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Juan Eladio Palmis | Cierto Colón, de la Liguria

Dijo una vez la mejor librera de Andalucía, Sole Raya, con su enorme gracejo andaluz acompañado de un "¡ea!" final que, cuando me pongo a platicar acerca de Colón, si pudiera, me llevaba al escuchante a mi casa para que siguiera oyendo mi por lo general monólogo que aburre, a veces, a un ermitaño.



Hace sus años, así era. Ahora, como todo cansa menos, dicen, que acaparar dinero, Colón, don Cristóbal Colón, formó una parte muy importante en mis inquietudes investigadoras en el capítulo de los hechos acaecidos hace años. Pero en la medida en que voy siendo más mayor, al contrario que a muchos, las creencias en los estamentos patrios van en un declive de cuesta debajo de rodada, y el capítulo de aquello que en algunos casos guardamos en las bibliotecas como oro en paño, no pasan de ser muchas veces milongas camperas, exactamente con la misma veracidad que las virtudes de los productos que nos anuncian ahora que, en un pis pas, te hacen un hombre de un simple bocado.

Tímidamente, como por descuido, don Pedro Mártir de Angleria, un italiano de la Lombardía, en el Milanesado, comiendo y bebiendo vino en la Corte a salud de los llamados Reyes Católicos, y por ende de los españoles, que cuando se produce el llamado o conocido como viaje colombino tenía ya el citado humanista Mártir de Anglería unos treinta y cinco años de edad, cuando tiene que darle patria al Almirante, a don Cristóbal Colón, habla de él como un marino Ligur que se fue al otro lado de la mar océana a por las tierras que aguardaban dormidas.

Mientras que el citado humanista fue sobradamente prolijo, y hasta repetitivo y cansado en otros acontecimientos triviales, no pone énfasis alguna a la hora de fijar los años infantiles, en especial el tiempo de formación náutica, para que un hombre se cuaje en ser un marino capacitado para la navegación de "altura", es decir, de aquella de adentrarse en la blanda y extensa mar, dejando muchas leguas entre la popa de la nave y la costa de referencia, y esa ciencia, a la altura de aquellos años, era ciencia náutica portuguesa exclusivamente.

Cuando Mártir escribe: "Cierto Colón, de la Liguria..." y no concreta nada más al respecto, está incluyendo a todos y cada uno de los variados puntos geográficos de las tierras situadas al sureste de La Galia y la Lombardía italiana: una región lo suficiente de grande para que sean muchos y variados los lugares en los que fijar la infancia y nacimiento del Almirante, pero ninguno, incluido Génova, con tecnología de navegación de altura como los lusitanos.

Y si encima apuntamos que, históricamente, la Liguria como región o país político, fue constituida en la tardía fecha del mil setecientos noventa y siete, anexionándose con el Estado de Génova, entidad geográfica la de Génova, anterior y perfectamente definida políticamente a la de Liguria para cuando Mártir de Anglería fija como lugar de procedencia y nacimiento del marino algo tan inconcreto y poco determinativo como aquello de escribir que era ligur la procedencia y origen del marino que cruzó la mar oceana con el nombre de Cristóbal Colón, nos está metiendo un gol en la portería de la verdad histórica que, analizado, produce cansancio, porque en el campo de fijar los avatares históricos, hasta en eso y en despojarnos de las mejores glorias futboleras, los extranjeros siempre nos dominan el cotarro.

Con la cantidad tan tremenda de gente que vivió y escribió en el entorno directo del Almirante, resulta penoso que su biografía siempre arranque de plumas extranjeras como la de Mártir, al servicio subvencionando de la Corte castellano-romana.

Y recuerdo con mucho agrado cuando, lleno de pesquisas emotivas, hace de esto largos años, en cuanto tenía un hueco laboral, marchaba a Lisboa (entonces no existía el sabio, la biblia Google) detrás de los escritos y papeles del lusitano don Juan de Barros, de quien, al parecer, en sus escritos titulados Asia, un portugués que cuando el viaje colombino se realizó ni había nacido –ya que nació cuatro años más tarde del citado periplo oceánico– a sus escritos, cuando dijo aquello que "Segundo todos afirman Christonao Colom era Genoes de naçam…” iban todos los españoles a beber para darle patria y origen a Colón.

Y yo personalmente nunca sabré si iba a Lisboa a interesarme por los asuntos de Juan de Barros Aires de Cuna, o iba a zamparme las excelente magdalenas de arroz que en Portugal y, en especial en ciertas confiterías de Lisboa, las hacen tan sabrosas.

Todos estos asuntos están demostrando lo pipiolo que es uno aún cuando se crea que el tabaco que mejor arde es el que uno se fuma. Y claro, en vez de haber cogido la bonita vía lusitana de Lisboa y don Juan de Barros, muy bien, de conocer las tierras de Montilla y la campiña cordobesa por entonces, me hubiese ido a investigar por la vía de doña Beatriz de Arana, que los churros de Montilla están de pecado de los que ni los beatos se los confiesan.

Salud y Felicidad.

JUAN ELADIO PALMIS
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