Sí, la Mezquita está en la ciudad de Córdoba; pero, la Mezquita de Córdoba, para el caso islam y catolicismo trinitario vaticano, nada tienen que ver con ella supuesto que la Mezquita ya estaba construida muy anteriormente, y erigida como edificio singular bastantes años antes de que estos dos monoteísmos alcanzaran fama y seguidores.
No voy a repetir asuntos tan principales como ya en su día apuntó y dio a conocer el historiador vasco Ignacio Olagüe Videla, ya fallecido, en su interesante y singular libro Los árabes jamás conquistaron España, o lo emocionante que se puede leer y sacar en conclusión a lo largo del relato anónimo titulado Ajbar Machmúä, que se conserva en París, del que hizo traducción singular el andaluz de Archidona, Emilio Lafuente Alcántara allá por el año de 1867.
Ambas obras vertieron luz no solo del siglo VIII, centuria de la que no queda un papel en toda la cristiandad porque hubo orden expresa papal de que se le pegaran fuego a todos, sino porque la lectura de ambos trabajos permite sacar la cabeza por encima de ese viento podrido interesado, que en nuestro caso como españoles, el catolicismo trinitario vaticano nos ha estado soplando sin ceder un ápice en su mentira, y sin tener en cuenta los descubrimientos históricos que, afortunadamente en honor de la verdad, se producen gracias a la investigación.
Don Ignacio Olagüe deja de un tirón, con contundencia, sin duda ninguna, teoría que comparto plenamente, la imposibilidad edificatoria de que la Mezquita se erigiera en su desconocida fecha original como un templo para el rezo del islam o el cristianismo, porque ninguno de los dos monoteísmos habían arribado todavía a la península Ibérica y ni se conocía de su existencia, y ya, la edificación conocida actualmente como Mezquita de Córdoba estaba edificada y lucía su singular belleza a orillas del río Guadalquivir.
Sabemos que ninguna de las dos creencias religiosas monoteístas, islam y catolicismo vaticano, son autóctonas de estas tierras, y las dos vinieron importadas por gentes extrañas a nosotros que las introdujeron. Y considerando que su “patio de oraciones”, el jardín pétreo de las 1.300 columnas de granito, jaspe y mármol de la Mezquita, no permiten ir más allá de lo que siempre han permitido para darle aplicación al rezo islámico o católico que es el de establecer como capillas variadas para que el celebrante del rito que fuera, sea visto por sus seguidores y lo sigan en su oración.
La interesada teoría que ha campeado por años de que el arco de herradura era un sistema de ornamentación constructiva de exclusividad total de las gentes islámicas, arábigas en concreto, cuando tal hecho fue desestimado por el trabajo de los investigadores y se encontraron varios edificios dotados de arcos de herradura construidos con anterioridad a la fecha mágica y mentirosa del año del 711 que se atribuye como fecha del principio de la arabización de la Iberia, al clero trinitario vaticano le venía muy bien para sus intereses económicos el hecho de que la propiedad de la Mezquita hubiese sido islámica, porque por un extraño derecho de conquista que se atribuyen ellos, todo lo islámico y judaico es suyo, como si fuera una herencia del abuelo.
Puntos de vista particulares de técnicos afectados por el negociazo que significa actualmente el tener o no la propiedad de la Mezquita a la hora de administrar el taquillaje de las entradas de los turistas que la visitan, puede llevar a informes que se decanten de una manera o de otra.
Pero, lo que no tiene lógica, aunque haya mucho dinero de por medio, puede intentar en un recorrido, generalmente corto y a su vez interesado, cambiarlo todo, pero no en el largo recorrido en el que por fuerza, al final, les duela en función del dinero, la verdad estará ahí contradiciendo dichos y juramentos, y la Mezquita no se construyó pensando en catedrales o para ser mezquita o sinagoga.
Quiero dejarlo aquí escrito en este documento público que son los textos digitales para que queda constancia de que, personalmente, interesado en el posible origen de quiénes o quién fue el pueblo que mandó edificar la Mezquita, dejando de lado descartado y más que descartado que no fueron gentes que practicaban como religión el islam o el cristianismo o el judaísmo, el aire oriental que predomina en tan singular edificio, está claro que no es local, no es andaluz ni ibérico, porque de ser así, se hubiese prodigado tal estilo de hechura en otras edificaciones del lugar, de allí mismo o próximo.
Ahora bien, convencido de la teoría práctica de que el nombre de Iberia, el de Península Ibérica, procede de la boca de gentes orientales que, o bien por mar o bien por tierra, llegaron hasta nuestra tierra y se asentaron en estos lugares, y le dieron el dicho nombre de Iberia a nuestras tierras porque eran procedentes del Reino de Iberia, en la actual República de Georgia, a ellos, a aquellos ibéricos cuando todavía no estaban cristianizados, y mucho antes que se empezaran a cuestionarse en las riberas del río Nilo la posibilidad de un solo dios, o, a lo sumo una pareja, el aire oriental que en su edificación destila la Mezquita, nos viene de allí, de aquel oriente, y en esa línea voy a seguir mi trabajo investigador.
El arco de herradura repetido en el número de 365 veces, según días del año, que tiene la Mezquita, no se puede ya sostener como sello de propiedad, en virtud de la apariciones visigodas en otros edificios habidos y construidos con anterioridad al año del 711 que siempre se toma, por costumbre, como fecha que apareció el primer turbante por la ibérica, cuando, en realidad, ya lo llevaban como protección y ornamentación de la cabeza los ibéricos por siglos. Y hace ya años que se debía de haber desestimado como baliza delatadora de una gente y una época. Salud y Felicidad.
No voy a repetir asuntos tan principales como ya en su día apuntó y dio a conocer el historiador vasco Ignacio Olagüe Videla, ya fallecido, en su interesante y singular libro Los árabes jamás conquistaron España, o lo emocionante que se puede leer y sacar en conclusión a lo largo del relato anónimo titulado Ajbar Machmúä, que se conserva en París, del que hizo traducción singular el andaluz de Archidona, Emilio Lafuente Alcántara allá por el año de 1867.
Ambas obras vertieron luz no solo del siglo VIII, centuria de la que no queda un papel en toda la cristiandad porque hubo orden expresa papal de que se le pegaran fuego a todos, sino porque la lectura de ambos trabajos permite sacar la cabeza por encima de ese viento podrido interesado, que en nuestro caso como españoles, el catolicismo trinitario vaticano nos ha estado soplando sin ceder un ápice en su mentira, y sin tener en cuenta los descubrimientos históricos que, afortunadamente en honor de la verdad, se producen gracias a la investigación.
Don Ignacio Olagüe deja de un tirón, con contundencia, sin duda ninguna, teoría que comparto plenamente, la imposibilidad edificatoria de que la Mezquita se erigiera en su desconocida fecha original como un templo para el rezo del islam o el cristianismo, porque ninguno de los dos monoteísmos habían arribado todavía a la península Ibérica y ni se conocía de su existencia, y ya, la edificación conocida actualmente como Mezquita de Córdoba estaba edificada y lucía su singular belleza a orillas del río Guadalquivir.
Sabemos que ninguna de las dos creencias religiosas monoteístas, islam y catolicismo vaticano, son autóctonas de estas tierras, y las dos vinieron importadas por gentes extrañas a nosotros que las introdujeron. Y considerando que su “patio de oraciones”, el jardín pétreo de las 1.300 columnas de granito, jaspe y mármol de la Mezquita, no permiten ir más allá de lo que siempre han permitido para darle aplicación al rezo islámico o católico que es el de establecer como capillas variadas para que el celebrante del rito que fuera, sea visto por sus seguidores y lo sigan en su oración.
La interesada teoría que ha campeado por años de que el arco de herradura era un sistema de ornamentación constructiva de exclusividad total de las gentes islámicas, arábigas en concreto, cuando tal hecho fue desestimado por el trabajo de los investigadores y se encontraron varios edificios dotados de arcos de herradura construidos con anterioridad a la fecha mágica y mentirosa del año del 711 que se atribuye como fecha del principio de la arabización de la Iberia, al clero trinitario vaticano le venía muy bien para sus intereses económicos el hecho de que la propiedad de la Mezquita hubiese sido islámica, porque por un extraño derecho de conquista que se atribuyen ellos, todo lo islámico y judaico es suyo, como si fuera una herencia del abuelo.
Puntos de vista particulares de técnicos afectados por el negociazo que significa actualmente el tener o no la propiedad de la Mezquita a la hora de administrar el taquillaje de las entradas de los turistas que la visitan, puede llevar a informes que se decanten de una manera o de otra.
Pero, lo que no tiene lógica, aunque haya mucho dinero de por medio, puede intentar en un recorrido, generalmente corto y a su vez interesado, cambiarlo todo, pero no en el largo recorrido en el que por fuerza, al final, les duela en función del dinero, la verdad estará ahí contradiciendo dichos y juramentos, y la Mezquita no se construyó pensando en catedrales o para ser mezquita o sinagoga.
Quiero dejarlo aquí escrito en este documento público que son los textos digitales para que queda constancia de que, personalmente, interesado en el posible origen de quiénes o quién fue el pueblo que mandó edificar la Mezquita, dejando de lado descartado y más que descartado que no fueron gentes que practicaban como religión el islam o el cristianismo o el judaísmo, el aire oriental que predomina en tan singular edificio, está claro que no es local, no es andaluz ni ibérico, porque de ser así, se hubiese prodigado tal estilo de hechura en otras edificaciones del lugar, de allí mismo o próximo.
Ahora bien, convencido de la teoría práctica de que el nombre de Iberia, el de Península Ibérica, procede de la boca de gentes orientales que, o bien por mar o bien por tierra, llegaron hasta nuestra tierra y se asentaron en estos lugares, y le dieron el dicho nombre de Iberia a nuestras tierras porque eran procedentes del Reino de Iberia, en la actual República de Georgia, a ellos, a aquellos ibéricos cuando todavía no estaban cristianizados, y mucho antes que se empezaran a cuestionarse en las riberas del río Nilo la posibilidad de un solo dios, o, a lo sumo una pareja, el aire oriental que en su edificación destila la Mezquita, nos viene de allí, de aquel oriente, y en esa línea voy a seguir mi trabajo investigador.
El arco de herradura repetido en el número de 365 veces, según días del año, que tiene la Mezquita, no se puede ya sostener como sello de propiedad, en virtud de la apariciones visigodas en otros edificios habidos y construidos con anterioridad al año del 711 que siempre se toma, por costumbre, como fecha que apareció el primer turbante por la ibérica, cuando, en realidad, ya lo llevaban como protección y ornamentación de la cabeza los ibéricos por siglos. Y hace ya años que se debía de haber desestimado como baliza delatadora de una gente y una época. Salud y Felicidad.
JUAN ELADIO PALMIS