ganan en su batalla por amargar la vida a todos. Hoy me sacudo ese odio y esa intolerancia y acepto que cada uno lleva un camino y es hijo de sus circunstancias. Yo quiero seguir siendo yo. Quiero seguir sintiendo que es el amor el que mueve el mundo. Fuera los demonios.
MARÍA JESÚS SÁNCHEZ