“Reposa, come, bebe y diviértete”. Esta consigna
del hombre rico, que recoge la parábola evangélica, no es nueva. Ha
sido el ideal de no poca gente a lo largo de la historia, pero hoy es
vivida a gran escala, debido a la gran presión social que existe, y que
hace difícil crear un estilo de vida más sobrio y más sano.
Hace tiempo que la sociedad moderna ha institucionalizado el consumo. Todo se orienta a disfrutar de productos, de servicios y de experiencias siempre nuevas. La consigna del bienestar es clara: diviértete. Lo que nos ofrecen a través de la publicidad es juventud, elegancia, seguridad, poder, bienestar y felicidad. Por eso tenemos que basar nuestra vida en el consumo.
Otro factor decisivo en el funcionamiento de la sociedad actual es la moda. Siempre ha habido en la historia de los pueblos gustos fluctuantes pero, para la sociedad moderna, el imperio de la moda se ha convertido en la guía principal.
Ya no son las religiones ni las ideologías las que orientan el comportamiento de la mayoría. La publicidad y la seducción de la moda están sustituyendo a la Iglesia, a la familia y a la escuela. Es la moda la que nos enseña a vivir satisfaciendo las necesidades artificiales del momento.
Otra cosa que marca el estilo de vida moderna es la seducción de los sentidos y la obsesión por mirar nuestro cuerpo. La línea, el peso, el gimnasio y los consejos médicos y culinarios para mantener nuestra mejor versión se suman a la aparición de nuevas terapias y remedios.
Tenemos que aprender a sentirnos bien con nosotros mismos, y también con los demás. Hemos de aprender en movernos de manera hábil en el campo del sexo, conocer todas las maneras de pasarlo bien y de acumular experiencias nuevas.
Sería un error satanizar esta sociedad que ofrece tantas posibilidades para cuidar las diversas dimensiones del ser humano y para desenvolver una vida integral e integradora; pero no sería menos equivocado dejarnos arrastrar frívolamente por cualquier moda o reclamo, reduciendo la existencia a un puro bienestar material. La parábola evangélica nos invita a descubrir la insensatez que puede esconder en este planteamiento de la vida.
Para acertar en la vida no basta con pasárselo bien. El ser humano es más que un animal afanado en el placer y el bienestar; el ser humano debe trabajar también el espíritu, conocer la amistad, experimentar el misterio trascendente, agradecer la vida o vivir la solidaridad. Es inútil quejarnos de la sociedad actual: lo que es importante es actuar de manera inteligente. El hombre no podrá jamás perfeccionarse ni lograr el éxito del mundo si no encuentra a Jesucristo.
Hace tiempo que la sociedad moderna ha institucionalizado el consumo. Todo se orienta a disfrutar de productos, de servicios y de experiencias siempre nuevas. La consigna del bienestar es clara: diviértete. Lo que nos ofrecen a través de la publicidad es juventud, elegancia, seguridad, poder, bienestar y felicidad. Por eso tenemos que basar nuestra vida en el consumo.
Otro factor decisivo en el funcionamiento de la sociedad actual es la moda. Siempre ha habido en la historia de los pueblos gustos fluctuantes pero, para la sociedad moderna, el imperio de la moda se ha convertido en la guía principal.
Ya no son las religiones ni las ideologías las que orientan el comportamiento de la mayoría. La publicidad y la seducción de la moda están sustituyendo a la Iglesia, a la familia y a la escuela. Es la moda la que nos enseña a vivir satisfaciendo las necesidades artificiales del momento.
Otra cosa que marca el estilo de vida moderna es la seducción de los sentidos y la obsesión por mirar nuestro cuerpo. La línea, el peso, el gimnasio y los consejos médicos y culinarios para mantener nuestra mejor versión se suman a la aparición de nuevas terapias y remedios.
Tenemos que aprender a sentirnos bien con nosotros mismos, y también con los demás. Hemos de aprender en movernos de manera hábil en el campo del sexo, conocer todas las maneras de pasarlo bien y de acumular experiencias nuevas.
Sería un error satanizar esta sociedad que ofrece tantas posibilidades para cuidar las diversas dimensiones del ser humano y para desenvolver una vida integral e integradora; pero no sería menos equivocado dejarnos arrastrar frívolamente por cualquier moda o reclamo, reduciendo la existencia a un puro bienestar material. La parábola evangélica nos invita a descubrir la insensatez que puede esconder en este planteamiento de la vida.
Para acertar en la vida no basta con pasárselo bien. El ser humano es más que un animal afanado en el placer y el bienestar; el ser humano debe trabajar también el espíritu, conocer la amistad, experimentar el misterio trascendente, agradecer la vida o vivir la solidaridad. Es inútil quejarnos de la sociedad actual: lo que es importante es actuar de manera inteligente. El hombre no podrá jamás perfeccionarse ni lograr el éxito del mundo si no encuentra a Jesucristo.
JUAN NAVARRO COMINO