El pasado viernes fue un día triste para Cataluña, España y Europa. Es verdad que algunos catalanes celebraron con alegría y cánticos, enarbolando esteladas y senyeras, la equivocada declaración unilateral de independencia (DUI) pronunciada en un semivacío Parlament catalán. Para todos estos ciudadanos fue un momento emotivo y dichoso indudable pero quizás pocos entendieron que estaban viviendo un sueño irreal e ignoraban las consecuencias reales de esta declaración ilegal.
El sábado se levantaron por la mañana y lo lógico habría sido comprobar de forma inmediata el número de países que reconociesen la pseudodenominada República catalana. La sorpresa debió ser mayúscula. Nadie les había reconocido.
El 17 de febrero de 2008, Kosovo declaró unilateralmente su independencia. Con esa declaración se abrió la caja de pandora de las Declaraciones Unilaterales de Independencia (DUI) con unas consecuencias nefastas para el conjunto del sistema internacional.
Años más tarde, tras la crisis entre Georgia y Rusia, Osetia del Sur y Abjasia hicieron lo mismo y, finalmente, Crimea decidió separase de Ucrania y celebrar su referéndum de independencia. La DUI no era hasta entonces un instrumento conocido ni utilizado en el vocabulario político internacional. Se convirtió de la noche al día en un referente atractivo para todos aquellos sectores nacionalistas y separatistas.
Se podrá argumentar largo y tendido acerca de la singularidad de Kosovo, debido a las atrocidades padecidas por los kosovares a manos de los nacionalistas serbios, pero su precedente es el que ha servido como referente esencial para arropar la encantación irracional de un sector del nacionalismo catalán.
Los independentistas catalanes quizás no sepan, o no han querido saber, que declarar unilateralmente la independencia es relativamente fácil: es un nuevo ejemplo de política virtual donde la Generalitat ha sido hasta ahora maestra pero que, al despertar de un sueño irreal, exige como condición política ineludible que haya reconocimientos. Sin reconocimiento internacional, la DUI no vale nada: es papel mojado, son palabras que se las lleva el viento…
En este caso, el resultado es abrumador. Si Osetia del Sur consiguió cuatro reconocimientos, cómo deben sentirse los responsables del Govern sin ningún reconocimiento. 4-0: eso define claramente la imposibilidad y la realidad de una República catalana independiente.
Las DUI solo sirven para tensionar, violentar y hacer más difícil el camino hacia el entendimiento y la reconciliación. Lo señalé y lo dije en múltiples ocasiones frente a la alegría de muchos defensores de la independencia de Kosovo: esta sería un boomerang que nos golpearía con fuerza.
Ante esta situación solo queda una vía: la del respeto a la legalidad del marco constitucional, la de celebrar elecciones autonómicas y la de buscar a través del diálogo respetuoso y constructivo las aspiraciones de muchos catalanes dentro de una España federal. Dialogo sí, dentro del ordenamiento jurídico. DUI no: es un simple ejercicio virtual, rupturista, erróneo e irrelevante.
El sábado se levantaron por la mañana y lo lógico habría sido comprobar de forma inmediata el número de países que reconociesen la pseudodenominada República catalana. La sorpresa debió ser mayúscula. Nadie les había reconocido.
El 17 de febrero de 2008, Kosovo declaró unilateralmente su independencia. Con esa declaración se abrió la caja de pandora de las Declaraciones Unilaterales de Independencia (DUI) con unas consecuencias nefastas para el conjunto del sistema internacional.
Años más tarde, tras la crisis entre Georgia y Rusia, Osetia del Sur y Abjasia hicieron lo mismo y, finalmente, Crimea decidió separase de Ucrania y celebrar su referéndum de independencia. La DUI no era hasta entonces un instrumento conocido ni utilizado en el vocabulario político internacional. Se convirtió de la noche al día en un referente atractivo para todos aquellos sectores nacionalistas y separatistas.
Se podrá argumentar largo y tendido acerca de la singularidad de Kosovo, debido a las atrocidades padecidas por los kosovares a manos de los nacionalistas serbios, pero su precedente es el que ha servido como referente esencial para arropar la encantación irracional de un sector del nacionalismo catalán.
Los independentistas catalanes quizás no sepan, o no han querido saber, que declarar unilateralmente la independencia es relativamente fácil: es un nuevo ejemplo de política virtual donde la Generalitat ha sido hasta ahora maestra pero que, al despertar de un sueño irreal, exige como condición política ineludible que haya reconocimientos. Sin reconocimiento internacional, la DUI no vale nada: es papel mojado, son palabras que se las lleva el viento…
En este caso, el resultado es abrumador. Si Osetia del Sur consiguió cuatro reconocimientos, cómo deben sentirse los responsables del Govern sin ningún reconocimiento. 4-0: eso define claramente la imposibilidad y la realidad de una República catalana independiente.
Las DUI solo sirven para tensionar, violentar y hacer más difícil el camino hacia el entendimiento y la reconciliación. Lo señalé y lo dije en múltiples ocasiones frente a la alegría de muchos defensores de la independencia de Kosovo: esta sería un boomerang que nos golpearía con fuerza.
Ante esta situación solo queda una vía: la del respeto a la legalidad del marco constitucional, la de celebrar elecciones autonómicas y la de buscar a través del diálogo respetuoso y constructivo las aspiraciones de muchos catalanes dentro de una España federal. Dialogo sí, dentro del ordenamiento jurídico. DUI no: es un simple ejercicio virtual, rupturista, erróneo e irrelevante.
MIGUEL ÁNGEL MORATINOS