Quienes trabajamos en al ámbito educativo, en ocasiones nos encontramos con gratas sorpresas, en el sentido de ver aparecer nuevas iniciativas a partir de actividades con las que se puede profundizar en determinados temas y llegar a metas pedagógicas de gran interés.
Es lo que personalmente me sucedió cuando acudí a ver la exposición #tumediacara que se llevó a cabo en el Palacio de la Merced de la Diputación de Córdoba en la segunda quincena del mes de enero. Esta iniciativa, tal como podíamos leer en la información proporcionada, fue desarrollada por el fotógrafo Antonio Guerra y la ilustradora Rosa de Gabriel con niños y niñas que presentan, desde un punto de vista clínico-educativo, Trastornos del Espectro Autista (TEA).
En el pequeño cartel de presentación de la exposición se podía leer: “#tumediacara es una acción artística que desde la fotografía y el dibujo busca una aproximación real a la diversidad, así como remover los prejuicios que rodean a las relaciones que, en el ámbito de la discapacidad, se establecen entre las personas. Pretende difuminar las barreras que se generan para la comprensión del mundo de niños y niñas que presentan Trastornos del Espectro Autista. El color, el trazo, el encaje, se convierten, en este caso, herramientas para la comprensión del otro, para la construcción de un universo común”.
Personalmente apuntaría, más que a los prejuicios, a los desconocimientos que se tienen del mundo de los niños y niñas autistas, pues, como nos dice Ángel Rivière, en su libro Autismo, “desde su definición por Kanner en 1943, el autismo se ha presentado como un mundo lejano, extraño y lleno de enigmas. Los enigmas se refieren, por una parte, al propio concepto de autismo y a las causas, explicaciones y remedios de esa trágica desviación del desarrollo humano normal”.
Más adelante, el citado autor continúa diciéndonos que “a pesar de la enorme cantidad de investigaciones realizadas durante medio siglo, el autismo sigue ocultando su origen y gran parte de su naturaleza, y presenta desafíos difíciles a la intervención educativa y terapéutica”.
Si para los especialistas el autismo se muestra lleno de dificultades, nos podemos imaginar el desconocimiento del mismo que posee la gente común, más allá de algunas ideas simples que, es de suponer, tienen poca relación con la situación de quienes están inmersos en este difícil y extraño mundo, entendido esto desde el exterior de los sujetos que padecen este trastorno.
Es por ello que la exposición a la que me estoy refiriendo resulta ser una magnífica idea para acercarnos al ámbito de sus emociones, de sus capacidades visuales, de sus destrezas gráficas y de sus comprensiones de lo que comunican los rostros a través de imágenes fotográficas.
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En la propuesta de esta excelente iniciativa, inicialmente se invitaba a profesionales de Educación Especial, de la Salud o de Servicios Sociales a realizar una fotografía en blanco y negro del niño o la niña que quisieran, así como de ellos mismos, para que, tras imprimirla en formato A4 y cortarla por la mitad, fuera completada por un niño o una niña autista, de modo que la terminaran con la técnica pictórica que se desearan.
Los resultados fueron verdaderamente sorprendentes, puesto que niños y niñas autistas han sido capaces no solo de dar continuidad a las partes que se les mostraba de la mitad de un rostro, sino también de expresar claramente el concepto de la simetría del mismo, algo que, por las propias investigaciones que he llevado a cabo, nace tempranamente en los niños con un desarrollo normal.
Lo anterior nos lleva a la conclusión de que también niños y niñas con TEA entienden correctamente la simetría corporal, a través de su interpretación del rostro que se les ha ofrecido.
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Por otro lado, han sido capaces de comprender el lenguaje de las emociones expresadas tanto en los rostros infantiles como en los de los adultos que tenían que completar. Y es que la comunicación humana a través de los gestos faciales es un lenguaje sin palabras de carácter universal que se aprende desde la más tierna infancia.
Así, la alegría, la tristeza, el dolor, el miedo, la risa, el llanto, la tranquilidad, la ira, etc., son emociones comprendidas por todos los seres humanos, independientemente de las culturas, edades o niveles de desarrollo intelectual y cognitivo.
En una primera visión de los rostros en los cuadros de gran tamaño de la exposición, bien pareciera que responderían a una estética picassiana, por la espontaneidad y la libertad expresiva con la que han trabajado; sin embargo, hay que aclarar que, a diferencia del gran pintor cubista, niños y niñas, tanto con desarrollos normales como aquellos que poseen TEA, no se guían por criterios estéticos, tal como lo hacemos los adultos, sino como necesidad de expresión y comunicación sin ataduras de aquello que desean transmitir gráficamente.
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Ante esta experiencia, puesto que es de carácter visual, me gustaría apuntar lo que la doctora y psiquiatra británica Lorna Wing, en El autismo en niños y adultos, nos indica: “Las personas con autismo, especialmente los niños, pueden mostrar la misma tendencia a quedar fascinados, ignorar o angustiarse por estímulos visuales, al igual que sucede con los sonidos… Parecen reconocer a personas y objetos por su perfil general más que por los detalles de su aspecto”.
Sin embargo, en la propuesta que se ha llevado en esta experiencia nos muestra que niños y niñas con TEA han sido sensibles a los detalles visuales de los rostros que se les ha mostrado en las fotografías, de modo que han sido capaces de captar, en gran medida, las emociones de los sujetos mostrados en ellas a partir de los detalles relevantes que han sido capaces de percibir y plasmar.
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Del amplio número de trabajo expuestos y que fotografié, he seleccionado diez que pueden ser representativos del conjunto. En los anteriores, hemos visto rostros femeninos y masculinos con diferentes expresiones gestuales: alegría, asombro, enfado, sorpresa… que previamente habían buscado intencionadamente quienes fueron retratados. Los cuatro siguientes corresponden a niñas y niños que también se ofrecieron a la experiencia. Llama la atención que al primer rostro de una niña se le hayan añadido estrellas junto con un globo de cómic en el que interiormente se ha escrito: ¡Estoy alegre!
Lo anterior nos indica que hay distintos niveles perceptivos y expresivos en los niños y niñas autistas, puesto que la niña que completó ese rostro su nivel de expresión gráfica sería equivalente al de una con desarrollo normal.
En relación con lo anterior, quisiera apuntar que una de las líneas de investigación por medio del dibujo es la que suelo llevar a cabo con escolares que presentan distintas discapacidades físicas y cognitivas para comprender algunos de sus déficits de desarrollo. Para ello, se establece una comparación entre sus dibujos y los de otros escolares de desarrollo normal de las mismas edades y sobre el mismo tema, lo que nos ayuda a comprender algunos de los aspectos del desarrollo evolutivo de niños y niñas con TEA.
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Para cerrar este breve recorrido por la experiencia, conviene apuntar que dos elementos esenciales en estos trabajos son el trazado de las líneas, que sirven para expresar los gestos en la parte libre de los fotografiados, así como el color empleado para completar los rostros, tal como acontece con escolares de desarrollo normal que se encuentran en Educación Infantil y Primaria.
Línea, color, encuadre y composición son cuatro de los componentes esenciales para el análisis de los trabajos realizados por los escolares con un desarrollo normal. También para la comprensión de los realizados por niños y niñas con Trastorno del Espectro Autista, tal como hemos podido apreciar en esta magnífica iniciativa que debería tener continuidad para la comprensión de su extraño y complejo mundo.
Es lo que personalmente me sucedió cuando acudí a ver la exposición #tumediacara que se llevó a cabo en el Palacio de la Merced de la Diputación de Córdoba en la segunda quincena del mes de enero. Esta iniciativa, tal como podíamos leer en la información proporcionada, fue desarrollada por el fotógrafo Antonio Guerra y la ilustradora Rosa de Gabriel con niños y niñas que presentan, desde un punto de vista clínico-educativo, Trastornos del Espectro Autista (TEA).
En el pequeño cartel de presentación de la exposición se podía leer: “#tumediacara es una acción artística que desde la fotografía y el dibujo busca una aproximación real a la diversidad, así como remover los prejuicios que rodean a las relaciones que, en el ámbito de la discapacidad, se establecen entre las personas. Pretende difuminar las barreras que se generan para la comprensión del mundo de niños y niñas que presentan Trastornos del Espectro Autista. El color, el trazo, el encaje, se convierten, en este caso, herramientas para la comprensión del otro, para la construcción de un universo común”.
Personalmente apuntaría, más que a los prejuicios, a los desconocimientos que se tienen del mundo de los niños y niñas autistas, pues, como nos dice Ángel Rivière, en su libro Autismo, “desde su definición por Kanner en 1943, el autismo se ha presentado como un mundo lejano, extraño y lleno de enigmas. Los enigmas se refieren, por una parte, al propio concepto de autismo y a las causas, explicaciones y remedios de esa trágica desviación del desarrollo humano normal”.
Más adelante, el citado autor continúa diciéndonos que “a pesar de la enorme cantidad de investigaciones realizadas durante medio siglo, el autismo sigue ocultando su origen y gran parte de su naturaleza, y presenta desafíos difíciles a la intervención educativa y terapéutica”.
Si para los especialistas el autismo se muestra lleno de dificultades, nos podemos imaginar el desconocimiento del mismo que posee la gente común, más allá de algunas ideas simples que, es de suponer, tienen poca relación con la situación de quienes están inmersos en este difícil y extraño mundo, entendido esto desde el exterior de los sujetos que padecen este trastorno.
Es por ello que la exposición a la que me estoy refiriendo resulta ser una magnífica idea para acercarnos al ámbito de sus emociones, de sus capacidades visuales, de sus destrezas gráficas y de sus comprensiones de lo que comunican los rostros a través de imágenes fotográficas.
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En la propuesta de esta excelente iniciativa, inicialmente se invitaba a profesionales de Educación Especial, de la Salud o de Servicios Sociales a realizar una fotografía en blanco y negro del niño o la niña que quisieran, así como de ellos mismos, para que, tras imprimirla en formato A4 y cortarla por la mitad, fuera completada por un niño o una niña autista, de modo que la terminaran con la técnica pictórica que se desearan.
Los resultados fueron verdaderamente sorprendentes, puesto que niños y niñas autistas han sido capaces no solo de dar continuidad a las partes que se les mostraba de la mitad de un rostro, sino también de expresar claramente el concepto de la simetría del mismo, algo que, por las propias investigaciones que he llevado a cabo, nace tempranamente en los niños con un desarrollo normal.
Lo anterior nos lleva a la conclusión de que también niños y niñas con TEA entienden correctamente la simetría corporal, a través de su interpretación del rostro que se les ha ofrecido.
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Por otro lado, han sido capaces de comprender el lenguaje de las emociones expresadas tanto en los rostros infantiles como en los de los adultos que tenían que completar. Y es que la comunicación humana a través de los gestos faciales es un lenguaje sin palabras de carácter universal que se aprende desde la más tierna infancia.
Así, la alegría, la tristeza, el dolor, el miedo, la risa, el llanto, la tranquilidad, la ira, etc., son emociones comprendidas por todos los seres humanos, independientemente de las culturas, edades o niveles de desarrollo intelectual y cognitivo.
En una primera visión de los rostros en los cuadros de gran tamaño de la exposición, bien pareciera que responderían a una estética picassiana, por la espontaneidad y la libertad expresiva con la que han trabajado; sin embargo, hay que aclarar que, a diferencia del gran pintor cubista, niños y niñas, tanto con desarrollos normales como aquellos que poseen TEA, no se guían por criterios estéticos, tal como lo hacemos los adultos, sino como necesidad de expresión y comunicación sin ataduras de aquello que desean transmitir gráficamente.
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Ante esta experiencia, puesto que es de carácter visual, me gustaría apuntar lo que la doctora y psiquiatra británica Lorna Wing, en El autismo en niños y adultos, nos indica: “Las personas con autismo, especialmente los niños, pueden mostrar la misma tendencia a quedar fascinados, ignorar o angustiarse por estímulos visuales, al igual que sucede con los sonidos… Parecen reconocer a personas y objetos por su perfil general más que por los detalles de su aspecto”.
Sin embargo, en la propuesta que se ha llevado en esta experiencia nos muestra que niños y niñas con TEA han sido sensibles a los detalles visuales de los rostros que se les ha mostrado en las fotografías, de modo que han sido capaces de captar, en gran medida, las emociones de los sujetos mostrados en ellas a partir de los detalles relevantes que han sido capaces de percibir y plasmar.
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Del amplio número de trabajo expuestos y que fotografié, he seleccionado diez que pueden ser representativos del conjunto. En los anteriores, hemos visto rostros femeninos y masculinos con diferentes expresiones gestuales: alegría, asombro, enfado, sorpresa… que previamente habían buscado intencionadamente quienes fueron retratados. Los cuatro siguientes corresponden a niñas y niños que también se ofrecieron a la experiencia. Llama la atención que al primer rostro de una niña se le hayan añadido estrellas junto con un globo de cómic en el que interiormente se ha escrito: ¡Estoy alegre!
Lo anterior nos indica que hay distintos niveles perceptivos y expresivos en los niños y niñas autistas, puesto que la niña que completó ese rostro su nivel de expresión gráfica sería equivalente al de una con desarrollo normal.
En relación con lo anterior, quisiera apuntar que una de las líneas de investigación por medio del dibujo es la que suelo llevar a cabo con escolares que presentan distintas discapacidades físicas y cognitivas para comprender algunos de sus déficits de desarrollo. Para ello, se establece una comparación entre sus dibujos y los de otros escolares de desarrollo normal de las mismas edades y sobre el mismo tema, lo que nos ayuda a comprender algunos de los aspectos del desarrollo evolutivo de niños y niñas con TEA.
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Para cerrar este breve recorrido por la experiencia, conviene apuntar que dos elementos esenciales en estos trabajos son el trazado de las líneas, que sirven para expresar los gestos en la parte libre de los fotografiados, así como el color empleado para completar los rostros, tal como acontece con escolares de desarrollo normal que se encuentran en Educación Infantil y Primaria.
Línea, color, encuadre y composición son cuatro de los componentes esenciales para el análisis de los trabajos realizados por los escolares con un desarrollo normal. También para la comprensión de los realizados por niños y niñas con Trastorno del Espectro Autista, tal como hemos podido apreciar en esta magnífica iniciativa que debería tener continuidad para la comprensión de su extraño y complejo mundo.
AURELIANO SÁINZ