Para mí sería imposible vivir sin música, sin emoción, sin desaparecer detrás de una nota y volar. Hoy ha venido a mi memoria la primera vez que vi una ópera. Supongo que es porque he vuelto a ver Pretty Woman y, al igual que ella, me estrené con La Traviata.
A medida que iba transcurriendo la ópera e iba desentrañándose el argumento, una zona de mi cerebro me iba soplando: "tú conoces este argumento". Y fue cuando descubrí que estaba ante la novela que me hizo llorar de emoción. Tenía 16 añitos y era La dama de las camelias, de Dumas. Una prostituta buena que se sacrifica por amor, amor verdadero, como dirían en La princesa prometida.
Yo, como le dice Richard Gere a Julia Roberts, caí rendida ante el Bel canto desde el principio. Él sentencia que el amor a la ópera debe ser como un flechazo: la primera vez te tiene que llegar muy dentro. Verdi me encanta y me emociona, pero el que me hace soñar despierta, el que me pellizca el corazón y me sube al cielo es, sin lugar a dudas, Puccini. Solo su música arranca de mí miles de suspiros. Y si tengo que quedarme con alguna de sus creaciones, elijo La Bohème.
Sería maravilloso encontrar a un hombre que, como Nicolas Cage en Hechizo de luna, te diga: "déjame esta noche tener las dos cosas que más me gustan, tú y la ópera". Ella no puede resistirse y acepta, y la lleva a saborear mi ópera favorita al Metropolitan de Nueva York. No es mal sitio para ver una ópera.
La profesora de Literatura que interpreta Barbra Streisand en El amor tiene dos caras dice que cuando nos enamoramos escuchamos a Puccini en nuestra cabeza... Maravilloso el final, con ambos protagonistas bailando, mientras un vecino les pone como música de fondo el aria más famoso de la maravillosa Turandot: Nessun dorma.
Emoción, mariposas que vuelan, mariquitas que recorren mi cuerpo, flores blancas que inundan mis sentidos... y es que no necesito tocar el suelo para moverme. Sueños por cumplir, deseos de encuentros, suspiros de anhelos, inmensidad que desborda, vida con sentido, misterio luminoso, conexión cósmica… Podría seguir y seguirían saliendo aromas del tarro de las notas musicales combinadas para crear mundos.
A medida que iba transcurriendo la ópera e iba desentrañándose el argumento, una zona de mi cerebro me iba soplando: "tú conoces este argumento". Y fue cuando descubrí que estaba ante la novela que me hizo llorar de emoción. Tenía 16 añitos y era La dama de las camelias, de Dumas. Una prostituta buena que se sacrifica por amor, amor verdadero, como dirían en La princesa prometida.
Yo, como le dice Richard Gere a Julia Roberts, caí rendida ante el Bel canto desde el principio. Él sentencia que el amor a la ópera debe ser como un flechazo: la primera vez te tiene que llegar muy dentro. Verdi me encanta y me emociona, pero el que me hace soñar despierta, el que me pellizca el corazón y me sube al cielo es, sin lugar a dudas, Puccini. Solo su música arranca de mí miles de suspiros. Y si tengo que quedarme con alguna de sus creaciones, elijo La Bohème.
Sería maravilloso encontrar a un hombre que, como Nicolas Cage en Hechizo de luna, te diga: "déjame esta noche tener las dos cosas que más me gustan, tú y la ópera". Ella no puede resistirse y acepta, y la lleva a saborear mi ópera favorita al Metropolitan de Nueva York. No es mal sitio para ver una ópera.
La profesora de Literatura que interpreta Barbra Streisand en El amor tiene dos caras dice que cuando nos enamoramos escuchamos a Puccini en nuestra cabeza... Maravilloso el final, con ambos protagonistas bailando, mientras un vecino les pone como música de fondo el aria más famoso de la maravillosa Turandot: Nessun dorma.
Emoción, mariposas que vuelan, mariquitas que recorren mi cuerpo, flores blancas que inundan mis sentidos... y es que no necesito tocar el suelo para moverme. Sueños por cumplir, deseos de encuentros, suspiros de anhelos, inmensidad que desborda, vida con sentido, misterio luminoso, conexión cósmica… Podría seguir y seguirían saliendo aromas del tarro de las notas musicales combinadas para crear mundos.
MARÍA JESÚS SÁNCHEZ