La última vez que hablé con Juan Goytisolo fue hace tres meses, cuando intenté convencerle de que participase en las Trobades Literaries mediterráneas en homenaje a Albert Camus, en Sant Lluís (Menorca). Su voz me pareció débil y su tono vital un tanto apagado. Pero, como siempre, estuvo cariñoso y con esa amistad que te hacía sentir cómodo al hablar con él.
Sentí una cierta tristeza y decepción al no poder contar con él para que nos ayudase a entender mejor las claves del desencuentro mediterráneo de estos últimos tiempos, pero nunca me pude imaginar que sería la última ocasión que conversaría con esta gran personalidad.
Juan Goytisolo ha sido uno de los grandes escritores españoles y los críticos literarios ya le han ensalzado merecidamente, aunque su obra estoy seguro volverá a renacer y a extenderse aún más en un futuro inmediato, cuando nuestra memoria colectiva quiera acudir a comprender mejor nuestros orígenes y nuestras contradicciones como españoles.
Mi admiración y amistad vienen, por una parte, por todo lo que nos hizo sentir a esa generación española ansiosa de libertad y justicia y deseosa de recuperar nuestras señas de identidad, sin que tuviésemos que exiliarnos. Al leer su obra en mis años de juventud, me sentí muy identificado con sus dudas y sus sufrimientos en esa España franquista que nos tocó vivir.
Pero, además, mi acercamiento a su obra y a su personalidad vino dado por la pasión y la preocupación que siempre otorgó al legado árabe-musulmán y que me permitió, gracias a su claridad interpretativa, comprender mejor esa parte de nosotros mismos que llevamos todos los españoles pero que, en muchos momentos, tratamos de borrar u olvidar. Cuántas veces he escuchado en mi querida Córdoba: "nosotros somos romanos, senequistas, sí… Averroes y la influencia árabe también pasó por esta ciudad, pero no fue lo mismo".
Su avanzado multiculturalismo es hoy una realidad que se impone por su propio peso y que siempre Goytisolo supo describir con tanta fuerza y desgarro al retratar esa vida sórdida de los barrios periféricos parisinos en donde las distintas capas de inmigrantes van acumulándose en esas identidades asesinas, como diría Amin Maalouf.
Fue un enamorado de Marruecos: de su historia, de su cultura y de su gente. Le visitamos en varias ocasiones en su casa de Marrakech casi haciendo esquina con la histórica plaza de Yamaa el Fna. En el pasado, la pseudointeligencia española le criticó por su afecto por Marruecos pero tuvo al final que reconocer su acertada visión de futuro.
Juan Goytisolo apoyó y defendió la acertada Alianza de Civilizaciones cuando en nuestro país surgieron toda serie de críticas ante una iniciativa que consideraban innecesaria y sin razón de ser. Con su desaparición, el pensamiento y la creación literaria española pierden a uno de los grandes.
Nosotros, los que tratamos de seguir defendiendo una mayor y más intensa comprensión entre culturas y civilizaciones diferentes, perdemos ese mensaje tan valiente y visionario de un "mestizaje creador" que Juan Goytisolo siempre defendía. Descanse en paz en ese cementerio de Larache junto a Jean Genet. Le iré a visitar en mi próxima escapada a ese país vecino y amigo de España.
Sentí una cierta tristeza y decepción al no poder contar con él para que nos ayudase a entender mejor las claves del desencuentro mediterráneo de estos últimos tiempos, pero nunca me pude imaginar que sería la última ocasión que conversaría con esta gran personalidad.
Juan Goytisolo ha sido uno de los grandes escritores españoles y los críticos literarios ya le han ensalzado merecidamente, aunque su obra estoy seguro volverá a renacer y a extenderse aún más en un futuro inmediato, cuando nuestra memoria colectiva quiera acudir a comprender mejor nuestros orígenes y nuestras contradicciones como españoles.
Mi admiración y amistad vienen, por una parte, por todo lo que nos hizo sentir a esa generación española ansiosa de libertad y justicia y deseosa de recuperar nuestras señas de identidad, sin que tuviésemos que exiliarnos. Al leer su obra en mis años de juventud, me sentí muy identificado con sus dudas y sus sufrimientos en esa España franquista que nos tocó vivir.
Pero, además, mi acercamiento a su obra y a su personalidad vino dado por la pasión y la preocupación que siempre otorgó al legado árabe-musulmán y que me permitió, gracias a su claridad interpretativa, comprender mejor esa parte de nosotros mismos que llevamos todos los españoles pero que, en muchos momentos, tratamos de borrar u olvidar. Cuántas veces he escuchado en mi querida Córdoba: "nosotros somos romanos, senequistas, sí… Averroes y la influencia árabe también pasó por esta ciudad, pero no fue lo mismo".
Su avanzado multiculturalismo es hoy una realidad que se impone por su propio peso y que siempre Goytisolo supo describir con tanta fuerza y desgarro al retratar esa vida sórdida de los barrios periféricos parisinos en donde las distintas capas de inmigrantes van acumulándose en esas identidades asesinas, como diría Amin Maalouf.
Fue un enamorado de Marruecos: de su historia, de su cultura y de su gente. Le visitamos en varias ocasiones en su casa de Marrakech casi haciendo esquina con la histórica plaza de Yamaa el Fna. En el pasado, la pseudointeligencia española le criticó por su afecto por Marruecos pero tuvo al final que reconocer su acertada visión de futuro.
Juan Goytisolo apoyó y defendió la acertada Alianza de Civilizaciones cuando en nuestro país surgieron toda serie de críticas ante una iniciativa que consideraban innecesaria y sin razón de ser. Con su desaparición, el pensamiento y la creación literaria española pierden a uno de los grandes.
Nosotros, los que tratamos de seguir defendiendo una mayor y más intensa comprensión entre culturas y civilizaciones diferentes, perdemos ese mensaje tan valiente y visionario de un "mestizaje creador" que Juan Goytisolo siempre defendía. Descanse en paz en ese cementerio de Larache junto a Jean Genet. Le iré a visitar en mi próxima escapada a ese país vecino y amigo de España.
MIGUEL ÁNGEL MORATINOS