A los políticos les preocupan las pensiones. Eso dicen. Seguramente las suyas. Nacen pocos niños, ¿pero qué ayudas hay para procrear? Ser madre o padre es un paso de gran responsabilidad: esa personita que va a venir al mundo tiene que tener las necesidades básicas cubiertas y, para ello, sus padres tienen que trabajar y ganar dinero.
Pero si hay paro, si hay sueldos míseros con los que un trabajador es pobre, ¿quién que tenga dos dedos de frente se va a embarcar en la aventura de ser padre? Si para sobrevivir tienes dos trabajos, ¿cuánto tiempo dedicas a tus hijos? Los niños no son macetas que se crían solas a las que apenas hay que regar de vez en cuando. Una criatura necesita amor, caricias, protección y una educación que le permita no ser un desgraciado el día de mañana.
Comprarles una tele y una videoconsola no es educar: es quitárselos de encima. Hay gente que está tan cansada que no tiene fuerzas para jugar con sus hijos y les compran cosas para tenerlos callados, haciéndoles creer que, en la vida, lo importante es lo material y que se puede conseguir todo sin esfuerzo.
Las normas son fundamentales: no vivimos en la selva. Veo a adultos sin capacidad de resiliencia, sin aceptar la frustración y creyendo que aún son infantes que tienen derecho a todo. Desgraciados que no ven que su vida depende de ellos. De nadie más.
Ahora que veo a mi amiga con noches sin dormir, con dedicación absoluta a amamantar a su pequeña, con su pareja llevando todo lo de la casa, me pregunto: ¿Cómo vamos a traer más españolitos si solo contamos con cuatro meses de baja? Y mucha gente, cuando vuelve, lo hace a jornada partida. Eso que llaman “conciliación familiar” es una fantasía solo al alcance de las altas rentas y de los bajos cariños.
¿Una persona que gana 600 euros puede pagar una guardería o a una persona que cuide de su prole? No. Si queremos apostar por la natalidad habrá que ayudar especialmente a las rentas bajas para que sigan trabajando y cotizando y no tengan que elegir entre tener hijos o abandonar el trabajo.
Si creamos más guarderías públicas, se contrataría personal, con lo que habría menos paro y más personas que cotizarían a la Seguridad Social, permitiendo así que la gente que tiene menos ingresos pueda tener hijos. No se puede juzgar a nadie por su elección de ser padre o no, pero se le puede dar la posibilidad de elegir. Para eso pagamos impuestos: para que la sociedad mejore y no para despilfarrar el dinero público en corruptelas.
Pero si hay paro, si hay sueldos míseros con los que un trabajador es pobre, ¿quién que tenga dos dedos de frente se va a embarcar en la aventura de ser padre? Si para sobrevivir tienes dos trabajos, ¿cuánto tiempo dedicas a tus hijos? Los niños no son macetas que se crían solas a las que apenas hay que regar de vez en cuando. Una criatura necesita amor, caricias, protección y una educación que le permita no ser un desgraciado el día de mañana.
Comprarles una tele y una videoconsola no es educar: es quitárselos de encima. Hay gente que está tan cansada que no tiene fuerzas para jugar con sus hijos y les compran cosas para tenerlos callados, haciéndoles creer que, en la vida, lo importante es lo material y que se puede conseguir todo sin esfuerzo.
Las normas son fundamentales: no vivimos en la selva. Veo a adultos sin capacidad de resiliencia, sin aceptar la frustración y creyendo que aún son infantes que tienen derecho a todo. Desgraciados que no ven que su vida depende de ellos. De nadie más.
Ahora que veo a mi amiga con noches sin dormir, con dedicación absoluta a amamantar a su pequeña, con su pareja llevando todo lo de la casa, me pregunto: ¿Cómo vamos a traer más españolitos si solo contamos con cuatro meses de baja? Y mucha gente, cuando vuelve, lo hace a jornada partida. Eso que llaman “conciliación familiar” es una fantasía solo al alcance de las altas rentas y de los bajos cariños.
¿Una persona que gana 600 euros puede pagar una guardería o a una persona que cuide de su prole? No. Si queremos apostar por la natalidad habrá que ayudar especialmente a las rentas bajas para que sigan trabajando y cotizando y no tengan que elegir entre tener hijos o abandonar el trabajo.
Si creamos más guarderías públicas, se contrataría personal, con lo que habría menos paro y más personas que cotizarían a la Seguridad Social, permitiendo así que la gente que tiene menos ingresos pueda tener hijos. No se puede juzgar a nadie por su elección de ser padre o no, pero se le puede dar la posibilidad de elegir. Para eso pagamos impuestos: para que la sociedad mejore y no para despilfarrar el dinero público en corruptelas.
MARÍA JESÚS SÁNCHEZ