Tuve el privilegio durante los últimos años de profundizar mi amistad con Michel Rocard. Le conocí cuando ya era eurodiputado y Oriente Próximo nos permitió trabajar conjuntamente en favor de la paz entre israelíes y palestinos. Desde entonces tuvimos ocasiones de encontramos frecuentemente y de reunirme con él en múltiples reuniones y disfrutar de su sentido vitalista en varios almuerzos.
El último no hace mucho, no hace más de dos meses. La enfermedad estaba ya muy presente pero la fuerza interna de Rocard seguía intacta y su ágil y profunda mirada seguía expresando su gran voluntad de compartir análisis y reflexiones sobre el momento actual de la socialdemocracia, de Europa y del mundo.
La prensa y los comentaristas franceses destacan merecidamente hoy de manera unánime su gran valía intelectual y política y con razón se le reconoce, finalmente, su gran aportación a la política francesa y europea. Sin embargo, la mayoría de las referencias se centran en subrayar su carácter pragmático y realista alejado de planteamientos utópicos de la socialdemocracia.
El rigor y la necesidad de resultados concretos en la gestión económica son los valores más destacados por todas las personalidades. Su vocación modernizadora de la socialdemocracia no era de ahora, sino que la intentó y logró aplicar durante sus años como primer ministro.
Se le cita acertadamente por su capacidad de reivindicar la necesidad de adaptar claramente una sociedad en cambio a unos nuevos postulados económicos alejados de lo que era la tradicional ortodoxia socialista y, por ello, se le intentó colgar en muchas ocasiones el “San Benito” de «neoliberal».
Y , sin embargo, Michel Rocard no se expresaba en absoluto en sus últimos años en favor de esta línea neoliberal. Rebosante de experiencia, de conocimiento y de perspectiva denunciaba con amargura las últimas políticas socialdemócratas desarrollada en Europa e incluso en su país. No hay más que leer uno de sus últimos libros, escrito junto al economista francés Pierre Larrouturou, La izquierda no tiene ya margen de error y que pensaba presentar aquí en España en septiembre para comprender su posición actual.
Sus propias palabras son suficientes para entender su posición: «Ya no nos atrevemos a hablar del capitalismo, cuando este sistema está viviendo una crisis fulminante y que a medio plazo es suicida para la humanidad. Nosotros los socialistas deberíamos estar en situación de explicar esta situación y responder a ella.»
Su crítica a la inacción de los últimos gobiernos socialdemócratas era total. Recuerdo con emoción como definió, con una gran visión conceptual, el camino que le queda por recorrer al socialismo en su última y más ambiciosa etapa: la de emancipar al ser humano una vez que las necesidades básicas estén garantizadas por el Estado de Bienestar.
Le corresponderá solo a la socialdemocracia crear una sociedad sostenible, respetuosa con el cambio climático y que sepa reducir las horas de trabajo para que los individuos dediquen su tiempo a una socialización creativa y cultural que les pueda elevar el espíritu y su sentido de solidaridad.
No, Michel Rocard no pertenece a aquellos socialdemócratas que pactan con el centro y las ideas neoliberales, Michel Rocard era un profundo defensor del verdadero socialismo y reclamaba en sus últimos días con fuerza el establecimiento de una nueva narrativa y un nuevo discurso en este comienzo del siglo XXI.
Para él, Europa era el mejor espacio para alcanzar tal sueño y por ello vivió los últimos años con una enorme frustración al contemplar cómo la UE sería incapaz de responder a los múltiples desafíos presentes. En nuestra última conversación se manifestó clara y contundentemente en favor del “Brexit” esperando que por fin los europeos pudiesen alcanzar su sueño federalista sin tener permanentemente que contar con el caballo de Troya británico.
Fue un gran amigo de España. Su contribución fue decisiva en las negociaciones agrícolas finales con Bruselas cuando fue ministro de Agricultura de Francia y como primer ministro desarrolló una extensa colaboración con Felipe González. Tuve el honor junto al ministro Solbes de condecorarle con una alta distinción por el reconocimiento de nuestro país a su labor en defensa de la integración de España en la UE.
Michel, descansa en paz con la satisfacción de haber logrado construir un verdadero legado político. «La politique politicienne» no era lo tuyo. La intriga, el regate corte, las conspiraciones, no formaban parte de tus prioridades y por ello tu herencia descansa con mayor justicia en el Panteón de los grandes hombres de Estado.
El último no hace mucho, no hace más de dos meses. La enfermedad estaba ya muy presente pero la fuerza interna de Rocard seguía intacta y su ágil y profunda mirada seguía expresando su gran voluntad de compartir análisis y reflexiones sobre el momento actual de la socialdemocracia, de Europa y del mundo.
La prensa y los comentaristas franceses destacan merecidamente hoy de manera unánime su gran valía intelectual y política y con razón se le reconoce, finalmente, su gran aportación a la política francesa y europea. Sin embargo, la mayoría de las referencias se centran en subrayar su carácter pragmático y realista alejado de planteamientos utópicos de la socialdemocracia.
El rigor y la necesidad de resultados concretos en la gestión económica son los valores más destacados por todas las personalidades. Su vocación modernizadora de la socialdemocracia no era de ahora, sino que la intentó y logró aplicar durante sus años como primer ministro.
Se le cita acertadamente por su capacidad de reivindicar la necesidad de adaptar claramente una sociedad en cambio a unos nuevos postulados económicos alejados de lo que era la tradicional ortodoxia socialista y, por ello, se le intentó colgar en muchas ocasiones el “San Benito” de «neoliberal».
Y , sin embargo, Michel Rocard no se expresaba en absoluto en sus últimos años en favor de esta línea neoliberal. Rebosante de experiencia, de conocimiento y de perspectiva denunciaba con amargura las últimas políticas socialdemócratas desarrollada en Europa e incluso en su país. No hay más que leer uno de sus últimos libros, escrito junto al economista francés Pierre Larrouturou, La izquierda no tiene ya margen de error y que pensaba presentar aquí en España en septiembre para comprender su posición actual.
Sus propias palabras son suficientes para entender su posición: «Ya no nos atrevemos a hablar del capitalismo, cuando este sistema está viviendo una crisis fulminante y que a medio plazo es suicida para la humanidad. Nosotros los socialistas deberíamos estar en situación de explicar esta situación y responder a ella.»
Su crítica a la inacción de los últimos gobiernos socialdemócratas era total. Recuerdo con emoción como definió, con una gran visión conceptual, el camino que le queda por recorrer al socialismo en su última y más ambiciosa etapa: la de emancipar al ser humano una vez que las necesidades básicas estén garantizadas por el Estado de Bienestar.
Le corresponderá solo a la socialdemocracia crear una sociedad sostenible, respetuosa con el cambio climático y que sepa reducir las horas de trabajo para que los individuos dediquen su tiempo a una socialización creativa y cultural que les pueda elevar el espíritu y su sentido de solidaridad.
No, Michel Rocard no pertenece a aquellos socialdemócratas que pactan con el centro y las ideas neoliberales, Michel Rocard era un profundo defensor del verdadero socialismo y reclamaba en sus últimos días con fuerza el establecimiento de una nueva narrativa y un nuevo discurso en este comienzo del siglo XXI.
Para él, Europa era el mejor espacio para alcanzar tal sueño y por ello vivió los últimos años con una enorme frustración al contemplar cómo la UE sería incapaz de responder a los múltiples desafíos presentes. En nuestra última conversación se manifestó clara y contundentemente en favor del “Brexit” esperando que por fin los europeos pudiesen alcanzar su sueño federalista sin tener permanentemente que contar con el caballo de Troya británico.
Fue un gran amigo de España. Su contribución fue decisiva en las negociaciones agrícolas finales con Bruselas cuando fue ministro de Agricultura de Francia y como primer ministro desarrolló una extensa colaboración con Felipe González. Tuve el honor junto al ministro Solbes de condecorarle con una alta distinción por el reconocimiento de nuestro país a su labor en defensa de la integración de España en la UE.
Michel, descansa en paz con la satisfacción de haber logrado construir un verdadero legado político. «La politique politicienne» no era lo tuyo. La intriga, el regate corte, las conspiraciones, no formaban parte de tus prioridades y por ello tu herencia descansa con mayor justicia en el Panteón de los grandes hombres de Estado.
MIGUEL ÁNGEL MORATINOS