Una organización ultracatólica con excelentes relaciones con parte del poder civil –que la declara de utilidad pública– y del religioso –que secunda desde los púlpitos su ideario contrario a las políticas género en la educación– y sobrada de recursos económicos, ha puesto en marcha una fortísima campaña publicitaria para combatir lo que, curiosamente, califica de “adoctrinamiento sexual” en los colegios.
HazteOir, que así se llama la organización fanática que no duda en apoyar, en cambio, el adoctrinamiento católico que secularmente se ha impartido en la enseñanza (la asignatura de Religión y la beligerancia de la jerarquía católica por mantenerla es ejemplo elocuente de ello), acusa al poder civil, representado por Comunidades Autónomas y Gobierno central, de actuar con intolerancia y discriminación en aquellos territorios donde se promueve la igualdad de derechos de las personas con distintas identidades y orientación de género.
Los que abrazan el creacionismo (el hombre surge por intervención divina, no fruto de la evolución) y la superstición trascendental (hay vida después de la muerte), no están conformes con que la sociedad civil se guíe por la ciencia y decida respetar la diversidad, incluida la sexual, que existe y se manifiesta en toda sociedad plural.
De ahí que sea, cuando menos, chocante que los verdaderos intolerantes acusen de adoctrinamiento a los que extienden y respetan con tolerancia el derecho de todos, también el de aquellas minorías que sienten y viven otras identidades de género, a no ser discriminados ni rechazados por razones homofóbicas, y que sean tratados con igualdad.
Y en contra de esa igualdad de derechos de las personas homosexuales, bisexuales o transexuales es por lo que se manifiestan los componentes de la organización católica, con gran éxito y repercusión mediática, por cierto.
Para ello se valen de varios autobuses que, cual vallas publicitarias rodantes, recorren las ciudades españolas con el mensaje de que los niños tienen pene y las niñas vulva, de tal manera que cualquier otro modo de sentir y vivir la identidad sexual es un engaño y una falsedad.
Al mismo tiempo, han encartado en los principales periódicos de tirada nacional un sobre que incluye un librito, titulado “¿Sabes lo que quieren enseñarle a tu hijo en el colegio?”, junto a una carta en la que exponen sus quejas, denuncian una supuesta persecución política y judicial y, de paso, solicitan un donativo para “seguir defendiendo las libertades de expresión y educación”.
Causa estupor que los que en este país han disfrutado de toda clase de privilegios y han impuesto su ideario religioso en escuelas e institutos de manera intolerante, adoctrinando a niños sin capacidad crítica en la enseñanza y en las parroquias, no toleren precisamente el derecho a la libertad de educación y expresión y culpabilicen a minorías invisibilizadas y victimizadas por su condición sexual de no respetar esas libertades. Tal parece que les dicten “hazte adoctrinar”.
Los más reaccionarios conservadores y clericales de este país no admiten la diversidad sexual ni las políticas que intentan promover la igualdad de derechos entre todos los colectivos sociales, también los de aquellos que tienen una identidad y una orientación sexual distinta a la determinada por la biología.
Por mucho que la Biblia hable de Adán y Eva, la especie humana dispone de una sexualidad mucho más compleja que la simplemente genital, aunque esta constituya el estereotipo más habitual y efectivo para fomentar y mantener una estructura social basada en el machismo y el patriarcado familiar todavía dominantes.
Hace tiempo que las teorías sexuales de Freud fueron superadas y que se conoce que la psicología y el entorno cultural determinan, además de la biología, la identidad y orientación sexual de cada persona. No es de extrañar, por tanto, que los grupos que detentan su poder (como el religioso y el poder político conservador) fundado en esas ideas retrógradas, ya superadas por la realidad –y por el conocimiento científico–, se rebelen y combatan los nuevos paradigmas de libertad y derechos que poco a poco logran extenderse por el conjunto de la sociedad.
Solo así se comprende, aunque no se justifique, la beligerancia con que se enfrentan, promoviendo incluso el odio y el enfrentamiento social, a iniciativas progresistas como las del aborto, el matrimonio homosexual, las políticas de género, la laicidad en la enseñanza, el feminismo, la separación Iglesia/Estado y la eliminación de cualquier privilegio que hasta ahora disfrutaba el pensamiento conservador y clerical con intolerante actitud.
Hazte adoctrinar o déjate adoctrinar es la real intención de la campaña que promueve sin escatimar medios la asociación HazteOir, ofendida por la libertad y los derechos que se reconocen a las minorías que sienten y viven distintas identidades sexuales.
No luchan contra la pobreza infantil, la violencia machista contra la mujer, la desigualdad progresiva que sufre la sociedad española ni contra la precariedad laboral y salarial que se ha impuesto a esa especie en extinción que son los trabajadores.
Su lucha es por algo mucho más grave e importante: luchan contra el respeto y la dignidad que se les reconocen a gais, lesbianas, bisexuales y transexuales, disponiendo para ello de unos recursos ingentes que estarían mejor empleados en Cáritas, por ejemplo, otra asociación católica, aunque no fanática ni intransigente. Así que, cuando vean su autobús, tapónense los oídos.
HazteOir, que así se llama la organización fanática que no duda en apoyar, en cambio, el adoctrinamiento católico que secularmente se ha impartido en la enseñanza (la asignatura de Religión y la beligerancia de la jerarquía católica por mantenerla es ejemplo elocuente de ello), acusa al poder civil, representado por Comunidades Autónomas y Gobierno central, de actuar con intolerancia y discriminación en aquellos territorios donde se promueve la igualdad de derechos de las personas con distintas identidades y orientación de género.
Los que abrazan el creacionismo (el hombre surge por intervención divina, no fruto de la evolución) y la superstición trascendental (hay vida después de la muerte), no están conformes con que la sociedad civil se guíe por la ciencia y decida respetar la diversidad, incluida la sexual, que existe y se manifiesta en toda sociedad plural.
De ahí que sea, cuando menos, chocante que los verdaderos intolerantes acusen de adoctrinamiento a los que extienden y respetan con tolerancia el derecho de todos, también el de aquellas minorías que sienten y viven otras identidades de género, a no ser discriminados ni rechazados por razones homofóbicas, y que sean tratados con igualdad.
Y en contra de esa igualdad de derechos de las personas homosexuales, bisexuales o transexuales es por lo que se manifiestan los componentes de la organización católica, con gran éxito y repercusión mediática, por cierto.
Para ello se valen de varios autobuses que, cual vallas publicitarias rodantes, recorren las ciudades españolas con el mensaje de que los niños tienen pene y las niñas vulva, de tal manera que cualquier otro modo de sentir y vivir la identidad sexual es un engaño y una falsedad.
Al mismo tiempo, han encartado en los principales periódicos de tirada nacional un sobre que incluye un librito, titulado “¿Sabes lo que quieren enseñarle a tu hijo en el colegio?”, junto a una carta en la que exponen sus quejas, denuncian una supuesta persecución política y judicial y, de paso, solicitan un donativo para “seguir defendiendo las libertades de expresión y educación”.
Causa estupor que los que en este país han disfrutado de toda clase de privilegios y han impuesto su ideario religioso en escuelas e institutos de manera intolerante, adoctrinando a niños sin capacidad crítica en la enseñanza y en las parroquias, no toleren precisamente el derecho a la libertad de educación y expresión y culpabilicen a minorías invisibilizadas y victimizadas por su condición sexual de no respetar esas libertades. Tal parece que les dicten “hazte adoctrinar”.
Los más reaccionarios conservadores y clericales de este país no admiten la diversidad sexual ni las políticas que intentan promover la igualdad de derechos entre todos los colectivos sociales, también los de aquellos que tienen una identidad y una orientación sexual distinta a la determinada por la biología.
Por mucho que la Biblia hable de Adán y Eva, la especie humana dispone de una sexualidad mucho más compleja que la simplemente genital, aunque esta constituya el estereotipo más habitual y efectivo para fomentar y mantener una estructura social basada en el machismo y el patriarcado familiar todavía dominantes.
Hace tiempo que las teorías sexuales de Freud fueron superadas y que se conoce que la psicología y el entorno cultural determinan, además de la biología, la identidad y orientación sexual de cada persona. No es de extrañar, por tanto, que los grupos que detentan su poder (como el religioso y el poder político conservador) fundado en esas ideas retrógradas, ya superadas por la realidad –y por el conocimiento científico–, se rebelen y combatan los nuevos paradigmas de libertad y derechos que poco a poco logran extenderse por el conjunto de la sociedad.
Solo así se comprende, aunque no se justifique, la beligerancia con que se enfrentan, promoviendo incluso el odio y el enfrentamiento social, a iniciativas progresistas como las del aborto, el matrimonio homosexual, las políticas de género, la laicidad en la enseñanza, el feminismo, la separación Iglesia/Estado y la eliminación de cualquier privilegio que hasta ahora disfrutaba el pensamiento conservador y clerical con intolerante actitud.
Hazte adoctrinar o déjate adoctrinar es la real intención de la campaña que promueve sin escatimar medios la asociación HazteOir, ofendida por la libertad y los derechos que se reconocen a las minorías que sienten y viven distintas identidades sexuales.
No luchan contra la pobreza infantil, la violencia machista contra la mujer, la desigualdad progresiva que sufre la sociedad española ni contra la precariedad laboral y salarial que se ha impuesto a esa especie en extinción que son los trabajadores.
Su lucha es por algo mucho más grave e importante: luchan contra el respeto y la dignidad que se les reconocen a gais, lesbianas, bisexuales y transexuales, disponiendo para ello de unos recursos ingentes que estarían mejor empleados en Cáritas, por ejemplo, otra asociación católica, aunque no fanática ni intransigente. Así que, cuando vean su autobús, tapónense los oídos.
DANIEL GUERRERO