Tras una cierta pausa en esta sección, quisiera hacer un homenaje a la música negra que nos llega de Estados Unidos en estos tiempos en los que la lucha contra el racismo ha vuelto a explosionar ante la terrible muerte sufrida por el ciudadano de raza negra George Floyd en Powderhorn (Minneapolis) a manos de un policía.
A pesar de que la población negra estadounidense lleva siglos en este país, el racismo que sufre, y que un indeseable presidente como es Donald Trump lo fomenta o al menos no hace nada por combatirlo, pervive como una lacra. Por otro lado, es imposible entender a esta enorme nación sin las aportaciones culturales de quienes fueron llevados como esclavos desde África, especialmente si nos centramos en el campo musical.
¿Qué son el góspel, el blues, el jazz, el soul, el R&B o el hip-hop sino ramificaciones de las músicas tradicionales que, como medio de supervivencia, los esclavos negros llevaron consigo a las plantaciones en las que usaban los sonidos procedentes de la tierra de la que fueron arrancados?
Hoy, el grito de Black Lives Matter se ha extendido como la pólvora, por lo que puede escucharse tanto en todos los rincones de Estados Unidos como en otros países que se han sumado a la indignación de ver cómo de forma impune se mata a un hombre negro cuando un policía blanco lo ahoga con su rodilla puesta en su cuello contra el suelo.
Esta es la razón por lo que en esta ocasión, y como pequeño homenaje a la música negra estadounidense, traigo una selección de diez discos que considero imprescindibles, aunque, lógicamente, se podrían realizar otras muchas y buenas selecciones. Quisiera, por otro lado, ser breve en los comentarios para no hacer muy extensa esta presentación.
Nada mejor que comenzar esta selección con It Takes a Nation of Millions to Hold Us Back de Public Enemy que se publicaría en 1988. El segundo álbum del grupo estadounidense, tal como se apunta en la añorada revista Rockdelux, supone una reflexión cultural, experimentación musical y concepto pop del espectáculo, a lo que habría que añadir rebeldía permanente dentro del hip-hop. La propia revista lo seleccionó como el mejor disco en su Especial 30 Aniversario, que cubría desde 1984 hasta 2014.
Retrocedemos hasta el año 1959 para tropezarnos con uno de los álbumes más relevantes de la historia del jazz. “En el momento en el que se grabó, 'Kind of Blue' fue una revolución por sí mismo. Volviéndole la espalda a las progresiones de acordes tradicionales, el trompetista Miles Davis utilizó escalas modales como punto de partida para la composición y la improvisación”, nos dicen en el número especial de la revista Rolling Stone dedicado a los 500 mejores álbumes de la historia.
No me importa volver a traer a esta sección a la gran dama del soul: Aretha Franklin. Cuando llegó al sello Atlantic Records comenzó a desplegar todas sus energías por las músicas que la apasionaban: el góspel y el rhythm & blues. De esa conjunción nace su espléndido tercer disco con el título de Aretha: Lady Soul, que se iniciaba con el inolvidable Chains of Fools y se cerraba con Ain’t No Way. En resumen: diez magníficas canciones que la coronaban dentro del soul y de cuyo trono nunca se bajaría.
Si citamos a Aretha Franklin como la cumbre del soul femenino, por justicia habría que traer a Otis Redding que sería algo así como su versión masculina. Tras el éxito que había tenido su música en el Festival de Monterrey, se animó a grabar (Sittin On) The Dock of the Bay el 6 de diciembre de 1967. Cuatro días después fallecería en un accidente cuando viajaba en una avioneta, junto su grupo, al caer en el lago Monona de Wisconsin. The Dock of the Bay llegó, posmortem, al número uno del Hot 100 y de R&B del Billboard.
En 1971, Marvin Gaye tuvo muchas dificultades para publicar What’s Going On en el sello Motown, ya que Berry Gordy, fundador del sello, no estaba precisamente encantado de que en el disco se hablara de derechos humanos y del medio ambiente. Pero Gaye prometió no volver a grabar en la Motown a no ser que What’s Going On se editara en single. Resultado: un gran éxito que forzó a que poco después el álbum se editara completo. Casi medio siglo después, se puede escuchar esta magnífica suite como una defensa de los derechos de la comunidad negra de Estados Unidos.
¿Podemos incluir a Michael Jackson en una lista de música negra? Ya sabemos todos su trayectoria, su deseo de cambiar de color de piel que acabó en un verdadero desastre. Pero no lo podemos dejar fuera especialmente cuando se trata de Thriller el disco más vendido de la música popular. Creo que poco se puede añadir a todo lo que se ha dicho de esta joya que se ayudó de un magnifico videoclip para escalar a una fama inusitada. Ah, todavía en el año 1982 a Michael Jackson se le podía reconocer como a un artista negro.
¿Podía alguien competir e, incluso, destronar a Michael Jackson de la cumbre en la que estaba instalado allá por la década de los ochenta? Alguien se lo llegó a plantear cuando en 1987 apareció Introducing the hardline according to Terence Trent D’Arby. Este primer álbum causó unas enormes expectativas, pues sus temas se movían entre el funk y el R&B, conteniendo temas tan potentes como If you let me stay y Dance little sister. Sin embargo, Sign your name lo catapultó al primer puesto de las listas británicas y al tres de Estados Unidos. Tras este magnífico disco las expectativas sobre Terence Trent D’Arby no se llegaron a cumplir.
He hablado de los distintos estilos musicales predominantes en los artistas negros; sin embargo, cabe preguntarse: ¿el folk, también? A esta pregunta habría que responder que son muy escasos, aunque entre ellos se encuentra Tracy Chapman. Y de esta gran cantautora, con una inclinación por las letras de tipo social, destacaría su primer álbum que lleva su propio nombre. Ahí, por ejemplo, se encuentra Talkin´ ´bout a revolution, que bien podría escucharse en los días en los que parte de la población estadounidense se rebela contra el racismo que protege Donald Trump.
En el año 1994 ve la luz illmatic, un disco brillante dentro de la escena del hip-hop de Nueva York, aunque su autor, Nas, es un joven rapero de tan solo 20 años que procede de Queensbridge, un auténtico gueto de esta gran urbe. Pero, como leo en Rockdelux, “la grandeza de esta obra maestra de la música contemporánea estriba, precisamente, en que no se deja ser el arrebato nihilista, desbocado e impulsivo de un chaval de 20 años azotado por la vida y sus circunstancias que primero quiso ser leyenda y luego estrella”.
Cierro este breve recorrido con un disco de 2018: Dirty Computer, de la cantante negra estadounidense Janelle Monáe. Procedente de Kansas City, Janelle Monáe bebe de las fuentes que manaron de la creatividad de David Bowie, Grace Jones o Prince, entre otros. De este modo, la artista del tupé alargado, aunque se la inscriba dentro de la línea del rhythm and blues, lo cierto es que su último disco es eminentemente ecléctico, lo que la hace ser de las artistas más interesantes del actual panorama musical.
A pesar de que la población negra estadounidense lleva siglos en este país, el racismo que sufre, y que un indeseable presidente como es Donald Trump lo fomenta o al menos no hace nada por combatirlo, pervive como una lacra. Por otro lado, es imposible entender a esta enorme nación sin las aportaciones culturales de quienes fueron llevados como esclavos desde África, especialmente si nos centramos en el campo musical.
¿Qué son el góspel, el blues, el jazz, el soul, el R&B o el hip-hop sino ramificaciones de las músicas tradicionales que, como medio de supervivencia, los esclavos negros llevaron consigo a las plantaciones en las que usaban los sonidos procedentes de la tierra de la que fueron arrancados?
Hoy, el grito de Black Lives Matter se ha extendido como la pólvora, por lo que puede escucharse tanto en todos los rincones de Estados Unidos como en otros países que se han sumado a la indignación de ver cómo de forma impune se mata a un hombre negro cuando un policía blanco lo ahoga con su rodilla puesta en su cuello contra el suelo.
Esta es la razón por lo que en esta ocasión, y como pequeño homenaje a la música negra estadounidense, traigo una selección de diez discos que considero imprescindibles, aunque, lógicamente, se podrían realizar otras muchas y buenas selecciones. Quisiera, por otro lado, ser breve en los comentarios para no hacer muy extensa esta presentación.
Nada mejor que comenzar esta selección con It Takes a Nation of Millions to Hold Us Back de Public Enemy que se publicaría en 1988. El segundo álbum del grupo estadounidense, tal como se apunta en la añorada revista Rockdelux, supone una reflexión cultural, experimentación musical y concepto pop del espectáculo, a lo que habría que añadir rebeldía permanente dentro del hip-hop. La propia revista lo seleccionó como el mejor disco en su Especial 30 Aniversario, que cubría desde 1984 hasta 2014.
Retrocedemos hasta el año 1959 para tropezarnos con uno de los álbumes más relevantes de la historia del jazz. “En el momento en el que se grabó, 'Kind of Blue' fue una revolución por sí mismo. Volviéndole la espalda a las progresiones de acordes tradicionales, el trompetista Miles Davis utilizó escalas modales como punto de partida para la composición y la improvisación”, nos dicen en el número especial de la revista Rolling Stone dedicado a los 500 mejores álbumes de la historia.
No me importa volver a traer a esta sección a la gran dama del soul: Aretha Franklin. Cuando llegó al sello Atlantic Records comenzó a desplegar todas sus energías por las músicas que la apasionaban: el góspel y el rhythm & blues. De esa conjunción nace su espléndido tercer disco con el título de Aretha: Lady Soul, que se iniciaba con el inolvidable Chains of Fools y se cerraba con Ain’t No Way. En resumen: diez magníficas canciones que la coronaban dentro del soul y de cuyo trono nunca se bajaría.
Si citamos a Aretha Franklin como la cumbre del soul femenino, por justicia habría que traer a Otis Redding que sería algo así como su versión masculina. Tras el éxito que había tenido su música en el Festival de Monterrey, se animó a grabar (Sittin On) The Dock of the Bay el 6 de diciembre de 1967. Cuatro días después fallecería en un accidente cuando viajaba en una avioneta, junto su grupo, al caer en el lago Monona de Wisconsin. The Dock of the Bay llegó, posmortem, al número uno del Hot 100 y de R&B del Billboard.
En 1971, Marvin Gaye tuvo muchas dificultades para publicar What’s Going On en el sello Motown, ya que Berry Gordy, fundador del sello, no estaba precisamente encantado de que en el disco se hablara de derechos humanos y del medio ambiente. Pero Gaye prometió no volver a grabar en la Motown a no ser que What’s Going On se editara en single. Resultado: un gran éxito que forzó a que poco después el álbum se editara completo. Casi medio siglo después, se puede escuchar esta magnífica suite como una defensa de los derechos de la comunidad negra de Estados Unidos.
¿Podemos incluir a Michael Jackson en una lista de música negra? Ya sabemos todos su trayectoria, su deseo de cambiar de color de piel que acabó en un verdadero desastre. Pero no lo podemos dejar fuera especialmente cuando se trata de Thriller el disco más vendido de la música popular. Creo que poco se puede añadir a todo lo que se ha dicho de esta joya que se ayudó de un magnifico videoclip para escalar a una fama inusitada. Ah, todavía en el año 1982 a Michael Jackson se le podía reconocer como a un artista negro.
¿Podía alguien competir e, incluso, destronar a Michael Jackson de la cumbre en la que estaba instalado allá por la década de los ochenta? Alguien se lo llegó a plantear cuando en 1987 apareció Introducing the hardline according to Terence Trent D’Arby. Este primer álbum causó unas enormes expectativas, pues sus temas se movían entre el funk y el R&B, conteniendo temas tan potentes como If you let me stay y Dance little sister. Sin embargo, Sign your name lo catapultó al primer puesto de las listas británicas y al tres de Estados Unidos. Tras este magnífico disco las expectativas sobre Terence Trent D’Arby no se llegaron a cumplir.
He hablado de los distintos estilos musicales predominantes en los artistas negros; sin embargo, cabe preguntarse: ¿el folk, también? A esta pregunta habría que responder que son muy escasos, aunque entre ellos se encuentra Tracy Chapman. Y de esta gran cantautora, con una inclinación por las letras de tipo social, destacaría su primer álbum que lleva su propio nombre. Ahí, por ejemplo, se encuentra Talkin´ ´bout a revolution, que bien podría escucharse en los días en los que parte de la población estadounidense se rebela contra el racismo que protege Donald Trump.
En el año 1994 ve la luz illmatic, un disco brillante dentro de la escena del hip-hop de Nueva York, aunque su autor, Nas, es un joven rapero de tan solo 20 años que procede de Queensbridge, un auténtico gueto de esta gran urbe. Pero, como leo en Rockdelux, “la grandeza de esta obra maestra de la música contemporánea estriba, precisamente, en que no se deja ser el arrebato nihilista, desbocado e impulsivo de un chaval de 20 años azotado por la vida y sus circunstancias que primero quiso ser leyenda y luego estrella”.
Cierro este breve recorrido con un disco de 2018: Dirty Computer, de la cantante negra estadounidense Janelle Monáe. Procedente de Kansas City, Janelle Monáe bebe de las fuentes que manaron de la creatividad de David Bowie, Grace Jones o Prince, entre otros. De este modo, la artista del tupé alargado, aunque se la inscriba dentro de la línea del rhythm and blues, lo cierto es que su último disco es eminentemente ecléctico, lo que la hace ser de las artistas más interesantes del actual panorama musical.
AURELIANO SÁINZ