Cada vez hay menos jóvenes que se dedican a la agricultura. Cada vez es más grande la fractura entre el trabajador de lo rural y el trabajador de lo urbano. Cada vez es más palpable que el oficio del campo es un refugio para las personas que no han elegido el camino de unos estudios reglados.
El hecho de trabajar en el campo se ha convertido, paulatinamente, en un fracaso social. Nuestros padres, con o sin estudios, han formado parte de una generación de transición desde rural hacia lo urbano. El sustento vital de ellos, de una forma u otra, ha estado en la agricultura o en la ganadería.
La gran mayoría ha trabajado el campo en su infancia y adolescencia y, con suerte, algunos pudieron llegar a estudiar y poder acceder a un nivel de vida mejor. Los que no llegaron a estudiar pudieron, igualmente, llegar a un estilo de nivel sostenible y con un poder adquisitivo digno como para formar una familia.
Está claro que la agricultura y la ganadería eran un activo importante para la formación y el desarrollo de un núcleo familiar. De esta forma, podemos encontrar a uno de los mejores médicos que ha tenido sus orígenes laborales en el pastoreo, a un gran ingeniero que ha pasado su infancia entre olivos o a un artista referente que ha trabajado la vid desde que tiene uso de razón.
Es innegable que el origen de la sociedad que hoy disfrutamos ha tenido la base y el sustento en los oficios del sector primario. Trabajar el campo nos ha hecho a lo largo del tiempo conscientes de dónde venimos y cuánto cuesta conseguir lo poquito que tenemos, ya que es un sector que no está del todo reconocido, ya sea por su baja compensación económica o por el gran esfuerzo físico que hay que realizar durante la jornada. Por ello, se estudiaba para salir del campo, para tener mayor calidad de vida.
El paradigma ahora ha cambiado. Las generaciones más jóvenes no han tenido contacto con la agricultura, la ganadería, la pesca y todos sus derivados Cuando antes se estudiaba para salir de lo rural, ahora se estudia para no tener que terminar en lo rural. Hoy por hoy el campo se ve como un refugio de las personas que no tienen estudios.
Existe una visión intrínseca del fracaso cuando una persona se dedica al campo. Significa que ha fracasado en su vida al no poder acceder a un puesto de trabajo “digno”. Esta visión del sector primario creo que ya ha caducado, que ya no es útil para la sociedad en la que vivimos. El siguiente paso, a partir de esta nueva etapa que estamos viviendo, es introducirnos de nuevo en lo rural, en el campo, en el mar, en los oficios más tradicionales.
La dignificación de dichos trabajos pasan por la introducción de jóvenes formados en este sector e incorporar nuevas técnicas de producción, innovación y perspectivas nunca antes vistas. El sector primario debe vivir una revolución, quizás digital o quizás tan solo en la forma en la que miramos al sector. Lo que está claro es que nuestro futuro pasa por la conservación de nuestro sustento de vida.
El hecho de trabajar en el campo se ha convertido, paulatinamente, en un fracaso social. Nuestros padres, con o sin estudios, han formado parte de una generación de transición desde rural hacia lo urbano. El sustento vital de ellos, de una forma u otra, ha estado en la agricultura o en la ganadería.
La gran mayoría ha trabajado el campo en su infancia y adolescencia y, con suerte, algunos pudieron llegar a estudiar y poder acceder a un nivel de vida mejor. Los que no llegaron a estudiar pudieron, igualmente, llegar a un estilo de nivel sostenible y con un poder adquisitivo digno como para formar una familia.
Está claro que la agricultura y la ganadería eran un activo importante para la formación y el desarrollo de un núcleo familiar. De esta forma, podemos encontrar a uno de los mejores médicos que ha tenido sus orígenes laborales en el pastoreo, a un gran ingeniero que ha pasado su infancia entre olivos o a un artista referente que ha trabajado la vid desde que tiene uso de razón.
Es innegable que el origen de la sociedad que hoy disfrutamos ha tenido la base y el sustento en los oficios del sector primario. Trabajar el campo nos ha hecho a lo largo del tiempo conscientes de dónde venimos y cuánto cuesta conseguir lo poquito que tenemos, ya que es un sector que no está del todo reconocido, ya sea por su baja compensación económica o por el gran esfuerzo físico que hay que realizar durante la jornada. Por ello, se estudiaba para salir del campo, para tener mayor calidad de vida.
El paradigma ahora ha cambiado. Las generaciones más jóvenes no han tenido contacto con la agricultura, la ganadería, la pesca y todos sus derivados Cuando antes se estudiaba para salir de lo rural, ahora se estudia para no tener que terminar en lo rural. Hoy por hoy el campo se ve como un refugio de las personas que no tienen estudios.
Existe una visión intrínseca del fracaso cuando una persona se dedica al campo. Significa que ha fracasado en su vida al no poder acceder a un puesto de trabajo “digno”. Esta visión del sector primario creo que ya ha caducado, que ya no es útil para la sociedad en la que vivimos. El siguiente paso, a partir de esta nueva etapa que estamos viviendo, es introducirnos de nuevo en lo rural, en el campo, en el mar, en los oficios más tradicionales.
La dignificación de dichos trabajos pasan por la introducción de jóvenes formados en este sector e incorporar nuevas técnicas de producción, innovación y perspectivas nunca antes vistas. El sector primario debe vivir una revolución, quizás digital o quizás tan solo en la forma en la que miramos al sector. Lo que está claro es que nuestro futuro pasa por la conservación de nuestro sustento de vida.
DANY RUZ