Contaban sobre un ministro alemán de Exteriores llamado Hans-Dietrich Genscher, que un día habían chocado dos aviones en el aire y en los dos iba Genscher. Tal era su continuo trasiego y el don de la ubicuidad del que parecía disfrutar. Pues bien, el alemán era un aprendiz. Usted ponga la televisión y la radio que quiera, a la hora que le dé la gana y en el programa más variopinto, aunque sea uno de montar en globo o de casquería sentimental, y en todos están Iglesias o Rivera. Y si tiene suerte, o mala, puede que los dos juntos.
Si van, desde luego, es porque los llaman. Porque dan share de ese, o sea, audiencia. Y a ellos les interesa ir para vender su mercancía, que por lo visto la saben vender mejor que otros o, por lo menos, despiertan más interés por el producto, así de primeras dadas.
Nada, pues, que objetar sobre el asunto. Me limito, como observador, a constatar el fenómeno. Aunque no deja de tener su gracia que uno, Pablo, se ha quejado de que el otro, Albert, no salga de las pantallas. Con cámara y micrófono delante, claro. Al de la coleta le escuece la competencia, porque antes el oligopolio lo tenía para él solo.
No las he tabulado todas, a tanto no llega mi perversión ni mi paranoia, pero estoy convencido de que pasarán de las mil entrevistas cada uno en lo que va de año y eso que no hemos ni empezado la campaña. Si se les minutara, nos encontraríamos que han batido todos los récords históricos.
Y, aunque sé que me van a linchar por ello, pues aquí el sentido del humor solo se les permite a unos cuantos que lo utilizan como excusa para su escarnio sectario, creo que es constatable una evidencia: que salen más que Franco en el NODO. El dictador jugaba con ventaja, pues tenía la televisión para él solo. Pero ahora, estos, aunque haya libertad de mercado, multiplican por todas las cadenas las oportunidades. O sea, que pueden hacerse unas cuantas diarias.
Pero, insisto, van porque los llaman. Si hacen tournés de una a otra cadena es porque los reclaman. Libertad se llama y razones tienen ambos, los que invitan y quienes aceptan. Solo me quedan en el tintero, constatados asépticamente los hechos, dos cuestiones.
Una: espero que no se les ocurra quejarse de que no les han dado cancha, espacio, terreno y altavoces. Que ya verán, de hecho Podemos lo ha hecho, cómo protestan. Dos: que puede que la cosa tenga a la larga deje a pares. El atracón de un día sí, al otros dos veces y el fin de semana triplete, puede producir un empacho monumental. Un entripado peor que el de un atracón de miel, que son los peores por si no lo saben, que acabe con el personal ahíto de escuchar siempre lo mismo, a los mismos con las mismas, aunque sea tocando la guitarra. Que quedan dos meses para la urna y puede ser muy, muy cansino.
¡Ojito con el “Efecto Carmona”! Así se define el fenómeno mediático mediante el cual, y alcanzado ya el punto de saturación televisivo, cada aparición en pantalla no solo no suma un escaño sino que lo resta al que sale.
Sé que los jefes, asesores y todos los tramoyistas del circo, perdón, de la campaña, ni de los unos –los que ahora están en la cresta– ni de los otros –los que están bajo la ola– harán de estas prevenciones caso alguno. Los de los emergentes porque creen que así arrasan y los sumergidos, verdes de envidia, porque lo único que están deseando es salir a flote y ser ellos quienes hagan gira por todos lados, espacios, momentos y programas.
Sánchez apuntaba maneras y tenía percha pero va camino de ser el “Actor secundario Bob”, el de los Simpsons . A Rajoy simplemente no le pega. Ni quiere. Y si estoy plenamente de acuerdo en algo con el presidente es en su rotunda negativa a ponerse a bailar ante las cámaras.
Si van, desde luego, es porque los llaman. Porque dan share de ese, o sea, audiencia. Y a ellos les interesa ir para vender su mercancía, que por lo visto la saben vender mejor que otros o, por lo menos, despiertan más interés por el producto, así de primeras dadas.
Nada, pues, que objetar sobre el asunto. Me limito, como observador, a constatar el fenómeno. Aunque no deja de tener su gracia que uno, Pablo, se ha quejado de que el otro, Albert, no salga de las pantallas. Con cámara y micrófono delante, claro. Al de la coleta le escuece la competencia, porque antes el oligopolio lo tenía para él solo.
No las he tabulado todas, a tanto no llega mi perversión ni mi paranoia, pero estoy convencido de que pasarán de las mil entrevistas cada uno en lo que va de año y eso que no hemos ni empezado la campaña. Si se les minutara, nos encontraríamos que han batido todos los récords históricos.
Y, aunque sé que me van a linchar por ello, pues aquí el sentido del humor solo se les permite a unos cuantos que lo utilizan como excusa para su escarnio sectario, creo que es constatable una evidencia: que salen más que Franco en el NODO. El dictador jugaba con ventaja, pues tenía la televisión para él solo. Pero ahora, estos, aunque haya libertad de mercado, multiplican por todas las cadenas las oportunidades. O sea, que pueden hacerse unas cuantas diarias.
Pero, insisto, van porque los llaman. Si hacen tournés de una a otra cadena es porque los reclaman. Libertad se llama y razones tienen ambos, los que invitan y quienes aceptan. Solo me quedan en el tintero, constatados asépticamente los hechos, dos cuestiones.
Una: espero que no se les ocurra quejarse de que no les han dado cancha, espacio, terreno y altavoces. Que ya verán, de hecho Podemos lo ha hecho, cómo protestan. Dos: que puede que la cosa tenga a la larga deje a pares. El atracón de un día sí, al otros dos veces y el fin de semana triplete, puede producir un empacho monumental. Un entripado peor que el de un atracón de miel, que son los peores por si no lo saben, que acabe con el personal ahíto de escuchar siempre lo mismo, a los mismos con las mismas, aunque sea tocando la guitarra. Que quedan dos meses para la urna y puede ser muy, muy cansino.
¡Ojito con el “Efecto Carmona”! Así se define el fenómeno mediático mediante el cual, y alcanzado ya el punto de saturación televisivo, cada aparición en pantalla no solo no suma un escaño sino que lo resta al que sale.
Sé que los jefes, asesores y todos los tramoyistas del circo, perdón, de la campaña, ni de los unos –los que ahora están en la cresta– ni de los otros –los que están bajo la ola– harán de estas prevenciones caso alguno. Los de los emergentes porque creen que así arrasan y los sumergidos, verdes de envidia, porque lo único que están deseando es salir a flote y ser ellos quienes hagan gira por todos lados, espacios, momentos y programas.
Sánchez apuntaba maneras y tenía percha pero va camino de ser el “Actor secundario Bob”, el de los Simpsons . A Rajoy simplemente no le pega. Ni quiere. Y si estoy plenamente de acuerdo en algo con el presidente es en su rotunda negativa a ponerse a bailar ante las cámaras.
ANTONIO PÉREZ HENARES